Voceros del Gobierno y del sector privado vinculados al transporte público de pasajeros anunciaron el lunes 13 de mayo que a partir del martes 14 aumentaban los precios de los boletos del transporte urbano de pasajeros de Asunción y Área Metropolitana, que agrupa al mayor conglomerado de pasajeros del país. Dijeron que el boleto convencional, el más barato, subía de 2.300 guaraníes a 2.400, que el boleto del servicio diferencial ascendía a 3.600 guaraníes y que el Gobierno establecía nuevos niveles de subsidios para las empresas de ómnibus.
Cuál fue la sorpresa de la ciudadanía que conoció la noticia por los medios que el martes 14 todavía no había sido promulgado el decreto que autorizaba los aumentos de los precios y que algunas empresas de transporte ya cobraban el nuevo boleto. Pero como no había ningún instrumento legal, en este caso un decreto del Poder Ejecutivo que autorizara los nuevos precios, era ilegal el cobro que estaban haciendo los que a raíz de los anuncios habían elevado el valor de los boletos en sus unidades de transporte. Los voceros del lunes 13 que hicieron los anuncios curiosamente se llamaron a silencio el martes 14 y la ciudadanía quedó en la nebulosa porque no sabía si creer el anuncio que hicieron los portavoces autorizados o aceptar que nada había cambiado al no conocerse la promulgación del decreto respectivo.
Lo único que quedó bien claro en medio de la incertidumbre es que el Gobierno no sabe comunicar adecuadamente sus informaciones porque cuando sus voceros dan una noticia no se les puede creer al no tener sustentación en la realidad, como se ha demostrado palmariamente en esta ocasión.
¿En qué quedamos? ¿Subió el precio del boleto como dijeron que aumentaría desde el martes 14 o no subió porque no salió el decreto correspondiente? ¿A quién creerle? ¿A los que salieron a hablar el lunes sobre el aumento o a los que en silencio no promulgaron el decreto?
Otra perla en la trama informativa del Gobierno es la relacionada al incremento de los precios de los combustibles derivados del petróleo. Hace algo más de una semana, el organismo estatal encargado de la importación y comercialización de hidrocarburos no se animaba a afirmar que subiría sus precios ante la escalada iniciada por los emblemas del sector privado, que siempre están prontos para ese tipo de iniciativas. No negaba que podría hacer los aumentos, aunque no se decidía a decir cuándo lo haría y en qué porcentaje, jugando con la incertidumbre del mercado. Más adelante, luego de sesudas elucubraciones se decidió a anunciar que elevaría sus precios ante el enojo de los camioneros y transportistas. Pero antes del anuncio no fue capaz de frenar las expectativas del alza que formaban ya parte de las especulaciones en todos los sectores perjudicando la estabilidad del mercado y promoviendo la acción de los acaparadores que llenaban sus depósitos y tanques ante los probables aumentos.
Menos mal que luego avisó que el alza con los nuevos precios regiría a partir del primer día hábil luego de los feriados patrios, acaso como un homenaje a las conmemoraciones festivas de la independencia nacional y de la madre. Pero comunicacionalmente ya se había aplazado al dar pie a falsas expectativas y picanear a los especuladores que hacen su agosto con las subas de precios.
La realidad, con todas las aristas del día a día, es simple y comunicarla no tendría que ser un problema para el Gobierno ni para nadie. Porque se trata simplemente de informar los hechos reales, con los énfasis y recaudos que aconsejan las circunstancias. Nunca la mentira ni las medias verdades, aunque a veces no sea recomendable dar todos los detalles, en cuyo caso se admiten las salvedades.
Pero lo que no es bueno es la informalidad, la descoordinación, la falta de profesionalidad en la comunicación, como se ha visto en esta oportunidad. Porque en un mundo en que los medios de información están tan avanzados y en que la ciencia de revelar hechos está muy desarrollada, comunicar mal es simplemente una torpeza que no se puede admitir.