El insólito incidente de esta semana con el superinten­dente de salud que motivó su despido en forma abrupta, aparte de ser un ejemplo de mal manejo de la tarea de gobierno, deja también al desnudo la importancia de apostar todos a una mejor idea sobre la salud pública en el Paraguay Lo que tenemos, como balance deficita­rio en materia de salud, es parte de una intrincada red de problemas que devie­nen del pasado y estriba en la ausencia de aplicación adecuada de la clase polí­tica a la cuestión sanitaria.

Si bien han existido avances importan­tes en materia de equipamientos o erra­dicación de enfermedades, la salud en general sigue en deuda y no se observan grandes ideas para generar un cambio dramático en esta situación.

Una de las razones de este estanca­miento tiene que ver con la política. La política, llámese partidos políticos, congresistas, ejecutivos, etcétera, no ha alcanzado hasta hoy a situar a la salud como una agenda prioritaria y trans­versal.

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Esto significa que la salud no ha logrado generar sentido para que ella esté por encima de las cotidianas esce­nas de canibalismo político que nos agobian e impiden la generación de políticas públicas.

Con frecuencia, y en estos meses inau­gurales del nuevo gobierno se observa en detalle, los políticos solo piensan en crear la misma rueda una infinidad de veces sin detenerse a pensar en lo provechoso que sería que asumieran el legado del gobierno anterior y sobre este edificio seguir construyendo.

Este canibalismo provoca que todo se inicie de nuevo al empezar cada período presidencial, por lo cual no se pue­den implementar políticas públicas en salud.

Un buen ejemplo tendría que ser lo que sucede en la economía en nuestro país que hace décadas aprendió la lección y gracias a ello, mediante esta lección aprendida, hoy es ejemplo en la región en materia de solidez y eficiencia.

Para empezar, el Poder Ejecutivo y el Congreso tendrían que congeniar en puntos claves al respecto de lo que queremos hacer en materia de salud pública, aparte de pagar el sueldo a los trabajadores. No siempre se necesitan inversiones estructurales extraordina­rias, muchas veces lo que falta es imple­mentar prácticas que sean exitosas en materia de prevención, por citar un ejemplo.

Como testimonio de lo que decimos tenemos al dengue, que nos agobia cada año y nos llama a la reflexión sobre la necesidad urgente de plantear cambios culturales en el abordaje de esta mate­ria pendiente de erradicar.

Es de responsabilidad de la clase polí­tica apartar por un momento las razo­nes que les provocan división, polari­dad y odio, para sentarse en una mesa, con las banderas reunidas de diferentes pensamientos, con la finalidad de dise­ñar, por fin, una ruta crítica que coloque a la salud en el tope de las aspiraciones junto con otros temas como la educa­ción y la erradicación de la pobreza. Todo ello constituye la fuente donde abreva el mismo problema, realmente.

Una agenda de salud congeniada entre todos los sectores es una prioridad para legar una generación mejor preparada para afrontar los grandes desafíos del futuro.

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