• Por el Dr. Juan Carlos Zárate Lázaro
  • MBA

Muchas veces solemos escuchar decir “es agradable este señor”, refiriéndose a una persona que sabe mostrarse amable y deferente con todos. Cuando esta opinión es general, podemos decir que el individuo posee la cualidad denominada: don de gente.

Es innata en algunas personas, es el producto de un buen temperamento unido a una calidad educativa esmerada y a un profundo sentido del trato con los demás. Es una cualidad que puede adquirirse con facilidad, especialmente si tenemos nociones básicas de psicología personal.

Aquel que posea un temperamento agrio y está continuamente malhumorada, difícilmente podrá hacerse agradable a los demás, pero el que tenga la suficiente ductilidad para adaptarse al temperamento de sus semejantes es muy probable que en breve sea poseedor en alto grado del don de gente, cualidad necesaria para quien desee triunfar y ser alguien en la vida.

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Se hace necesario saber tratar a todos en función de la situación de cada uno, al superior con deferencia y respeto al igual que con lealtad y sentido de compañerismo, y al subordinado con benevolencia y condescendencia, pero con profesionalismo.

¿Qué hace a una persona encantadora? No lo es su aspecto físico o qué tan atractivo o atractiva sea, más bien se trata de la forma en que se relaciona con los demás, cómo habla, cómo actúa y lo que expresa con su comunicación no verbal. Que una persona sea encantadora no tiene nada que ver ni con la edad ni con la capacidad de atracción, sino que se refiere a la virtud de hacerle la vida más agradable a los demás y ser optimista en cualquier situación.

Las personas que tienen don de gente, tienden a ser muy empáticas con el otro, buscan siempre ayudar a los demás y mantener una actitud muy cordial con cualquier persona, son generosos, dulces y suelen ser buenos conversadores porque logran conectar con el interlocutor y mostrarse interesados en lo que dicen.

Tienen mucha educación, el tono de su voz es el ideal y nunca se muestran exasperados, las personas encantadoras entienden a los demás y toda esa empatía se refleja en su rostro y en sus expresiones. Por esta razón, las personas a su alrededor se sienten entendidas y escuchadas.

Otra característica que resalta es su elegancia, pero entendida no en su aspecto sino en su conducta, un aspecto que suele ser muy atractivo en alguien.

Para ser agradable a los demás es necesario tratarlos de acuerdo con su carácter; al hombre jovial se le debe hablar con despreocupación y llaneza y al grave con seriedad y discernimiento. Tratar a nuestros semejantes de acuerdo con su habitual forma de ser y comportarse, es seguir el camino para conquistar su simpatía.

Hay que ser buen fisonomista y procurar recordar siempre quién es la persona con quien se habla, con el fin de darle en todas las ocasiones el trato adecuado. El hombre agradable no habla de sí mismo, sino de su interlocutor. Nada hay quien se oponga más a entablar una conversación, a concertar un negocio, que el desconocimiento mutuo de dos personas.

Conocer no quiere decir sostener una amistad y estar enterado de los pormenores de una vida, sino recordar perfectamente el nombre y apellidos de una persona y los detalles de una entrevista anterior que se haya sostenido con la misma, con el fin de poder dar a la conversación cierta ilación de conformidad con lo tratado.

Don de gente es la cualidad necesaria para atraerse el aprecio y la simpatía de nuestros semejantes y para adquirirla deberán tenerse presentes lo siguiente: dar a cada uno el trato adecuado en función a su posición social, condiciones intelectuales y a su carácter. Hablar en cuanto sea posible de él y no de uno mismo.

Cuidar la presentación, tanto en el aspecto personal como en la educación, demostrando que se tienen la ponderación, la amabilidad y la condescendencia necesarias. El que sabe hacerse agradable a todos tiene abierto el camino a la prosperidad.

Esta habilidad es valiosa en diversos ámbitos, tanto personales como profesionales. Permite construir relaciones sólidas, generar confianza, y facilita la comunicación y la colaboración. Aunque algunas personas nacen con esta habilidad, el don de gente también se puede desarrollar y mejorar con práctica y entrenamiento.

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