El más sangriento motín carcelario de que se tenga memoria reciente se produjo el domingo en un trá­gico Día del Padre, en la Peni­tenciaría Regional de San Pedro del Ycua­mandyyú, que dejó 10 presidiarios muertos y numerosos heridos. Cinco fueron deca­pitados, tres fueron quemados vivos en sus celdas, uno fue muerto de un balazo y otro murió posteriormente debido a las heridas. Los homicidios fueron parte del terrible acto de venganza del grupo criminal bra­sileño más famoso, el Primeiro Comando da Capital (PCC), afincado en las cárceles paraguayas con fuerte poderío económico y apoyo logístico, contra un clan enemigo de extracción paraguaya.

Las autoridades penitenciarias se mostra­ron sorprendidas por el hecho y culparon de ello a la enorme cantidad de miembros del crimen organizado que se tiene hoy en día en las cárceles paraguayas. Dijeron que debido a esta situación es que el sistema penitenciario está en constante alerta. Afir­maron que se tienen alrededor de 400 reos en las cárceles nacionales que pertenecen al temible PCC del Brasil. Despidieron a algu­nos responsables de las cárceles y se habló de mandar del país a los temibles exponen­tes del PCC.

El horrendo acontecimiento pasa a formar parte de la más lamentable crónica de los ajusticiamientos criminales en la historia del país. Y al mismo tiempo constituye la más palpable muestra de la ineficiencia de las instituciones penales por la desorgani­zación y la inutilidad de sus responsables. No pudieron evitar la masacre cuya cercana posibilidad no podía descartarse de nin­gún modo ni tampoco supieron manejar las notorias rivalidades de los más temibles grupos de criminales que conviven hoy día en las cárceles del país.

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Por esta razón, a la espectacular matanza carcelaria se suma la grave responsabilidad del Gobierno, que es el encargado de vigilar a los presidiarios, de asegurar el cumpli­miento de las penas y de garantizar la vida de los reclusos. De ese modo, a la carnice­ría de los delincuentes se sumó la inutilidad de nuestras instituciones, que es una de las causas de este inusual acontecimiento. Por­que al final de cuentas los hechos se dieron porque las autoridades carcelarias lo permi­tieron por su falta de idoneidad.

Era de público conocimiento que en las cár­celes del país existe una fuerte rivalidad entre los principales grupos de presidiarios pertenecientes a organizaciones criminales de Brasil y de nuestro país. Por ello, solo por falta de capacidad de las autoridades que no supieron prever los hechos y que permitie­ron el ingreso de diversos tipos de armas ha ocurrido la matanza.

Ya había habido antes motines en varias cárceles debido a este tipo de rivalidad entre exponentes del crimen internacional como los que se produjeron en Coronel Oviedo y en Concepción, sin los resultados ocurridos en San Pedro. Pero las autoridades no toma­ron nota y se dejaron sorprender por estos hechos acaecidos últimamente con este dramático final.

La cuestión se agrava en tanto el MOPC tiene inexplicablemente “congelado” un plan de nuevas penitenciarías que el gobierno anterior ya tenía avanzado.

Para remediar el asunto, algunas autori­dades salieron a decir que hay que echar del país a todos los miembros de las bandas criminales como el PCC. Claro que hay que sacarlos de aquí lo más rápido posible. Pero no es la solución porque volverán a entrar otros, incluso en la misma o mayor canti­dad, de la frontera con Brasil, como ha ocu­rrido hasta ahora. Y volveremos a lo mismo.

El Gobierno, como responsable final, debe buscar una urgente solución para los reclu­sorios. No se puede permitir que sigan pro­duciéndose hechos como el que nos ocupa como si nada hubiera ocurrido porque el resultado ya se puede prever desde ahora.

Y, por otro lado, debe comenzar rápida­mente a crear un servicio penitenciario pro­fesional, como el que tienen otros países, mediante la formación especializada en la materia y con fuerte sesgo militarizado en la disciplina. La improvisación, la falta de profesionalidad, el escaso rigor en la tarea penitenciaria y hasta la corrupción son las causas evidentes de los hechos acontecidos.

El motín de San Pedro debe ser una lección para que este tipo de situaciones no se repi­tan y se busque una verdadera solución.

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