La crítica situación de Venezuela, que sobrepasa largamente lo político, pues se traduce en un grave problema humanitario, necesariamente requiere una solución política: nuevas elecciones para reemplazar al régimen ilegítimo de Nicolás Maduro. Pero como el autócrata no quiere renunciar al poder se plantea ahora otra situación para el país caribeño, que ojalá no signifique el derramamiento de más sangre de la que ya ha ocasionado este gobierno.
Recientemente, la Unión Europea (UE), que representa al grupo de países occidentales de mayor prestigio democrático, emplazó al régimen venezolano a que llame a elecciones democráticas para consagrar a las nuevas autoridades del país. Pero Maduro se negó y entonces ahora las principales potencias de Europa reconocieron como presidente de Venezuela al titular de la Asamblea Nacional, el diputado Juan Guaidó, que recientemente se proclamó como presidente interino hasta que haya nuevas elecciones.
Lo cierto es que la mayoría de los países democráticos ha manifestado desconocer el nuevo mandato de Maduro, luego de reasumir el 10 de enero, como resultado de una farsa electoral no aceptada por las democracias. Entonces, el panorama ya está claro: el Presidente reconocido de Venezuela es Juan Guaidó, que interina el mandato hasta los comicios que se deben realizar en un breve plazo.
Pero como esta opción implica dejar el poder, el chavismo no lo acepta, lo que hace muy necesaria una fuerte presión internacional para que los sostenedores de Maduro entren en razón, reconozcan su falta de legitimidad democrática y acepten ir a las urnas, como corresponde.
El Grupo de Lima, del que forma parte el Paraguay, ha sido particularmente claro en su postura sobre el panorama en Venezuela. En su última declaración emitida luego de la reunión de emergencia llevada a cabo en Ottawa señaló su gran preocupación por la grave situación humanitaria que vive ahora ese país y llamó a las Fuerzas Armadas venezolanas a que acepten a Juan Guaidó como presidente encargado y le manifiesten su lealtad como mandatario.
Este grupo de países latinoamericanos, aparte de condenar con dureza las graves violaciones a los derechos humanos por parte de Maduro, solicitó a la comunidad internacional que le aplique sanciones, para que el régimen venezolano no pueda hacer transacciones financieras ni comerciales con otros países del mundo, y pueda así aceptar llamar a comicios.
Mientras las democracias del mundo presionan por una salida pacífica yendo a elecciones, solo apoyan a Maduro sus aliados, como Cuba, Rusia, China, Bolivia, Corea del Norte, países sobre cuyo fervor por la democracia no hace falta comentar.
Para entender mejor la situación de Venezuela no basta con saber que desde el 10 de enero Maduro ya no es el presidente, porque las elecciones de mayo pasado en que fue “reelecto” fueron ilegítimas al no cumplir las normas electorales, sino que la asunción del diputado Juan Guaidó como presidente interino corresponde a las disposiciones de la Constitución que rige en ese país.
Dicha Carta Magna, en su artículo 233, prevé que ante la “falta absoluta de presidente electo”, se procederá a una nueva elección universal, directa y secreta dentro de los 30 días siguientes. Y mientras se elige y toma posesión el nuevo mandatario, se encargará de la Presidencia de la República el presidente de la Asamblea Nacional.
De ahí procede la legitimidad de Juan Guaidó, que preside la Asamblea Nacional, como presidente actual de la República de Venezuela. Y es por ello que las democracias del mundo lo reconocen ahora como el primer mandatario legítimo de ese país y le ofrecen su ayuda.
Debido a lo dispuesto en el Art. 233 de la Constitución de Venezuela, que obliga a ir a elecciones en 30 días, es que ahora se espera la convocatoria de los comicios para la elección del nuevo mandatario.
Teniendo en cuenta todos esos elementos de orden legal, y debido a la necesidad de una solución al drama venezolano, lo único que se puede pedir ahora es que se cumpla sin retaceos la Constitución de ese país y los venezolanos concurran a las urnas para elegir al nuevo y legítimo presidente de la República.