Como era de esperar, casi no hacía falta que los senadores se agotaran acudiendo a la reunión que estaba anunciada para ayer previamente sin quórum. Podían haberse ahorrado el viaje hasta el centro exclusivamente para repetirle a los periodistas lo que ya dijeron la semana anterior y la anterior… que no iban a tratar el veto presidencial porque los opositores no tienen votos suficientes para rechazarlo, por lo que debiera haber estado ya archivado y el Congreso y el Ejecutivo trabajando en los proyectos alternativos, que ya han sido presentados, para paliar los problemas reales de los agricultores reales; pero, al parecer, la urgencia de "los campesinos" que marcharon durante más de treinta días afectando a los miles y miles de ciudadanos que circulan, trabajan, comercian, producen… etc.
etc., en el centro de la capital no estaban tan apurados y desesperados como clamaban, y que la emergencia que reclamaban como urgentísima, de vida y muerte, no lo eran tanto… Si alguien tenía alguna duda a estas alturas no existe ciudadano tan tremendamente estúpido como para no preguntarse, por qué tanto ruido… y, mucho menos, para responderse que la única causa era hacer barullo, es decir, hablando mal y pronto, quilombo para desestabilizar al Gobierno; es decir, al país, perjudicando a esa gran mayoría de los ciudadanos que hacen parte de su vida y sus labores inevitablemente en el centro de la capital.
En fin, para desestabilizar al país y pescar en río revuelto, debilitando al oficialismo, como fuerza electoral, sin contemplar las consecuencias que ese desgaste pudiera tener para el país.
La prudencia oficial, sumada a la paciencia ciudadana, salvó que, como algunos pretendían, como pretendieron en el asalto al Congreso, no pasara a mayores. A la vista retrospectiva de hoy, cuando la proclamada urgencia desesperada de los desesperados campesinos que hicieron esperar y desesperar a los transeúntes de la capital suena a ridícula, a farsa grotesca, pero sobre todo a burla contra la ciudadanía, contra esos comerciantes que tuvieron que cerrar sus comercios, a esos trabajadores que no pudieron llegar a su trabajo o no llegar a tiempo y sufrieron las consecuencias, a pacientes que no pudieron llegar a su atención médica, a profesionales que perdieron citas y hasta contratos, a pequeños comerciantes que tienen su "mercadito" en el centro y que lo vieron cerrado y vieron pudrirse sus mercaderías, sufriendo encima la bofetada del verdadero fin de la protesta, la lucha por un puñado de votos, el perjuicio de muchos y el beneficio de algunos de obtener un puñado de billetes, suena también a insulto, a falta de respeto cívico.
No es el único caso a la vista; está el de algunos líderes gremiales docentes que fomentan la protesta y el paro y, sin duda, en cualquier momento coparán las calles sin respetar los derechos de los demás, pero que, más que docentes, en la actual coyuntura son candidatos a cargos políticos por sectores de la oposición.
En este caso hasta se agrava la vergüenza ajena y la propia indignación, ya que resulta que la manipulación es doblemente grave, porque el interés gremialista de la mayoría de los trabajadores queda aquí manoseado para el beneficio de los que, en vez de privilegiar el interés general del gremio, lo subyugan a favor del interés electoralista para obtener un cargo.
Docentes que son candidatos políticos anteponiendo su campaña y la del partido o movimiento al que pertenecen a su deber gremial, traicionan a los intereses de los docentes y, es de suponer, aunque tal vez sea mucho suponer, a la docencia y a la educación, y a los estudiantes.
Son formas bastante groseras de manipulación que no deberían a estas alturas engañar a nadie, salvo por el hecho de que cuentan con gran apoyo mediático que es también subordinación de los principios de la información a la promoción de los candidatos propios de los grupos de poder: escondiendo el rol político que anteponen al de informadores.
El país sufre así el desgaste de los intereses de unos pocos en el falso nombre de los intereses nacionales. Algo muy parecido a un delito de lesa patria.