Un poco tardíamente, el Gobierno Nacional se percató de la desaceleración económica y de la dura situación que están atravesando diversos sectores del país. Y reaccionó con un grandilocuente plan económico y social de cuya efectiva ejecución algunos dudan y que por ahora parece más un acto de propaganda política que un plan de trabajo provechoso.

Por de pronto hay que celebrar la idea de reactivación y hacer fuerza porque las metas que se ha propuesto sean alcanzadas tanto en el campo económico, laboral y social.

El lunes pasado, voceros del Gobierno anunciaron el plan para reactivar la economía nacional. Para ello realizará más inversiones, incrementará la generación de empleos y aumentará la ayuda social para los sectores más necesitados. Pretende lograr estos objetivos realizando una inversión de US$ 1.543 millones.

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En paralelo, para salvar la difícil situación que vive el comercio fronterizo con Brasil, también se prometió un régimen fiscal más ventajoso para la importación de bienes que forman parte de la oferta turística que se presenta a los brasileños que vienen al Paraguay.

Teniendo en cuenta lo hecho hasta ahora por las autoridades en materia de ejecución presupuestaria y de gestión, mucha gente duda acerca de los planes anunciados: Hay que ver si el plan es ejecutable en tiempo y forma, si dará el impulso que se necesita y si los fondos están previstos en el presupuesto de este año.

Para ejecutar los US$ 1.543 millones indicados, el Gobierno tendrá que invertir un promedio de US$ 220,4 millones en cada uno de los siete meses (incluido junio) que restan hasta el 31 de diciembre. Cuando se compara este monto con lo que ha ejecutado en lo que va del año, se concluye que hay un exagerado optimismo. Por ejemplo, hasta abril el promedio de inversión mensual en obras es de alrededor de US$ 50 millones. Y, según la opinión de técnicos, se debe triplicar esa suma y llegar a ejecutar por lo menos US$ 150 millones por mes para alcanzar la meta.

El plan habla de acelerar las inversiones de alto impacto para lo cual prevé realizar obras por US$ 1.175 millones, lo que implicaría ejecutar un promedio de US$ 167,8 millones por mes. ¿Tienen el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones y otros organismos estatales la capacidad para invertir US$ 167,8 millones cada mes?

El anuncio indica también que se prevé invertir 114,51 millones de dólares en ayuda social. Las inversiones se harán en bonos campesinos (US$ 29,35 millones), apoyos para compras de 3.000 viviendas (US$ 39 millones), transferencias adicionales de Tekoporã (US$ 6,5 millones), ayudas financieras para 9.700 productores (US$ 15,4 millones), bonos alimentarios para más de 30 mil familias afectadas por inundaciones (US$ 6,26 millones) y leche fortificada para 124.000 niños (US$ 18 millones).

El proyecto prevé derramar US$ 254 millones para apoyar a la producción, el comercio y el empleo. Será con créditos a través del Banco Nacional de Fomento, la AFD, el Crédito Agrícola de Habilitación y el Fondo Ganadero.

Una de las observaciones hechas al plan es que se va a gastar más plata en obras públicas en dar adelantos que en hacer más obras. Son fondos que se invertirán a largo plazo y cuyo impacto económico a corto plazo no será importante. Ese es el caso del puente que se va a construir y que demorará cuatro años o más. Los cuestionamientos son razonables porque si se quiere reactivar con rapidez, como se necesita, tienen que hacerse inversiones que impacten principalmente en el semestre y no a largo plazo

Otra de las preguntas que aguarda respuesta es qué impacto se espera tendrán en la aceleración económica el aumento de dinero para las transferencias en Tekoporã y la entrega de kits de alimentos. La misma interrogante se da con los bonos a los productores que se gastarán en consumo y no en incrementos de la producción. Tampoco se sabe si los préstamos que darían los bancos públicos al sector productivo podrían concretarse ante la situación de no elegibles para créditos que viven muchas empresas debido a sus deudas.

Es plausible el propósito del Gobierno de encarar la reactivación económica. Pero las buenas intenciones no bastan y hay que hacer planes que sirvan realmente para el efecto y que muestren resultados a corto plazo.

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