En su mensaje de fin de año a los funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores (MRE), el canciller nacional se jactó de lo que denominó los logros alcanzados por la cartera durante sus cuatro meses de administración. En una demostración casi infantil de egolatría, afirmó textualmente que “este es uno de los ministerios que mayores logros ha dado en tan poco tiempo a la actual administración del Gobierno de la República”, sin el más mínimo afán de objetividad. Porque en su balance se atribuyó méritos de otros ministerios, se olvidó de recordar sus gravísimos errores en política exterior y se vanaglorió de hechos sin mayor trascendencia para la vida del país.
Al discurso de fin de año del canciller le viene como anillo al dedo la sabia expresión castellana de “dime de qué alardeas y te diré de qué careces”. Porque hablando con sinceridad, Relaciones Exteriores ha sido en estos últimos cuatro meses el ministerio que más graves errores ha cometido demostrando una política errática, sin un rumbo equilibrado, por lo cual acercó a Paraguay a varios países muy cuestionados por sus credenciales democráticas y lo alejó de naciones que han demostrado siempre una gran amistad y cooperación. Tanto es así que en menos de medio año construyó una lamentable lista de amistades peligrosas.
Recordó como la gran cosa la visita del cuestionado presidente de Turquía, Recep Erdogan, actualmente malquistado con las grandes potencias occidentales como Estados Unidos y la Unión Europea, y que ahora es el mejor socio y amigo del dictador de Venezuela, Nicolás Maduro. La verdad es que hay que ser muy ingenuo, por no decir otra cosa, para alardear de la amistad con el dictador turco, que tiene a centenares de presos por razones políticas en las cárceles de su país.
También citó al emir de Qatar como uno de los ilustres visitantes, un mandatario de un país no democrático que tiene serios reparos de otros gobiernos árabes por apoyar el terrorismo en ciertas naciones. Recordó la visita del presidente de Montenegro, un país digno y sufrido, pero de moderada importancia económica y política, al ser una república algo más pequeña que el departamento de Canindeyú y con menos de 700 mil habitantes.
La visita del primer ministro japonés sí fue importante, por ser Japón uno de los mejores aliados del país, pero su venida no es mérito del Gobierno, ya que el mandatario llegó de paso luego de la cumbre del G20 llevada a cabo en Argentina por la importancia que tiene Paraguay para su país.
Se atribuyó también como gran logro suyo la obtención de la ayuda monetaria de US$ 155 millones de los Fondos Estructurales del Mercosur (Focem), ignorando el proyecto realizado por Obras Públicas y la gestión económica hecha para ello en Montevideo por el Ministerio de Hacienda.
Pero, por extraña casualidad, en su evaluación de trabajo el canciller tuvo un inexplicable lapsus y se olvidó de contar que, mediante su gestión, Israel rompió sus relaciones diplomáticas con Paraguay y cortó todas las cooperaciones técnicas y económicas que tenía con nosotros. Y que está coqueteando nada menos que con Irán y con algunas naciones árabes muy conocidas por su afán de eliminar a Israel de la faz de la tierra.
El señor canciller está en su derecho de elogiar al Gobierno al que pertenece y de enumerar los logros que pudo haber alcanzado en este tiempo. Pero su compromiso como funcionario es respetar la verdad de los hechos y no buscar engañar a la ciudadanía con dichos que distan mucho de la realidad o con medias verdades inconducentes.
Como responsable de tan delicada cartera, está obligado a trabajar por los verdaderos intereses del Paraguay con responsabilidad y patriotismo. Y no a hacer relatos de dudosa credibilidad a una ciudadanía que tiene suficiente capacidad para informarse de la verdadera entidad de los acontecimientos.