En la medida que se difunden los números de la economía, se van conociendo más datos sobre la difí­cil situación que está atravesando actualmente el país y que requiere de urgentes medidas correctivas de parte de los responsa­bles de la conducción nacional. Informes de los primeros meses del año, difundidos por orga­nismos estatales, señalan referencias negativas sobre el empleo y el desempleo, la baja del con­sumo y el descenso de otros indicadores como las exportaciones y las importaciones.

Según las cifras de la Dirección General de Esta­dística, Encuestas y Censos (DGEEC), en el pri­mer trimestre de este año el desempleo abierto ascendió a 6,9% frente al índice del último tri­mestre del año pasado, cuando había llegado al 5,6%. La subocupación, por su lado, subió a 7,2% en el primer trimestre del 2019 en comparación al 5,9% en que había quedado en los últimos tres meses del 2018. Para consuelo, digamos que el índice de desocupados de este primer trimes­tre es inferior al del primer trimestre del año pasado, pero aun así hay menos gente traba­jando ahora que hasta diciembre último.

Los datos del consumo a marzo son para llamar la atención porque, excepto los productos medi­cinales y telefonía celular, todos los otros ren­glones han tenido deterioros en sus ventas. Así, los supermercados, distribuidoras de productos y afines registraron una merma del 9,7% en los últimos doce meses. Las grandes tiendas y los negocios de prendas de vestir vendieron 3,5% menos, en tanto que en equipamiento del hogar la caída fue del 2,3%.

Llama la atención la fuerte declinación de la comercialización de vehículos automotores que fue del 16,6% en su variación interanual, lo mismo que la venta de combustibles que cayó 12,3% y los materiales de construcción que tuvieron un decrecimiento del 8,3%.

A esta lista del mal desempeño del consumo podemos añadir la caída de las exportaciones hasta abril que fue del 8,4%, en tanto que las importaciones disminuyeron 7,7%. Lo más lla­mativo es que nuestros dos grandes productos de venta del país tuvieron un comportamiento muy preocupante: las exportaciones de soja sufrieron una caída del 24%, en tanto que las de la carne vacuna disminuyeron en 12,3%. Las exportaciones de energía eléctrica registraron un bajón del 16,1%.

Estas referencias de la actualidad constituyen la radiografía bien nítida del mal que nos afecta en estos momentos, que algunos llaman desace­leración económica.

Conocer estos datos es bueno para tener con­ciencia de la realidad a fin de poder reaccio­nar en consecuencia. Así como es bueno tener conocimiento de la enfermedad que tiene un paciente para que se le busque el remedio al mal que lo aqueja.

Y el primero que tiene que manejar esta infor­mación debe ser el Gobierno, tanto el Poder Eje­cutivo y todas sus dependencias como el Poder Legislativo, que no puede estar ajeno al estado del país para legislar acompañando el momento que se vive y no hacer leyes que a la larga perju­dican la estabilidad económica y fiscal por mera demagogia.

La principal responsabilidad para encauzar la situación es del Ejecutivo, por lo que no solo debe conocer la realidad, sino buscar rápida­mente el remedio. Esto para que las cosas no empeoren con el correr de los meses, como ya ha ocurrido desde el tercer trimestre del año pasado cuando ya se le alertó sobre el enfria­miento de la economía y no reaccionó según las necesidades.

El presidente de la República ha reconocido últimamente el difícil momento que se está viviendo en el Paraguay y manifestó que el Eje­cutivo va a aumentar las inversiones públicas a fin de mover la economía. Pero la experiencia demuestra que no basta con las palabras ni la expresión de buenas intenciones porque lo que urge es que se actúe en consecuencia. Más aún teniendo en cuenta la tradicional lentitud del Estado para moverse.

En vista del estado de las cosas, lo que debe hacer el Gobierno es actuar con la mayor rapi­dez posible, dejando de lado la insulsa burocra­cia como cuando se procede frente a la emer­gencia de un incendio. Porque lo que se vive ahora es un cuadro de urgencia que requiere medidas rápidas e inaplazables.

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