Cuentan las reseñas históricas que para la década del 70, Asunción era la única capital en América que no contaba con semáforos para el ordena­miento de las calles. La ciudad había cre­cido y si bien el tráfico no tenía el volumen que vemos en nuestros días, podríamos decir que veníamos algo atrasados con esta tecno­logía, teniendo cuenta que el primer semá­foro había entrado en funcionamiento en Londres en 1868, un siglo antes (el primero en América fue instalado en los Estados Uni­dos en 1914).

El primer semáforo del Paraguay se activó el 30 de mayo de 1974, en la esquina de las calles 14 de Julio, hoy Manduvirá, y 15 de Agosto en Asunción. Fue el primero de un grupo de 60 aparatos planeados para ins­talar ese año.

De aquel escenario de retraso y escasez, hoy hemos pasado a la abundancia. Algu­nos de los últimos intendentes asuncenos, al parecer, tenían una especial atracción por los semáforos como salida al problema del caos del tráfico. Durante la gestión de Óscar “Nenecho” Rodríguez, para no ir tan lejos, se había anunciado como gran avance la instalación de 150 semáforos inteligentes –nos seguimos preguntando inteligentes en qué–, con los que se llegaba a unos 300 cru­ces semafóricos en Asunción.

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Días atrás, la comuna asuncena, ya bajo la nueva administración de Luis Bello, anun­ció la instalación de 20 nuevos aparatos en “puntos conflictivos” de la ciudad.

Pero el dato llamativo de este anuncio fue que, según explicaron los responsables de la municipalidad, “algunos semáforos tienen 180 segundos de duración por cruce en las avenidas principales y en horario pico ten­drán mayor tiempo en las salidas y entradas a Asunción y también en las transversales”. Otros tendrán tiempos de 140 y 120 segun­dos por cruce, según las necesidades.

La duración promedio ideal de un cruce de semáforo debería estar entre 60 y 90 segun­dos para garantizar fluidez, según coinciden varias publicaciones relacionadas a orde­namiento del tráfico. Ciertamente, algu­nas avenidas o cruces tienen características particulares. Pero aquí estamos hablando de esperas de tres minutos en las interminables filas de las horas pico. ¿Piensan en los pasa­jeros de un bus sin aire que deberán esperar todo ese tiempo eterno para hacer un cruce de avenida? Evidentemente los que están diseñando este plan no lo hacen.

Seguimos sumando semáforos, pero –en mi óptica, al menos– no se perciben gran­des mejoras en el tráfico. Los semáforos son herramientas importantes a la hora del ordenamiento de la circulación de la ciudad, ya que no son solo útiles para el paso de los vehículos, sino también para el movimiento de peatones. Pero pueden ser un arma de doble filo cuando la instalación de los mis­mos no está convenientemente planificada y coordinada –las famosas ondas verdes–, y no funcionan en correlación a otro tipo de soluciones que se desarrollen paralelamente –mejorar los sistemas de transporte público para reducir la cantidad de vehículos parti­culares, por ejemplo–. Sumar semáforos no debería ser la principal respuesta.

Hay mucho por reflexionar sobre esta pro­blemática, y con los nuevos semáforos de 180 minutos, capaz tendremos ese tiempo camino a casa.

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