Las declaraciones formuladas ayer por el oficial Gustavo Florentín, vía Abc Cardinal, producen dos resultados: derrumba un maltre­cho edificio de mentiras construido por los manejados por Efraín Alegre en su estrate­gia política-jurídica y mediática en el afa­noso objetivo de relacionar a autoridades del Gobierno con una inexistente orden de ataque al PLRA y, por otro lado, confirma que la versión sostenida por este diario en el relato de los hechos siempre fue la más obje­tiva y desapasionada a la hora de describir lo sucedido.

Florentín no solo ratifica que no había orden superior, sino es contundente e incluso iró­nico ante la insistencia de sus entrevistado­res al señalarles que "se menciona al presi­dente de la República. No era él quien estaba tirando las bombas molotov".

Así como ya lo adelantó este diario en sus investigaciones -libres de toda contamina­ción proselitista-, el oficial Florentín afirma que la orden del comisario Cantero fue que vayan al diario ABC porque había una turba a punto de atropellar el diario. Y que ese es el motivo por el cual estaban en esa zona de la ciudad. Por lo tanto, nadie les dijo que ata­quen el PLRA categóricamente.

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Es más, es el propio Florentín quien afirma nada menos para Abc -uno de los medios que proclamaban "la otra versión"- que no tenían como plan ingresar al PLRA. "La turba no se tranquilizó y desde adentro empezaron a tirar piedras", afirma clara­mente, agregando que "uno de nuestros camaradas estaba herido, el llamado de ofi­cial caído es para que actuemos; nosotros no sabíamos que era el PLRA".

Si nos retrotraemos al relato "armado" por abogados, medios y políticos del PLRA se recordará una denuncia que queda ridícu­lamente desmoronada: aquella que preten­día que el objetivo de las fuerzas policiales era Efraín Alegre. Versión que ni mirándose al espejo el propio Alegre era capaz de creer. "Dentro del local del PLRA no escuché a nadie decir el nombre de Efraín Alegre", afirmó ayer Florentín, acosado por consul­tas que se basaban en la versión mediática instalada de manera impune por muchos meses.

Nunca hubo una orden para atacar el PLRA y mucho menos herir a nadie en su interior. Los hechos se produjeron a consecuencia de las lamentables circunstancias encade­nadas que empiezan con el arribo del con­tingente a ABC Color y luego persigue a los vándalos hasta su refugio en el local parti­dario.

Todo este montaje planteado desde la ver­sión de Alegre y sus amigos políticos, aboga­dos y periodistas tiene que ser revisado con seriedad, porque no se puede manipular tan gratuitamente a la opinión pública. Afor­tunadamente, Gustavo Florentín demostró ayer que la mentira tiene patas cortas.

Más temprano que tarde, debe juzgarse con todo el rigor de la ética política y la ley a los responsables de organizar a jóvenes para producir bombas "molotov" nada menos que en un local partidario, exponerlos a su enfrentamiento salvaje con la Policía Nacio­nal con las consecuencias que tales accio­nes han acarreado, una de ellas irreversible: la muerte de un joven militante del Partido Liberal Radical Auténtico, Rodrigo Quin­tana.

Efraín Alegre y sus abogados deben expli­car por qué convirtieron el local de un par­tido político en un polvorín salvaje, escena­rio de un episodio que todos lamentamos. Y, obviamente, deberán también explicar para la historia por qué encendieron la mecha de todos estos hechos las manos que quemaron el Congreso de la República, situación aún impune y guardada bajo la alfombra de los intereses proselitistas y mediáticos hasta hoy.

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