La aplicación de las listas cerradas en las elecciones de diversa índole, nacionales y municipales, ha demostrado sus falencias a lo largo de nuestra reciente experiencia democrática. Por ser un listado de personas no modificable, integrado por personas meritorias e individuos de muy cuestionable conducta, ha ocurrido que en las últimas décadas se han empotrado en las funciones del Estado, especialmente en las cámaras legislativas, individuos que no representan a los electores y que no merecen el privilegio de ser elegidos. Con lo cual se ha desvirtuado de raíz uno de los postulados esenciales de la democracia, el que los elegidos deben ser realmente personas seleccionadas que representan verdaderamente a los ciudadanos que los votaron.
Las listas sábana han servido para incluir entre los elegibles a personajes que luego en la práctica cotidiana han demostrado una lamentable conducta personal y pública, muchos de ellos incluso indiciados de ser elementos del crimen organizado como el narcotráfico. Y al mismo tiempo ha permitido que continúen en las cámaras del Congreso personas que no han demostrado su valía en el trabajo legislativo ni han aportado nada constructivo a la convivencia democrática y a la mejora del país. De tal modo que hoy día esa escoria política forma parte casi intocable de la estructura institucional.
En ese sentido, hay que reconocer que en las cámaras del Congreso y otros organismos similares, tanto departamentales como comunales, se ha instalado una lamentable crisis de representación. Los ciudadanos no se sienten representados de ningún modo por muchas de las personas que integran esos colegiados que, sin embargo, han sido votadas por ellos mismos en las elecciones gracias a las listas bloqueadas que presentan los partidos y agrupaciones políticas en las elecciones.
Debido a ese vicio lamentable, la sabia disposición constitucional de que los ciudadanos son electores y elegibles ha tendido a pervertirse.
Por esta razón es muy saludable que en las cámaras del Congreso se estén estudiando disposiciones para el desbloqueo de las listas electorales cerradas y se pueda mejorar de ese modo la calidad de la representación popular. Existen varias propuestas de ley que difieren en detalles, como la utilización o no de urnas electrónicas, si la ley afectará o no a todos los cargos electivos o solamente a los del Congreso, si se aplicarán solamente a las elecciones generales o también a las internas de los partidos y agrupaciones políticas.
Pero lo que ya no está en discusión es que las listas sábana, así conocidas y sufridas por la ciudadanía paraguaya en los últimos tiempos, ya no deben continuar. Falsean el sentido de la democracia y devalúan seriamente el valor de la representatividad popular en los organismos legislativos.
Los legisladores deben tomar conciencia de ello y estudiar de la manera más apropiada cómo enmendar los errores de nuestro sistema eleccionario. En muchos países el sistema de desbloqueo de las listas funciona, tal como ocurre en Brasil, en Perú y Colombia. Y es lo que debemos implantar también aquí.
Las nuevas normas deben garantizar que el ciudadano elector será respetado en sus derechos a la hora de votar y asegurar que los elegidos sean efectivamente los mejores y más representativos de la sociedad. Esto además de otras leyes que se pueden ir añadiendo para perfeccionar el sistema electoral, como la ley de financiamiento político, el control del lavado de dinero, entre otros puntos.
La democracia en el Paraguay se merece un sistema eleccionario que lo más posible se acerque a la perfección y que deje a los delincuentes y sus secuaces fuera de los organismos públicos de representación ciudadana para ser juzgados y condenados por sus delitos. El Congreso y otras entidades de representación ciudadana ya no deben servir para que se escuden los bandidos, eludan sus responsabilidades penales y se rían de la ciudadanía honesta que los votó por culpa de las listas sábana.