El Gobierno acaba de mostrar el ejemplo más elocuente del desorden administrativo y la anarquía en el manejo de los intereses públicos con el cariz que está adquiriendo el famoso caso de los aumentazos concedidos por el Congreso a funcionarios amigos y correligionarios, a pedido de muchos organismos del Ejecutivo y otros entes del Estado. Cada ministerio u organismo público defiende solo sus criterios egoístas, sin importarles las normas vigentes ni la disciplina que tiene que haber en una administración estatal que se precie de equilibrada.
El Ministerio de Hacienda, que intenta poner orden en medio del desarreglo administrativo, parece no tener el respaldo de la más alta autoridad política y sigue discutiendo infructuosamente con los que llevaron los aumentos y que no piensan retroceder en su intento. Ahora la Secretaría de la Función Pública (SFP), un organismo del Poder Ejecutivo, con una resolución traída de los pelos intenta justificar los incrementos con apoyo de los privilegiados que ya se manifestaron públicamente para no largar el zoquete.
Según las estadísticas existen 301.926 empleados públicos en nuestro país. Pero, sin justificación profesional e ignorando los procedimientos administrativos y legales, concedieron aumentos a 2.123 privilegiados mediante los contactos políticos y favores a amigos en el Congreso, sin conocimiento del ordenador de gastos del Estado, que es el Ministerio de Hacienda.
Luego de la protesta inicial de Hacienda, en los primeros días de febrero, en reunión con el presidente de la Comisión Bicameral de Presupuesto del Congreso, el ministro de esa cartera admitió a regañadientes que el aumento era legal. Un día después, debido a la fuerte presión pública, emitió una resolución por la cual suspendía los pagos de esos incrementos que él mismo había considerado como correctos. Y solicitó a todos los organismos públicos beneficiados que, en un plazo determinado, explicaran y remitieran datos detallados de los aumentos a funcionarios de sus dependencias.
El plazo se cumplió el fin de semana y hasta el lunes último menos de la mitad, solo 17 de las 36 entidades involucradas, respondieron la requisitoria de la cartera fiscal. Los que no contestaron no solo incumplieron las normas administrativas, sino que ahora se burlan de Hacienda no respondiendo en el plazo estipulado el pedido. Esa es la seriedad de muchos organismos públicos que en medio del desorden que hay en esta administración estatal pueden hacer lo que quieran.
El dictamen de la Secretaría de la Función Pública es la guinda que adorna esta caótica torta. Justifica los cuestionados aumentos diciendo que un análisis del ámbito penal indica que no existiría ningún derecho violentado en el cumplimiento de la ley de presupuesto que autoriza los aumentos. Claro, se olvidó de lo que estipulan algunas leyes como la que regula los procesos administrativos para la promoción de los funcionarios, la Ley 1626/00, principalmente.
Ante este dictamen el titular de la cartera de Hacienda señaló que era esperable la respuesta de la SFP porque los funcionarios de esa secretaría también se aumentaron los sueldos y son parte interesada en el asunto. Cuestionó la postura de este organismo que fue creado justamente para poner orden entre los empleados del Estado y no para multiplicar el caos.
En otras palabras, ya están enfrentados públicamente los exponentes del Poder Ejecutivo para resaltar aún más la falta de equilibrio entre los organismos del Gobierno.
La administración de Mario Abdo Benítez está dando con esto un lamentable ejemplo de conducción ante la ciudadanía que está expectante. Porque resalta la carencia de orden administrativo, que en último término pagan los contribuyentes, debido a los aumentazos solicitados por los mismos organismos del Poder Ejecutivo que requieren un freno de la máxima autoridad.
El pueblo paraguayo no tiene por qué pagar los favores que hacen algunos funcionarios a su clientela para alimentar a sus correligionarios y operadores políticos dejando de lado los genuinos intereses del país. El Presidente debe poner orden en el Poder Ejecutivo y mostrar que es capaz de hacer una gestión equilibrada como la que necesita la nación.