Comencemos con una pavada: Aunque parezca mentira, la palabra terrorismo empezó a ponerse de moda para nombrar publicaciones mediáticas, en principio, y declaraciones congresistas que tratan fundamentalmente de embarrar a contrarios o competidores, con cierto camuflaje de periodismo o denuncias “de interés público” que, en realidad, son coberturas para ataques de interés particular por cuestiones evidentes y groseramente crematísticas; es decir, utilizar algo que parece información, pero que al rascar la superficie tiene más que ver con la desinformación y los ataques a competidores o contrincantes en la actividad cotidiana económica, es decir, camuflar intereses personales, empresariales y/o políticos, ya que frecuentemente los objetivos denotan más que nada interés por atacar a cierta competencia, por no encontrar otra forma de competir, difamar, calumniar y sacarla del medio, por no encontrar mejores y más civilizadas formas de competir, es decir, por incompetencia.
Comencemos por el bulo reciente, sin duda uno de los más estúpidos e increíbles de la serie, el supuesto retiro de la visa estadounidense al ex presidente de la República Horacio Cartes… La desinformación, sin fuente periodística y como suele hacerse en estos casos remitida a “fuentes” bien informadas, aunque anónimas, se prolongó por unos cuantos días hasta que un diplomático norteamericano, harto seguramente de recibir llamadas y consultas periodísticas, la desmintió.
¿Tenía alguna importancia el hecho en sí para darle tanta trascendencia, pese a la obviedad, debido a las buenas y cautelosas medidas diplomáticas de Washington?
Sin duda que no. El bulo, fake news, como se lo llama ahora, se despidió sin pedir disculpas públicas, por lo menos a los lectores estafados y a los diplomáticos acosados.
Saltemos al siguiente ejemplo, más estudiado, por el que se acusó a una empresa financiera, propiedad, casualmente, ¡qué notable!, del mismo ex presidente, tomando de referencia la información aparecida en un periódico brasileño, información que era fácil, y con mayor seriedad, conseguir en esferas de instituciones locales, si hubiera hecho falta, ya que no hacía falta teniendo en cuenta que los propietarios de los medios que se hicieron eco no necesitaban consultar a nadie, ya que tienen empresas que se dedican a hacer ese mismo tipo de operaciones, legales y controladas por el BCP.
La bola, ya se sabe que todas las bolas a medida que ruedan pendiente abajo terminan desinflándose, tuvo su máxima expresión, cuando una bancada senatorial decidió con la misma ligereza y montándose sobre la misma desinformación solicitar una investigación al respecto. La bancada que responde a su único líder, el cura legislador que en una oportunidad, en plena frontera seca, declaró ante los medios de comunicación que los ingresos para su campaña presidencial de aquel entonces provenía de ciudadanos que pasaban por ahí y le regalaban un toco de billetes.
¡Buena zona para recaudar! Dime quién te financia y te diré de dónde y de quiénes proviene la plata!
Para colmo de colmos, el cura que no es cura, o no es senador, porque el ejercicio de ambas funciones en simultáneo es inconstitucional, el cura y sus codenunciantes pertenecieron en ese entonces a las huestes del Partido de los Lulas y Dilmas, actualmente procesados y condenados por haber usado el dinero del Lava Jato, justo lo que pidieron investigar; más fácil les hubiera resultado informar al Congreso cómo se manejaba la economía floreciente y despilfarradora de los partidos “de los trabajadores… del pueblo… etc., etc., sin olvidar las generosas dádivas de la Venezuela floreciente, antes de que los bolivarianos la arruinaran.
En fin, que si el Congreso necesita información sobre financiaciones ilegales, no tiene que ir muy lejos, sino pedir a Lugo y sus adláteres que se la faciliten o que gestionen una entrevista con Lula para contar con una inmejorable fuente de información.
De paso, no estaría de más que sinceraran sus fuentes de financiación ante sus votantes y sus “fieles”. Más vale tarde que nunca.