La propuesta del presidente Macri de eliminar a los “parlasurianos”, como se los denomina ya popu­larmente, con cierto aire de des­precio, que, haciendo un balance objetivo parece más que merecido, dados los esca­sos resultados, al menos a la vista, de los parlamentarios mercosurianos en general, es decir, un producto de poco valor y, para colmo, caro.

Hemos tenido incluso el ejemplo palpa­ble e impresentable de un parlasuriano de Paraguay, como el caso más evidente, ver­gonzoso y públicamente bochornoso de un representante paraguayo liberal que ape­nas podía expresarse en español ante una entrevista pública.

Es el caso más grotesco, que dejó además en claro que fue electo para el cargo en repre­sentación de su partido por su aporte mone­tario a la campaña y no por sus cualidades para representarnos en el foro regional.

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La propuesta del presidente argentino no es la primera para sacarse de encima el costoso fardo que, a la vista, no justifica su costo, ni apenas el diez por ciento, la de Macri es bastante contundente ya que se trata de un presidente del grupo regional y, además, que atraviesa con serios proble­mas económicos que, más que aclararse con el paso del tiempo y el creciente peso de la crisis, por el contrario, se agrava, por lo que el recorte no le vendría nada mal, más que como un ahorro importante, como una imagen de estadista recortando gastos, a más de los sucesivos aumentos del costo de vida que tienen a mal traer a una Argentina atribulada por la disparada de los precios del consumo cotidiano.

Algunas de las propuestas anteriores a la del presidente argentino ya fueron recibi­das hasta con aplausos en los países de la región y hasta en medios de comunicación que vienen calificando a los parlasurianos como inútiles, en el mejor de los casos.

Pese a la popularidad que pueda tener la propuesta, incluso para la gente común, indignada por el alto costo del parlamento mercosuriano y la falta de resultados de trabajo a la vista, incluyendo la displicencia de los legisladores que no se han dado por enterados de que cuando a uno le pagan un salario, y, encima caro, es para que lo retri­buya con trabajo y obras, no con la displi­cencia que han mostrado hasta ahora.

No es que legisladores mercosurianos no tengan nada que hacer; hay montones de compromisos del bloque que no tienen ni atisbo de ser estudiados y aplicados a la rea­lidad palpable, en vez de al bulebú con soda.

En fin, si ponemos en la balanza los hechos y los no hechos por los legisladores del Mer­cosur, hay que cerrar la oficina y dedicar costoso presupuesto a mejores fines.

No hay que olvidar, como contraparte, sin embargo, que se está hablando de un “poder” del potencial “Estado Mercosur”, es decir del proyecto de integración, inspi­rado en la Unión Europea, un modelo que a trancas y barrancas va saliendo adelante y se ha convertido en un referente de mayor peso de lo que eran los integrantes de hoy por separado y que incluso crece y hasta poner en vilo a la poderosa Gran Bretaña, en el escandaloso y “encuestrucho” Brexit, un calamitoso mal paso legislativo que hoy pone en crisis al europeísmo que tuvo entre sus más entusiastas propulsores al sagaz y visionario Winston Churchill.

Es más que probable que sin él, o algún político de su talla, el Brexit se hubiera esfumado como un mal chiste.

Claro que el tema va también por otro lado, el de los tomates, habría que decir, pero no es menos cierto que el enredo provocado por los británicos en el parlamento sumado a la confusión creada por la propia ministra británica tienen bastante que ver… en fin, un proyecto aprobado por una encuestru­chada operación es la base de la confusión, los parlamentarios británicos son en cierta forma víctimas de su propia ligereza y de una campaña de fake news. En aquel enton­ces dejaron pasar con ligereza la “salida” que hoy es un atolladero sin salida.

No quiero ni pensar en el atolladero en que pueden meterse nuestros displicentes legis­ladores ante cualquier caballo de Troya que quieran meternos en el Mercosur.

Así que la solución de disolver el “Poder Legislativo Mercosuriano” no es una buena solución, aunque pueda significar un aho­rro, un tanto del perejil, aunque sea un perejil muy caro. Por lo menos, vale la pena intentar que los parlasurianos trabajen y que los partidos sean más exigentes, pen­sando que no son bolicheros repartiendo prebendas, sino organizaciones al servicio de la comunidad.

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