POR ANDREW ROSS SORKIN

El gurú espiritual Deepak Chopra acababa de terminar de impartir una clase sobre ética empresarial en la Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia cuando llamó al inversionista multimillonario Paul Tudor Jones II en el otoño del 2012.

“Escucha, uno de mis estudiantes tiene una idea realmente buena”, dijo Chopra a Jones. El estudiante había hecho dos preguntas: “¿Por qué las empresas no pueden ser un instrumento de bienestar? ¿Por qué las empresas no pueden concentrar su capital, humano y financiero, en ser agentes del cambio para la mejora social y la justicia?”.

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Esto sucedió mucho antes de que se pusiera de moda el movimiento ASG –que se centra en las cuestiones ambientales, sociales y de gobernanza– y Jones quedó impactado ante la pregunta. Así que se propuso responderla. Desde entonces, ha construido toda una fundación, Just Capital, en torno a la idea y desarrolló una serie de indicadores para medir al Estados Unidos corporativo en términos que no se limitan a las ganancias, mediante encuestas anuales para determinar cuáles prácticas corporativas les importan más a los estadounidenses, incluyendo el trato a los trabajadores y la creación de empleos.

Hasta ahora, la medida del Estados Unidos corporativo de Jones era solo una lista de empresas, una clasificación que él esperaba alentara a los directores ejecutivos a pensar más sobre cómo hacer el bien a la sociedad.

Sin embargo, ahora está a punto de convertirse en un producto financiero.

El miércoles, Goldman Sachs incursionará en el mundo de las inversiones con impacto social, usando las métricas de Jones para construir un nuevo fondo que cotizará en bolsa.

El fondo es una selección del bienestar del índice de empresas Russell 1000, que da seguimiento al primer 50 por ciento de ellas en cada industria con base en el modelo disponible para el público de Just Capital, que califica a las empresas mediante una compleja fórmula que incluye a los trabajadores, los clientes, los productos, el medio ambiente, los empleos, las comunidades y la gestión. Solo un seis por ciento del cálculo del índice se relaciona con qué tan bueno es el rendimiento de la inversión.

Las primeras cinco empresas en las calificaciones del 2017 provienen en su totalidad del sector tecnológico: Intel obtuvo el primer lugar, seguida de Texas Instruments, Nvidia, Microsoft e IBM.

Si la fórmula es o no ganadora para los inversionistas es una pregunta abierta. El fondo superó al índice Russell 1.000 en un 3,47 por ciento en los últimos dos años. Esas son las buenas noticias. Las malas son que no hay manera de poner a prueba la fórmula más en retrospectiva y, cada año, el índice cambia con base en las modificaciones a la encuesta. Si los estadounidenses se preocuparan más por la creación de empleos y menos por los pagos a los trabajadores, se podría incluir a varias empresas.

“Clasificamos a las empresas lo mejor que podemos”, comentó Jones, quien se hizo famoso por vender en corto en el mercado bursátil antes del “lunes negro” de 1987 y después creó la Fundación Robin Hood, una organización que lucha contra la pobreza. “Y es nuestro mejor esfuerzo, no es una ciencia. Existen distintas formas en las que se pueden debatir las decisiones que debemos tomar, y estoy seguro de que evolucionará y que mejoraremos”.

Así que todavía no se sabe qué tan bien se desempeñará el índice Just Capital en el largo plazo, cuestión que Jones reconoce de inmediato.

“Me parece que supera” a los índices similares, dijo. Sin embargo, rápidamente advirtió que “cuando entramos en un mercado bajista, este cae un 95 por ciento en comparación con los demás también”. Agregó: “Seamos honestos en cuanto a eso. Estamos hablando de resultados extraordinarios relativos”.

Según Just Capital, las empresas en el fondo superaron al resto del índice Russell 1.000 de formas importantes y socialmente conscientes: pagaron un 71 por ciento menos en multas por violaciones a los términos de venta del consumidor y un 94 por ciento menos en multas de la Comisión para la Igualdad de Oportunidades en el Empleo; produjeron un 45 por ciento menos de emisiones de efecto de gas invernadero por dólar de ingreso y crearon empleos estadounidenses a una tasa mayor del veinte por ciento. Los inversionistas pagarán una cuota de 0,2 por ciento, que es alrededor de la mitad del precio de la mayoría de los fondos que se guían por el ASG.

No obstante, Goldman Sachs y Jones no están vendiendo el fondo como una forma de ganar dinero rápido a los corredores intradía para que venzan al mercado de valores.

En cambio, se vende como una solución comisariada en un momento en el que los fondos de pensiones y otros inversionistas institucionales están buscando dar un giro a sus inversiones para transformarlas en fondos socialmente responsables.

“Estamos viendo a clientes que piensan en este producto desde distintas perspectivas”, comentó John Goldstein, director de Gestión de Activos de Goldman Sachs. “Algunos lo interpretan como una exposición de mercado alineada al valor, mientras que otros ven un conjunto de motivadores de desempeño en un mundo cambiante”.

Una de las preguntas más importantes dentro del mundo de la inversión es si la inversión con impacto social se convertirá en la forma más rentable de invertir.

Laurence Fink, cofundador de BlackRock, la correduría de inversiones más grande del mundo, que administra más de seis billones de dólares, comentó a los principales ejecutivos en una carta este año que: “para prosperar a lo largo del tiempo, las empresas no solo deben tener un buen desempeño financiero, sino además mostrar cómo contribuyen de manera positiva a la sociedad”.

Jones llegó a la misma conclusión hace varios años. Dijo que se había quedado atónito cuando se dio cuenta de cómo el desempeño de las acciones de una empresa estaba correlacionado con cuán responsable era su comportamiento.

“No lo podía creer”, dijo. Los resultados eran suficientemente profundos como para hacerlo reflexionar sobre su propio negocio.

“Tenía que pensar, incluso en mi propia empresa, en cómo estoy tratando a mis empleados, cómo estamos dirigiendo y operando esta empresa”, comentó Jones (entre otros cambios, dijo, él y su equipo de administración triplicaron recientemente la cantidad de ganancias que su fondo de inversión destina a las obras filantrópicas).

Una distinción importante entre el nuevo fondo y el puñado de otros fondos socialmente responsables que han emergido es que no excluye a ninguna empresa con base en un argumento moral, a excepción de las tabacaleras. Así que el fondo puede incluir a las empresas carboníferas, por ejemplo, pero solo a aquellas que lideran la industria con base en las métricas de Jones.

Sin importar su industria, Jones quiere que los ejecutivos y los miembros del consejo de administración piensen: “¿cuál es nuestra huella ambiental en relación con todos los demás en nuestro ramo? ¿Dónde están nuestras mejores prácticas empresariales en relación con nuestra competencia? ¿Estamos haciendo el mejor trabajo que podemos, o hay alguien que lo está haciendo mejor?”.

Aunque puede que esté de moda hablar sobre inversiones socialmente responsables, mientras no prueben que pueden obtener un mejor rendimiento a lo largo de un periodo considerable, será difícil hasta para los inversionistas más virtuosos reinvertir sumas importantes en ellas.

Por ahora, Jones se conforma con dar pie a que se discuta el tema.

“La misión corporativa como se practica hoy en día es un diseño que Milton Friedman ideó en 1970, cuando hizo aquella famosa declaración de que la responsabilidad social de la empresa es mejorar sus productos”, afirmó Jones. “Me parece que el mayor objetivo para los que estamos en Just es dar inicio al debate”.

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