Hoy 15 de mayo, Paraguay no solo celebra su fiesta patria, sino también el día de las madres. Mujeres de lucha incansable, de horas de insomnio, angustia y dolor por cada uno de sus hijos. Para homenajearlas, La Nación presenta la historia de madres, en las que se reflejan muchas otras. Ellas destacaron lo maravilloso que es ejercer el rol, a pesar de las pruebas que a diario les toca enfrentar.
Por LOURDES PINTOS
"La mujer paraguaya es la más gloriosa de América", lo dijo el Papa Francisco durante una misa realizada en la Basílica de Caacupé. Con las historias de nuestras entrevistadas queda más que confirmada que las paraguayas, y sobre todo las madres, son un verdadero ejemplo de lucha, valentía y superación. Es por ello que las protagonistas de esta nota son Rosa Brítez, quien crió a sus 13 hijos trabajando en el arte; María Giménez, quien a pesar de tener una discapacidad intelectual lucha por sacar adelante a su hijo de 7 años y convertirse en enfermera; Patricia Bozzano, una mamá del corazón que brinda hogar a más de 150 chicos.
LA CERAMISTA DE AMÉRICA
“ESCUCHEN LOS CONsEJOS DE LAS PERSONAS DE ANTES”
Rosa Brítez es más conocida como "La Ceramista de América", título otorgado por el gobierno de los Estados Unidos en el año 1989, por sus obras "El sol y la luna".
Cuando apenas tenía seis años, doña Rosa quedó huérfana de madre. Bajo el cuidado de una tía, quien la adoptó, encontró los instrumentos necesarios que la acompañarían toda su vida, en una larga y difícil lucha por salir adelante.
Su refugio fue el arte, sus instrumentos, las hojas de naranja, un palito, cuchara, un pedazo de tacuara, una piedra y el horno; poco a poco sus manos comenzaban a dar forma al barro con las ideas que invadían su mente. A los nueve años sacó sus primeras obras (cántaros, platos e instrumentos básicos).
Doña Rosa nos cuenta paso a paso cómo fue evolucionando en este ámbito. "Recuerdo que participé de una exposición varios años después de haber aprendido el oficio, ese día una de las organizadoras se me acercó y me dijo que tenía que cambiar de estilo, que debía incursionar en lo decorativo, porque todo se iba modernizando y ya llegaron las conservadoras, las heladeras, el hielo; el kambuchi cada día se utilizaba menos y en muy poco tiempo dejaría de existir", manifestó.
Resaltó que siempre tomó muy en cuenta todos los consejos que le daban. Al haber cumplido los veintitrés años de edad, decidió dar un salto aún mayor y complejo, ser una verdadera artista, así lo hizo. De a poco fue creando sus primeras obras, como el sol, la luna, animales, veleros, entre otras. Sus trabajos recorrieron el mundo y gracias a estos conoció países como Corea, Japón, Estados Unidos, Chile, España, México, Francia y Uruguay.
En medio de todo lo que estaba viviendo en el plano artístico, hizo un paréntesis para dar lugar al amor y fue así que un domingo que fue a la iglesia, como era habitual, conoció a don Emiliano Quintana, el hombre con quien tuvo trece hijos, diez hombres y tres mujeres y con quien contrajo matrimonio hace más de treinta años. Ella asegura que no fue fácil criar a tantos hijos, pero cuando hay predisposición y por sobre todo ganas de salir adelante todo es posible. Actualmente, doña Rosa tiene 76 años y ya no está trabajando debido a problemas cardiacos.
Entre las mayores dificultades menciona la forma de vida precaria con la que debían lidiar en aquel entonces. Ella cuenta que a diferencia de la actualidad, antes no habían lavarropas, ni pañales desechables, ni jabón en polvo y muchas otras cosas que hoy facilitan los quehaceres. Menciona que el lavado de ropas lo hacía a mano, para cepillarlas utilizaba el "avati ygue" y para darle buena fragancia las fregaba con hojas de pacholí.
Esta luchadora mujer deja un mensaje a todas las madres del país, especialmente a las más jóvenes. "Escuchen los consejos de las personas de antes, de alguna u otra manera serán de mucha utilidad para quienes lo sepan implementar en su vida cotidiana", reveló.
LA FUTURA ENFERMERA
“NUnCA CONOCÍ A MIS PADRES”
Con apenas 22 años, María Giménez es madre soltera de un niño de 7 años de edad. Ella es una persona con discapacidad intelectual, pero esto nunca le impidió soñar con ser útil a la sociedad. A pesar de todos los obstáculos, sigue luchando para llegar a ser una verdadera profesional en enfermería. Mientras, se desempeña como operaria de limpieza en una conocida empresa del rubro, desde hace año y medio.
Ella se capacita constantemente en su lugar de trabajo, gracias a la Fundación Saraki, que le abrió sus puertas y le dio la base necesaria para ser contratada como funcionaria permanente luego de una pasantía. Su meta es culminar sus estudios secundarios, por esa razón tres días a la semana asiste a clases luego de fi nalizar su horario laboral.
María cuenta que su vida nunca fue fácil, ya que su madre le abandonó siendo muy pequeña. Ella se crió con sus tíos, quienes le dieron el cariño necesario y sin hacer diferencias. Nunca le faltó nada, pero ella siempre buscó el calor de su madre, con quien logró reencontrarse después de cumplir los 15 años, edad en la que confirmó su embarazo. Viajó hasta Buenos Aires, Argentina, donde convivió con su mamá y su hermano hasta dar a luz, pero después de un par de años regresó a Paraguay.
"Nunca conocí a mis padres, vivía con mis tíos, quienes me adoptaron desde pequeñita. Lo único que sabía era que mi mamá vivía en Argentina y que tenía un hermano, pero nunca tuvimos ningún tipo de relacionamiento, hasta que mi tía decidió contactarla. Cuando yo cumplí los quince años y ya iba por los seis meses de embarazo, mi tía decidió llevarme con ella, ahí la conocí y me ayudó bastante durante todo el tiempo que estuve a su lado", manifestó.
La joven madre resalta que lo más importante para ella es el bienestar de su hijo, a quien dedica cada una de sus luchas. Su deseo es que el niño pueda seguir sus estudios y ser un futuro profesional. "Para él quiero lo mejor, quiero que siga estudiando y por eso seguiré luchando hasta donde pueda", finalizó.
LA MAMÁ DEL CORAZÓN
“ELLOS SÍ TIENEN MADRE, SOY SU MAMÁ ESPIRITUAL
"Cuando me dicen mamá, para mí, es una satisfacción enorme, porque estoy cubriendo áreas que su familia biológica no pudo cubrir; hasta que sean grandes y puedan entender que el concepto de mamá es amor, protección, cuidado, cariño y educación. Ellos sí tienen madre, soy su mamá espiritual y es bueno que puedan sentir eso", relata Patricia Bozzano, protagonista de una hermosa historia de amor y fe.
Patricia es fundadora del hogar "Unidos por Cristo", tiene 7 hijos biológicos, pero a su vez es mamá del corazón de más de 150 niños, adolescentes y jóvenes que residen en el hogar, cada uno con problemas distintos, pero que con el amor y el cariño que les brindan sus protectores lo pueden sobrellevar. Ella nos cuenta que todo empezó hace más de quince años, cuando en aquel entonces ayudaba en un hogar para niños, mujeres y drogadictos.
"En ese lugar aprendí y me enamoré de lo que es el servicio a los demás y el ver la restauración de las personas. Cuando decidí salir muchos de los que vivían en el albergue se escaparon y me siguieron hasta mi casa, allí empezó todo", comenta.
El camino para Patricia no fue fácil, implicó varios sacrificios, pero para ella valieron la pena. Afortunadamente cuenta con el apoyo de toda su familia, que a diario colabora con tan noble labor. "Mis hijos biológicos entraban en colegios privados y cuando empezaron a llegar los niños les saqué y les metí en una escuela pública para que no haya diferencias. Si hubiera diferencia no les consideraría mis hijos, el sacrificio fue extremo, pero vale la pena", afirma.
El momento más difícil por el que debió pasar fue cuando se escapó un grupo de ocho jóvenes con problemas de drogadicción. Entre lágrimas, ella se preguntaba qué fue lo que había hecho mal para que esos chicos tomaran esa decisión. Hoy, ya con la experiencia recabada en tantos años, Patricia comprende que aquello fue solo un proceso por el cual debían pasar estos chicos, que de alguna u otra manera buscaban regresar al mundo del cual habían sido rescatados. Por fortuna, todos volvieron arrepentidos e incluso muchos hasta la fecha se encuentran colaborando en el hogar, asegura.
Los momentos gratifi cantes que vivió Patricia fueron, cuando muchos de sus hijos perdonaron a sus verdaderos padres y juntos empezaron a orar, cuando les donaron varias hectáreas de terreno para construir el albergue y muchos acontecimientos que compartieron en felicidad.
El consejo de Patricia para todas las madres es "instruyan al hijo en el camino de Dios y aunque pasen miles de tormentas y luchas, con el tiempo él no se va apartar del Señor. No dejen de orar por ellos, ámenlos con amor y disciplina", enfatizó.