El peligroso flirteo del Gobierno Nacional con gobiernos acusados de vinculación con el terrorismo internacional y el acercamiento a países que no sobresalen por sus prácticas democráticas y tradición pacifista llaman poderosamente la atención. Cuando menos hace sospechar que el Ejecutivo no sabe muy bien adónde apuntar en materia de relaciones internacionales o, en el peor de los casos, está buscando deliberadamente amistades que son de cuidar, no sabemos a cuenta de qué ni para beneficio de quiénes. Lo que sí está decididamente claro es que ese tipo de vínculos no corresponde a las necesidades del país ni forman parte de los altos intereses del Paraguay. Por lo que es una conducta muy cuestionable del Poder Ejecutivo que no se puede aceptar pasivamente.
Entre los asuntos que reprochar al Gobierno está que últimamente ha comenzado a cortejar nada menos que a Irán, un país conflictivo que no solo está sospechado de apoyar al terrorismo, sino incluso fuertemente sindicado de haber participado en algunos lamentables hechos acontecidos. Tal es el caso del atentado del 18 de julio de 1994 contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en Buenos Aires, que ocasionó 85 muertes y más de 300 heridos. Según las investigaciones judiciales realizadas en la Argentina, el Gobierno de Irán está fuertemente comprometido en ese acto terrorista no solo como inspirador sino como instigador y financiador de esa terrible matanza, la mayor que se conoce en esta parte del mundo en un solo acto de terror.
Las acusaciones son de que no solo tiene responsabilidades políticas y económicas en la materia, sino que no ha prestado colaboración alguna para el esclarecimiento del hecho, lo que hace más sospechosa aún su actuación. Por ello el presidente argentino Mauricio Macri, en la reciente asamblea de las Naciones Unidas en Nueva York, pidió a la República Islámica de Irán que colabore con la investigación del atentado terrorista contra la AMIA poniendo a los ciudadanos iraníes imputados a disposición de la justicia argentina. En los 24 años que van de esa tragedia, Irán no solo no ha colaborado para esclarecerla, sino que ha dado refugio a los terroristas.
Otro de los países con los que la administración de Abdo Benítez está estrechando vínculos es Turquía, que tiene un gobierno reconocidamente autoritario que había sido acusado por el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos de crímenes y profundas violaciones a los derechos humanos. Un detalle del comportamiento turco es que, según la ONU, alrededor de 600 mujeres con niños pequeños estaban aún detenidas a finales de diciembre pasado en Turquía por razones políticas.
Estos son los nuevos amigos de este gobierno.
A esto hay que añadir el traslado de la embajada paraguaya de Jerusalén, para complacer a los enemigos de los judíos como Palestina, que a cambio de ello prometieron instalar su legación diplomática en el Paraguay. Con ello no solo provocó un conflicto con Israel, sino que hizo que ese país retirara su embajada de Asunción y cortara todo tipo de cooperación con el Paraguay, con el consiguiente perjuicio para los paraguayos. Como puede observarse, el acercamiento a países de cuestionable catadura democrática y algunos con sospechas de relacionamiento terrorista es la política del gobierno de Abdo Benítez. Esta situación es inaceptable y debería ser rechazada como peligrosa para los intereses del país.
Lo que correspondería es que el Gobierno dé explicaciones satisfactorias sobre estos desaciertos. Y que lo más pronto posible rectifique estos hechos que van contra la mejor tradición paraguaya de amistad con los países y pueblos que creen y practican la democracia y que además no forman parte ni apoyan al terrorismo internacional.