Este domingo 7 de octubre, cerca de 150 millones de brasileños irán a las urnas para elegir al presidente y al vicepresidente así como a miembros del Congreso Nacional, gobernadores y vicego­bernadores estatales, además de las asambleas legislativas estatales y la Cámara Legislativa del distrito federal.

La mayor economía de América Latina, principal socio del Mercosur y una de las economías emergentes, elegirá en primera ronda al sucesor de Michel Temer, el hombre que llegó al Palacio de Planalto, en Brasilia, luego de la destitución vía impeachment de Dilma Rousseff.Brasil es un actor político de relevancia en el hemisferio y en el mundo, y gravitante en mate­ria económica y diplomática. Por tanto, la elec­ción que se llevará a cabo el día de mañana, sin ninguna duda, reviste interés para la región y para el Paraguay, en particular.

Por constituirse en una de las economías más grandes y por ser el principal socio del Merco­sur, la región sigue con detenimiento el proceso electoral que este domingo acaba, al menos en su primera vuelta, con la elección de varios esta­mentos de gobierno, del más bajo al más alto.

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La campaña de este 2018 ha demostrado ser una de las más atípicas de los últimos años en razón del efecto Lula da Silva, quien era uno de los favoritos según las encuestas y que cumple una condena por corrupción que le impidió ser can­didato. El caso del ex mandatario ha dividido al país vecino y en el que la característica sorpre­siva haya sido el ascenso de Jair Bolsonaro como principal favorito a ganar la votación el día de mañana.

Los brasileños buscan dejar atrás aquellas polí­ticas aplicadas en tiempos del Partido de los Tra­bajadores (Lula-Dilma Rousseff) que ayudaron a crear la peor recesión registrada en el vecino país y ser uno de los protagonistas del escándalo de corrupción más espectacular en la historia reciente del gigante sudamericano.

Más allá de la decisión, inequívocamente sobe­rana del pueblo brasileño, está claro que las rela­ciones bilaterales entre Paraguay y Brasil en materia de cooperación, de intercambio comer­cial y de integración se mantienen en un gran momento histórico.

La agenda bilateral es amplísima. Tanto para brasileños como paraguayos, uno de los temas que ya ocupan hoy el interés tiene que ver con la renegociación del Tratado de Itaipú, que debe realizarse en el 2023 y que tendrá también, por el lado de Itamaraty, a nuevos negociadores.

Dentro de esta amplísima agenda, el intercam­bio comercial entre los países ha ocupado un lugar preponderante en los últimos años y este flujo cobró aún más fuerza luego de que los ban­cos centrales de los dos países acordaron utili­zar la moneda local, lo cual permitirá realizar transferencias en reales o en guaraníes para el pago de operaciones de comercio exterior y ser­vicios relacionados a esa actividad, entre los que se destacan transportes, fletes y seguros. Aun­que la economía brasileña no esté pasando por su mejor momento, ya que sus índices de cre­cimiento son relativamente bajos (este año, en julio, hubo un resultado positivo del 0,2%), no resulta difícil entender que este indicio de nor­malización de su crecimiento tendrá efectos positivos en la economía paraguaya.

Fuera del comercio exterior, otra de las áreas en la que deberá insistirse con empeño es en la inte­gración y la cooperación. Resulta ineludible que la condición de mediterraneidad del Paraguay exige a nuestras autoridades impulsar un memorán­dum vasto que se ocupe de los asuntos aduane­ros, en la ampliación de la cooperación en materia de seguridad así como de proyectos en el área de vigilancia sanitaria y los recursos hídricos.

Paraguay ha sido un aliado irrestricto del Brasil y un receptor por excelencia de las inversiones de capital brasileño. Están concomitantemente unidos por sus fronteras, pero también por sus intereses. Es tiempo de relanzar esos compro­misos y de trabajar en aras del bienestar de nues­tros pueblos.

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