El panorama económico para Ciudad del Este es absolutamente deprimente. Merced de la progresiva crisis regional que soportan tanto Brasil como Argentina, los dos principales socios del Mercosur, la otrora pujante y próspera capital del Alto Paraná atraviesa uno de los peores momentos de su historia.
Este progresivo deterioro de su economía, con el descenso del nivel del turismo de compras a raíz del fortalecimiento del dólar, que volvió poco atractivos los productos ofertados en el este del país, repercutió de manera directa y negativa sobre las ventas, estas a su vez golpearon el resto de la cadena, que incluye a decenas de locales comerciales y miles de puestos de trabajo cesados. Además, pende sobre la cabeza de cientos de comerciantes nuevas amenazas como la que tiene que ver con la apertura de un free shop en el lado brasileño y sanciones desde el Banco Central del Brasil en cuanto a remesas físicas de reales que, de confirmarse, serían la estocada final a la agonizante actividad comercial del Este.
La coyuntura que se presenta, por lo descrito arriba, hay que decirlo, supone el peor de los escenarios para el Paraguay, puesto que los vaivenes de la economía a escala global sacuden con fuertes espasmos a la región, generando una pronunciada reducción del consumo y la caída de los bienes que ingresan a nuestro país.
Aunque es una crisis impuesta, lo que preocupa es la falta de reacción de las autoridades del Gobierno. Y esta pasividad, cuando no ineptitud, empieza a agotar la paciencia del sector empresarial.
Desde hace varias semanas, los distintos gremios empresariales han hecho saber mediante comunicados y declaraciones a los medios su absoluta preocupación respecto al devenir de la economía local, que en lo que va del 2019 ha mostrado internamente signos preocupantes por la sostenida desaceleración. La toma de decisiones, especialmente políticas de Estado que permitan capear la tormenta, tal como sucediera en la crisis del 2015, se torna una tarea ineludible desde los estamentos decisorios del poder.
Organizaciones económicas y financieras, institutos de investigación y gremios diversos han advertido con anticipo sobre la desaceleración (Basanomics fue uno de los primeros en reducir las perspectivas de crecimiento para este año con base en números sin maquillaje), pero las autoridades económicas no han sabido conducirse con adecuado margen y hoy la situación ya no tolera demoras y tampoco pasos en falso.
Un aspecto que hasta puede considerarse desatinado, un paso dado en falso, es el referido al mentado paquete de reforma tributaria presentada e impulsada a tambor batiente por el Gobierno en su exasperada avidez de recursos para poder cumplir con sus responsabilidades en diversos campos. Con justificada razón, el sector privado se opone a este paquete de medidas que, en términos generales, plantea subir las tasas de algunos impuestos, una idea que cada vez más empresarios la rechazan.
Las autoridades económicas apelan a mantener la calma y basan gran parte de sus esperanzas de mejoría, por más mínimas que sean, en el segundo semestre del año. La apuesta es acelerar los proyectos con dinero público y para ello las inversiones serán la clave. La idea no es descabellada ni original, puesto que ya se ha aplicado en el pasado en nuestro país con buenos resultados. Pero incluso las mejores ideas tienen sus obstáculos. Ese obstáculo con forma de duda se fundamenta en la bajísima ejecución presupuestaria de algunos ministerios esenciales como el de Obras Públicas o de Urbanismo y Vivienda.
Ojalá que el gobierno central acuse recibo del deterioro y tome las resoluciones que correspondan para mantener a flote la economía del país. Y si este desenlace implica destituir a los funcionarios que no hacen en forma esa tarea, que al presidente de la República no le tiemble la mano. Los paraguayos se lo demandan.