Es indudable que las largas relaciones bilaterales con Estados Unidos atraviesan un buen momento en prácticamente todos los órdenes: el político y diplomático, el de cooperación en el campo educativo y de seguridad, así como el intercambio comercial.
La mayor potencia económica y militar del planeta tiene al Paraguay como un aliado de peso y de relevancia en el concierto de las naciones del hemisferio, donde la política exterior de nuestro país ha sabido acompañar las posiciones de Washington en las grandes preocupaciones de la región como la crisis en Venezuela o la ayuda humanitaria en Haití, o en los temas prioritarios de agenda como la cooperación contra el lavado de dinero, el combate al narcotráfico o el combate a las organizaciones delictivas que financian el terrorismo a nivel internacional.
Los últimos gobiernos de nuestro país han sabido dar su fuerte respaldo a estas iniciativas que buscan tornar a la región en una zona segura y libre de los delitos trasnacionales.
Aun en el marco de la torpeza diplomática cometida por la Cancillería, encabezada por Luis Castiglioni, que erróneamente retrotrajo una decisión tomada por el gobierno de Horacio Cartes de trasladar la embajada paraguaya de Tel Aviv a Jerusalén, iniciativa que había concitado gran simpatía en la administración Trump, las relaciones tienden a seguir potenciándose.
Y prueba de esta larga amistad y confianza hacia los últimos gobiernos y, en especial, a la democracia paraguaya, ha sido la presentación realizada por el embajador norteamericano, Lee McClenny, sobre la futura sede de la legación diplomática en Asunción. El dato que más llama la atención y que sorprende es la inversión que realiza el Departamento de Estado del gobierno de Donald Trump: el complejo tendrá un costo final de 250 millones de dólares.
Salvando las especificaciones de seguridad y resguardo a las cuales se ajustan todas las embajadas estadounidenses en el mundo entero, la representación en Asunción –literalmente– “se abre” a los paraguayos.
El nuevo recinto de la diplomacia norteamericana que está en febril etapa de construcción incluye una cancillería, un área para el departamento de seguridad del cuerpo de Infantería de Marina, servicios de apoyo, instalaciones para la comunidad de la embajada y estacionamiento. Además, este verdadero complejo que se construye en el patio contiguo de la actual sede ubicada en la intersección de las avenidas Mariscal López y Kubitschek ofrecerá una plataforma segura, moderna y ambientalmente sostenible para el desarrollo de las políticas que Washington implementa para con el Paraguay.
Otro punto destacable, que constituye también un guiño hacia las cordiales relaciones bilaterales, es que el diseño del recinto tendrá los colores de la tierra, las costumbres tradicionales de la rica cultura guaraní, cumpliendo lógicamente los estándares de seguridad y funcionalidad.
Otra forma de apertura de la nueva sede es que dejará atrás también su imagen de verdadera fortaleza impenetrable e inaccesible para el ciudadano común, ya que está proyectado también un emplazamiento consagrado al arte, con la Oficina del Arte, donde se llevarán a cabo muestras de arte y exposiciones de obras de artes de artistas paraguayos y estadounidenses, un acontecimiento impensado años atrás, especialmente luego de los luctuosos sucesos del 11 de setiembre del 2001.
Las relaciones entre los dos países son dinámicas y se han afianzado con el correr de los años, lo que ha permitido además consolidar aquellas áreas como la educación o el intercambio comercial. La construcción de una nueva embajada sienta las bases definitivas de la consolidación de los vínculos de larga data entre Washington y Asunción, pero es también la muestra fehaciente de que paraguayos y norteamericanos comparten los mismos valores y los mismos ideales, conciben un respeto mutuo, de soberanía, de amistad y basado en principios de democracia.