El pacto al que llegaron los distintos sectores del Partido Colorado para darle tranquilidad al Gobierno es un paso importante para la estabi­lidad política del país, que no necesita cabal­gar sin rumbo por los caminos de los con­flictos domésticos. La tarea del Ejecutivo es ahora terminar de pacificar los ánimos de los distintos sectores en pugna y ponerse a trabajar en serio en lo que más importa, la recuperación económica del Paraguay. Si no ocurre así, terminaremos el año sin mejorar la situación del país e incluso con una mayor retracción que perjudicaría todavía más a todos los sectores.

Los datos oficiales que se manejan son para preocupar porque comenzado el segundo semestre del año no hay indicios ciertos de que las cosas vayan mejor que en los prime­ros seis meses. Informaciones de fuente ofi­cial indican que últimamente se han sumado 148.000 personas al grupo de desempleados y subempleados, con lo que a esta altura del año asciende a 528.000 la cantidad de los ciu­dadanos sin ocupación efectiva. Son más de medio millón de paraguayos que sufren en carne propia el no poder trabajar en forma para llevar el sustento a sus hogares.

Otro detalle no menor es que la economía cayó el 1% en mayo y que la recaudación del principal impuesto generador de ingresos del país, el IVA, tuvo una disminución del 2,4% de enero a julio en términos de poder adqui­sitivo del dinero, que resulta de restar del monto nominal la inflación acumulada.

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Como fruto de la situación, el propio Banco Central del Paraguay (BCP), que en diciem­bre había estimado un crecimiento eco­nómico del 4% para el 2019, últimamente redujo su proyección al 1,5%, aunque agentes privados, como Basanomics, la han recor­tado hasta el 1%.

Lo cierto es que, a pesar de los discursos y gestos de buena voluntad de las autoridades, todavía no hay indicadores de que la econo­mía esté mejorando, hecho que puede verse perjudicado también por los últimos aconte­cimientos de inestabilidad política.

Tanto es así que algunos analistas ya han expresado su temor de que, si no se da un enérgico giro positivo, la economía del país pueda terminar este año con un saldo nega­tivo, es decir, con una caída del Producto Interno Bruto (PIB), lo que no la tenía calcu­lada ni el más pesimista. Ya estamos prome­diando el segundo mes del segundo semestre del año y es preocupante que no se vean datos de recuperación.

Para colmo han sucedido los hechos polí­ticos que amenazaron la estabilidad del Gobierno, lo que ha sido también un pobrí­simo favor para el país, que necesita tran­quilidad para las actividades productivas y para atraer nuevas inversiones que ayuden a crear más empleos y a dinamizar el aparato económico.

Hay que insistir en la necesidad de lograr la estabilidad lo más rápidamente posible, para que se pueda reencauzar el rumbo econó­mico y resolver de ese modo el estancamiento actual. Sin esta condición básica, que está en manos del Gobierno alcanzar lo antes posible, es muy poco probable llegar al objetivo de la restauración de la economía paraguaya.

La clase política nacional, y en especial el Poder Ejecutivo, tiene que llamarse a la tranquilidad y aglutinar a todas las fuerzas ciudadanas en torno al único proyecto que tenemos todos los paraguayos, trabajar para crecer y progresar.

El Gobierno tiene la responsabilidad política de adoptar con la mayor rapidez posible las medidas necesarias para apurar el restableci­miento de la vida económica. Su mal desem­peño nos llevó a la situación actual de la que tenemos que salir con urgencia.

Por eso, en estos momentos en que las aguas partidarias de la ANR se han calmado y el fantasma del juicio político se ha aventado mediante la unidad, debe asegurar la estabi­lidad. Y tiene que iniciar con la mayor pron­titud medidas urgentes para que aumente el consumo mediante acuerdos con el sector privado para facilitar la comercialización, acelerar la realización de obras públicas, dar más facilidades para apurar la instalación de nuevas empresas, incentivar al sector de la construcción con créditos oportunos y ofre­cer medidas financieras a las empresas agro­pecuarias endeudadas para que se recupe­ren pronto.

Hay que dejar de lado el exceso de política y dedicarse con todo a mover la economía.

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