El panorama que se presenta en numerosas localidades del país, además de varios barrios asuncenos, es preocupante. Las aguas siguen representando un peligro que no tiene visos de solución, por lo menos en el corto plazo. La crecida del río Paraguay no da tregua y alcanzó el nivel crítico, determinado por la Dirección de Hidrología y Meteorología de la Dirección Nacional de Aeronáutica Civil (Dinac) en varias de las localidades más comprometidas, como la propia Asunción, además de Villeta y Rosario, en San Pedro.La situación de las zonas ribereñas de Ñeembucú, especialmente en Pilar, es realmente muy difícil. El río había subido 5 centímetros más, llegando a los 8,73 metros, a solo 17 centímetros de los 9 metros que se considera desastre. Basta mirar las imágenes que se publican a través de los medios de comunicación, para sentir el estremecimiento y el dolor por cada lugar del país afectado por la crecida inmisericorde.

La gente de Villeta mira con temor las aguas del río que el sábado creció 6 centímetros, llegando a los peligrosos 7,78 metros, a tan solo 12 del nivel de desastre. Asunción, también es parte de la estadística de peligro y cada vez son más los barrios y zonas afectados de los que miles de familias tienen que salir, muchas veces con lo puesto porque han perdido lo poco que tenían. Aunque en la capital, el nivel subió 4 cm y llegó a 7,49 m, a 51 cm de los 8 metros (considerado de desastre), por la numerosa población que habita las zonas de los bañados, los refugios rebozan de familias que acuden en busca de una vivienda precaria que les permita cubrirse y proteger a los hijos. Ya son más de 13 mil familias las que están desplazadas por la crecida.

Más allá de las consideraciones técnicas sobre el comportamiento de las aguas, la situación de miles de familias afectadas en el país se agrava más aún con las bajas temperaturas que comienzan a darse cada día. Desde los centros de salud reportan que están atendiendo a diario, especialmente en hospitales y unidades de atención, cada vez más casos de enfermedades ligadas estrechamente a la situación por la que atraviesan las personas damnificadas. Problemas que se agravan en la población infantil y en las personas de la tercera edad, que son más vulnerables. Enfermedades respiratorias, de la piel y trastornos que pueden ser graves, como los gastrointestinales, todos ellos provocados por las condiciones en las que se vive en esas situaciones, aumentan al mismo tiempo que los riesgos a contraer dengue y otros males, producidos por la abundancia de mosquitos transmisores.

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Combatir los efectos catastróficos de la creciente, además de tratar de paliar las causas de las enfermedades para que no se agraven, es tarea primordial del Estado y los municipios, que deben trabajar intensamente a fin de aportar los recursos físicos y también el apoyo integral a quienes atraviesan por esta dolorosa situación. Pero también nos compete a todos los que vivimos en el país asumir la tarea de apoyar solidariamente a los que están sufriendo directamente a causa de la situación.

Hay formas diversas de ayudar, ya sea con donaciones de víveres, prendas de vestir, abrigo y otras, que están difundiéndose a través de los medios masivos de comunicación, pero también seguramente en las parroquias, espacios comunitarios y vecinos. También es muy importante asumir tareas de voluntariado, ayudando de acuerdo a las posibilidades y tiempo a quienes sepamos estén en situación difícil. En momentos como estos, se debe expresar la projimidad que muchas veces declamamos y afirmamos a través de las redes sociales, pero nos cuesta hacer realidad.

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