El Ministerio de Educación y Ciencias está en estos momentos en el centro de la discusión ciudadana por una serie de hechos que indican una cuestiona­ble gestión en una de las carteras más importan­tes del Poder Ejecutivo.

En el poco tiempo que lleva al frente de tan delicada cartera, el ministro no ha podido campear las dificultades propias de una administración burocrática complicada.Aparte de su falta de preparación técnica para dirigir la educación del país, en los casi ocho meses ha demostrado impericia en el manejo de las relaciones con los funcionarios en la admi­nistración de conflictos.

Y últimamente, al saltar el tema de los docentes jubilados sin reemplazo, salió a luz también su escasa capacidad para gerenciar uno de los ministerios que mayor movi­lidad de funcionarios registran. El problema de gestión demostrado hace concluir que el funcio­nario no es apto para manejar esa institución.

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Eso quedó patente ante la consideración ciuda­dana al constatarse que alrededor de 40.000 alumnos de 2.000 escuelas del Estado en diver­sos puntos del país quedaron sin profesores y sin clases desde el comienzo del año lectivo. Todo por la imprevisión del secretario de Estado, res­ponsable de lo que ocurre en las escuelas, al no reemplazar a los docentes que se jubilaron por término de trabajo.

Haciendo un símil, uno puede imaginarse lo que pasaría en los hospitales del país con miles de pacientes enfermos y heridos si de repente dece­nas de centros de salud se quedaran sin médicos, enfermeras y obstetras, porque el Ministerio de Salud se olvidó de contratar nuevo personal para los nosocomios porque parte de sus empleados se jubilaron como estaba previsto.

Eso es lo que ocurrió en muchas instituciones educativas porque el Ministerio de Educación nada hizo, o no realizó lo suficiente, para reem­plazar a las 2.850 personas que enseñaban en las aulas y se acogieron a la jubilación. Esto sería impensable en cualquier administración normal de cualquier país medianamente organizado.

Es imperdonable que el Ministerio de Educa­ción y Ciencias, una parte muy importante del Estado paraguayo, demuestre semejante dejadez culposa. Porque por culpa de estas autoridades nacionales que se jactan de sus cualidades polí­ticas y profesionales se deja en la calle a tantos alumnos que son las principales víctimas de este hecho lamentable.

En cualquier administración en la que se valora la capacidad técnica y la habilidad en el trabajo por encima de la politiquería se hubiera produ­cido el despido y el castigo de los culpables del abandono de los chicos en edad de educación.

Los estudiantes organizados, conscientes del perjuicio que sufren los 40.000 alumnos, protes­taron el lunes último durante un acto realizado en el Congreso cuando el ministro de Educación asistió a una audiencia pública sobre reforma educativa. Le reclamaron una solución a cor­tísimo plazo para enfrentar la situación de los estudiantes sin docentes, a lo que el ministro respondió señalando que las manifestaciones y el escrache que le hicieron los estudiantes se deben a los políticos que están detrás de los jóve­nes y los manipulan.

Los políticos del Senado hablaron de hacerle una interpelación al ministro por la situación apun­tada, cosa que el gremio de directores está solici­tando a los legisladores.

Pero las interpelaciones y otras medidas políti­cas similares no sirven para solucionar el pro­blema de fondo, sino solo para el estólido juego politiquero al que están acostumbrados. El Ministerio de Educación debe contratar rápi­damente a los docentes que necesitan las aulas abandonadas para atender a los chicos en edad escolar, que es la situación que hay que remediar de inmediato. El Gobierno tiene que poner al frente de la cartera a gente capacitada para este trabajo tan especializado.

Porque si el Ministerio de Educación está así, es justamente por culpa de los políticos que no ven las cosas más allá de sus mezquinos intereses de facción. Y si el ministro Petta no tiene que estar al frente de esa cartera, es responsabilidad de los que lo pusieron en ese lugar.

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