Arrancó oficialmente una de las buenas tradiciones de nuestro país: la Expoferia de Mariano Roque Alonso. Esta iniciativa, que lleva ya varias décadas, sigue ocupando un lugar muy relevante en la agenda anual de empresas, emprendedores, productores y autoridades.

La participación de firmas extranjeras –procedentes de los países de la zona y también de fuera del continente– es una muestra clara de la importancia y utilidad del encuentro. Los sectores con mayor preponderancia en los encuentros empresariales son los de alimentos y bebidas, bienes de capital, muebles y accesorios, herramientas e insumos industriales, servicios profesionales de diversa índole y rubros asociados a la construcción.

No es un dato menor además que un porcentaje considerable de las firmas inscriptas toman parte también de la rueda de negocios, lo que es un claro indicador de la confianza que inspiran las reuniones en la Expoferia. Es, además, un signo de la pujanza del sector privado pese a la desaceleración que ha golpeado a diversas áreas. La Expo es la cita anual de los productores agrícolas, industriales, de empresas de servicios y comercios con la ciudadanía, que tiene la oportunidad de conocer de primera mano las potencialidades y la pujanza de las áreas más dinámicas de nuestra economía.

Representa, por tanto, una ocasión apropiada para que los principales actores de la economía lancen un mensaje claro a la opinión pública nacional e internacional, no en términos políticos, sino en los términos que manejan y conocen estos sectores: la inversión, las estrategias de crecimiento, la innovación. Nuestro país necesita con urgencia enfocarse en los desafíos realmente trascendentales, como el combate a la pobreza a través de la generación exponencial de riqueza y puestos de trabajo; la incorporación de tecnología de punta a la producción y una mejora sustancial de la educación.

Dos factores son fundamentales para alcanzar el ritmo de crecimiento que Paraguay precisa. En primer lugar, la estabilidad, una condición ineludible para la atracción de inversiones y la radicación de capitales. La clase política tiene, en este sentido, la gran responsabilidad de depurar la administración pública, mantener las finanzas públicas saneadas y sostenibles y garantizar la plena vigencia del orden constitucional y jurídico. Las confrontaciones ideológicas y las disputas políticas, y mucho menos aún las peleas por prebendas y privilegios, no pueden perder de vista los auténticos problemas de la población y de los productores.

El Estado y la política no existen por azar o por alguna clase de casualidad, sino que son construcciones y actividades que nacieron para ponerse al servicio de la resolución de los problemas de la ciudadanía. Si se desentienden de esta función primigenia, no sirven de mucho y se convierten en pesadas cargas sobre los hombros de la gente.

En el caso concreto de los productores, las instituciones del sector público deben, pues, orientarse a dar soluciones, articular estrategias de crecimiento, suministrar la infraestructura adecuada y ofrecer soportes técnicos y financieros.

El segundo factor es la previsibilidad. No existe nadie que invierta su tiempo y sus recursos si no tiene elementos que le permitan confiar en que los va a recuperar y que obtendrá ganancias transcurrido cierto plazo razonable. La buena respuesta de los participantes y también de los visitantes de la Expo es una señal inequívoca de que el país se halla en la búsqueda de retomar el camino del crecimiento, del que se ha desviado por efecto de factores externos, sobre todo.

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