En una reciente aparición en público, el ministro de Educación, Eduardo Petta, volvió a hacer el ridículo al dirigirse a los docentes hablando como si fuera un predicador, provocando la risa del mismo presidente de la República, presente en el acto, y el desconcierto de los educadores, que, en vez de recibir instrucciones en una etapa tan difícil como la que atraviesa el país, se encuentran con un aprendiz de “moralista” con antecedentes políticos y cívicos de escasa moralidad.Y, lo que es más grave, piloteando un discurso religioso en un ámbito en que se requiere profesionalidad y experiencia, ante docentes adultos y que han cuestionado ya la falta de profesionalidad del ministro; lo que no es una casualidad, ya que hay un consenso nacional, desde los alumnos en adelante, de la falta de formación del ministro para el desempeño de tan alta responsabilidad, con lo que hubiera bastado mirar, previo a su nombramiento, su currículum de politiquero diletante y acomodaticio, discordante con la respetabilidad y profesionalidad que debe tener quien conduzca la educación nacional.

En vez de provocar carcajadas remedando ridículamente a un predicador, provocando la hilaridad, debería reflexionar y aportar las soluciones que exige la difícil circunstancia por la que atraviesa la educación.

No es de extrañar que pilotee causando hilaridad, en vez de trasmitir las instrucciones que exige su cartera, más en una época de crisis en la educación, cuando más la docencia precisa de un liderazgo claro y señero, lo que no se puede esperar de un arribista en la materia; que trate de hacerse el simpático y haga el ridículo.

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Es la consecuencia de su nombramiento, es decir, responsabilidad de quien lo nombró en un cargo para el que no está preparado.

Un error más que grave, teniendo en cuenta además que optó por esa opción habiendo podido nombrar a una profesional con formación y trayectoria.

Las carcajadas provocadas por el “payaso” no son casuales ni anecdóticas, sino la consecuencia de estar en un cargo para el que no está preparado, de un cargo que le queda grande, en el que se necesita conocimiento, experiencia y liderazgo, para conducir el complejo aparato educativo, en una época crítica por demás, por la situación de emergencia que vive gran parte del país, complicando la labor de la docencia; es decir, cuando más se necesita capacidad, experiencia y seriedad, en vez de disparateadas que producen hilaridad.

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