Peter S. Goodman

Londres

En tiempos normales, las preocupaciones por el estado de la economía global suelen unir a los líderes de los países más grandes con el fin de garantizar una mayor seguridad. Pero no vivimos en tiempos normales.

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Un conflicto cada vez más intenso entre las mayores economías del mundo, Estados Unidos y China, se ha convertido en la mayor amenaza para las finanzas del planeta. Mientras sus líderes contemplan abiertamente la mejor manera de afectar o entorpecer los planes del otro, el resto del mundo se preocupa por no convertirse en el daño colateral de una guerra comercial en escalada.

Hace apenas unas semanas, China y Estados Unidos parecían avanzar hacia el enfriamiento de sus hostilidades, mientras las perspectivas económicas mundiales estaban mejorando. Las preocupaciones sobre la desaceleración mundial estaban dando paso a una esperanza más pulcra de expansión.

Los temores sobre el debilitamiento de la economía china ya estaban pasando y el presidente Donald Trump anunció un acuerdo comercial que iba a firmarse pronto. Eso mejoró las perspectivas de las economías asiáticas que dependen del comercio mundial, como Japón, Corea del Sur y Taiwán. Europa, una fuente de preocupación perpetua, también mostraba signos de renovación. Y, desafiando a los escépticos, la economía de Estados Unidos se mantuvo en una buena racha.

BAJAS VENTAS MINORISTAS

Sin embargo, el 9 de mayo, mientras Trump aumentaba considerablemente los aranceles para los productos chinos con un valor de US$ 200.000 millones, el mundo comenzó a barajar la posibilidad de que la guerra comercial sea dolorosa y cara. La preocupación aumentó el 13 de mayo cuando Pekín tomó represalias y el gobierno de Trump detalló los planes para imponer aranceles del 25% a prácticamente todos los bienes que China envía a Estados Unidos. Para las empresas y los consumidores por igual, eso planteó la posibilidad de que pronto tal vez habrá que pagar precios más altos por los productos, una realidad que no es propicia para el comercio.

Si ambas partes siguen adelante con sus amenazas arancelarias, la producción económica anual de China se reducirá en un 0,8%, mientras que Estados Unidos experimentará una reducción de 0,3% en su crecimiento anual, según Oxford Economics.

Esos números son pequeños en el panorama general, pero el daño podría sentirse con intensidad en industrias que están especialmente expuestas a la guerra comercial, como la agricultura estadounidense y los fabricantes de productos electrónicos chinos. Esa debilidad quedó de manifiesto el 15 de mayo a causa de los recientes indicios sobre la desaceleración de la economía china y por cifras más bajas de lo esperado en las ventas minoristas y los pedidos a las fábricas en Estados Unidos. Esta situación podría ser especialmente grave para los países que más dependen del comercio, como Singapur, Malasia, México y Japón.

TENDENCIAS FRÁGILES

En el centro de todos estos problemas se encuentra China, el país más poblado del mundo. Su desarrollo vertiginoso en las últimas décadas ha sumado a cientos de millones de consumidores al mercado global, al tiempo que ha suministrado una gran cantidad de productos de bajo costo.

Y como China es la fuente de alrededor de una tercera parte del crecimiento económico mundial, cualquier disrupción de su comercio representa un suceso mundial.

Trump ha diseñado sus aranceles para perjudicar a China y así presionar a sus líderes políticos con el fin de que acepten eliminar los subsidios a las empresas estatales, dejar de exigir la propiedad intelectual de las empresas estadounidenses y abrir sus mercados a competidores extranjeros. Hasta hace un par de semanas, el presidente estadounidense insistía en que un acuerdo comercial con China era inminente. Luego acusó de forma abrupta al gobierno de ese país de haber incumplido sus compromisos y optó por aumentar los aranceles. La escalada drástica se produce en un momento especialmente difícil para la economía mundial, pues pone en peligro una aparente estabilización de la economía china, aunque de manera gradual.

Los volúmenes de carga importados por China aumentaron en abril, según un análisis de datos de UBS, la institución bancaria de inversión global. En todo el mundo, la carga aérea aumentó en marzo en comparación con el año anterior, según la Asociación Internacional de Transporte Aéreo.

No obstante, estas tendencias son frágiles. La carga aérea ha disminuido casi un cuatro por ciento desde su punto máximo en el 2017. Fuera de China, la fabricación en Asia se ha desacelerado durante una buena parte de los últimos dos años. Lo más probable es que una guerra comercial entre Estados Unidos y China, dos países que en conjunto representan aproximadamente el 40% de la producción económica mundial, agrave la situación.

EXPECTACIÓN POR EL BREXIT

En Europa, la guerra comercial se ha convertido en otra fuente de preocupación en un momento de poco crecimiento.

La expectación de que la salida problemática del Reino Unido de la Unión Europea perjudicaría el comercio en todo el continente había disminuido, al menos en el plazo inmediato, porque Londres y Bruselas acordaron extender sus procedimientos de separación hasta fines de octubre.

Alemania, la mayor economía del continente, había moderado los temores de una posible debilidad, con datos que mostraban un aumento en los pedidos de fábrica y las exportaciones. Las exportaciones de Alemania a China aumentaron más de un 5% en marzo, en comparación con el año anterior. Si las operaciones de las fábricas chinas se desaceleran frente a los aranceles estadounidenses, la demanda por los productos alemanes probablemente disminuirá. La guerra comercial ya ha asustado a los mercados bursátiles de todo el mundo, lo que ha provocado caídas en los precios de las acciones en los últimos días.

EL ÚLTIMO REFUGIO SEGURO

Si se profundiza el temor de los inversionistas, lo más seguro es que el dinero fluya hacia el último refugio seguro: el dólar estadounidense. Lo más probable es que esto vaya acompañado de una salida de dinero de los mercados emergentes, lo que agravará las crisis en Argentina y Turquía, a la vez que reducirá el valor de las monedas en general, desde Brasil, pasando por Sudáfrica, hasta India.

La caída de las monedas hará que los productos importados sean más caros en esos países, una realidad que obligará a las personas pobres a pagar más por alimentos, combustible y transporte.

Esa situación no parece favorecer la expansión del comercio global, que creció alrededor de un cuatro por ciento en el 2017, luego se desaceleró a un 2% el año pasado y podría contraerse este año.

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