A más de 10.000 kilómetros de Asun­ción, en Ciudad del Vaticano, pleno corazón de Roma, se produjo ayer jueves un acto de muy honda signifi­cación para el sentimiento de los paraguayos y que con seguridad habrá conmovido a muchos compatriotas de todo el mundo: en los jardines vaticanos se instaló un mosaico de la Virgen de Caacupé y se plantaron dos arbolitos de lapa­cho nacional, uno que produce flor amarilla y otro que tiene flores blancas.

En uno de los rincones más bellos de la capi­tal del catolicismo mundial se implantó así un pedazo del corazón paraguayo simboli­zado en la imagen de Caacupé y dos arboli­tos autóctonos de nuestro país. En la emo­tiva ocasión flameó la tricolor bandera y se escucharon las palabras del presidente de la República y del arzobispo de Asunción, a quienes rodeaban los obispos del Paraguay, dignatarios de la Iglesia y funcionarios, en medio de la fresca mañana romana.

Guste o no guste, el simbolismo de la Virgen de Caacupé como parte de la cultura religiosa paraguaya es de indiscutible importancia, pues acaso no haya otra figura que convoque a tantos paraguayos en nuestro país y el exte­rior que tienen esa creencia que determina su vida, que llamamos fe.

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Y, aunque el Estado paraguayo es confesio­nalmente laico, no se puede desconocer la incuestionable contribución que la Iglesia Católica ha hecho en la formación histórica y cultural de la nación paraguaya, como justa­mente reconoce el artículo 82 de la Constitu­ción Nacional.

Por todo ello, la implantación de este sím­bolo de la fe religiosa, de la cultura tradicio­nal y uno de los árboles más emblemáticos del Paraguay en el suelo de un Estado tan caro al sentimiento de los paraguayos trasciende ampliamente su importancia material. Pues toca el corazón de muchos y constituye tam­bién un hecho político nada despreciable.

Así lo han entendido las autoridades naciona­les, por lo que el propio jefe de Estado estuvo presente y pronunció un discurso señalando la alta significación del acontecimiento. El Presidente expresó su gratitud al Estado del Vaticano por el privilegio de contar en sus famosos jardines con la imagen de la Vir­gen de Caacupé representada en un delicado mosaico y la plantación de nuestro árbol nacional, el tajy. Recordó que las relaciones entre la Iglesia y el Estado en el Paraguay se basan en la independencia, la cooperación y la autonomía. Calificó de histórico el aconte­cimiento y renovó su gratitud al papa Fran­cisco por su amor a la Virgen de Caacupé y "a nuestro querido Paraguay".

A pesar de que el acto no formará parte de los grandes titulares de los noticieros de los principales medios de comunicación, es un hecho que aparte de su alto sentido simbólico tiene su importancia política nacional indis­cutible. Un país anteriormente aislado del concierto internacional, como Paraguay, que no aparecía en los más importantes cónclaves de las naciones del planeta, decididamente va conquistando espacios, ocupando sitios y dándose a conocer con la fuerza de su propia personalidad.

Sabemos que Ciudad del Vaticano, con sus 44 hectáreas de superficie, es uno de los Esta­dos más pequeños del mundo. Que no tiene grandes ejércitos ni misiles para hacer tem­blar el mundo. Así y todo, posee su represen­tación diplomática en todos los países y es la capital de más de 1.200 millones de perso­nas que profesan la fe católica y que viven en todas las naciones del planeta. Un Estado que por su autoridad moral y su fuerza espiritual tiene un indiscutible peso en el concierto de la comunidad internacional.

La instalación física de símbolos de nuestro país en un rincón del Vaticano constituye una muestra de la presencia del Paraguay en los más diversos sitios del mundo, de su vigen­cia como integrante activo de la comunidad internacional. Y el testimonio elocuente de uno de los sentimientos más nobles de nues­tro pueblo.

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