• Por Víctor Pavón

Charlie Kirk, el más notable referente del movimiento conservador de derecha en los Esta-dos Unidos entre los jóvenes, fue asesinado días atrás. Enfrentó con argumentos las ideas tóxicas del colectivismo de sustrato socialista que tiene como ejes al laicismo y al cientificismo.

El laicismo es la indiferencia y la violencia hacia la religión buscando su exclusión del debate público. Para una mejor comprensión hago mención a la Ilustración (siglo XVII al XIX), movimiento basado en la razón y la ciencia para oponerse a la ignorancia y el autoritarismo.

Su pretensión, la independencia intelectual. Pero una parte de aquel movimiento fue más lejos al descartar y aborrecer de los valores espirituales de la religión. Se perdió la búsqueda de la verdad. Surgió el laicismo. ­

La Ilustración que tanto bien había hecho terminó en “la piedra que los constructores desecharon” (Salmo 118). Se consideró como intrascen­dente la tradición judeo-cris­tiana. Volvió la persecución al creyente. Este descarri­lamiento llega ahora con el wokismo intolerante. Sus seguidores creen en la violen­cia como método de defensa con los que piensan diferente y en especial si son creyentes y si procede, matan.

El cientificismo, por su parte, considera que la ciencia lo es todo y que cualquier otra forma de conocimiento carece de sentido. El cientificismo, por ello, es un dogma donde lo único que puede ser conoci­miento proviene de la ciencia.

El cientificismo excluye otros puntos de vista. Relega la importancia del largo proceso por el que los seres humanos aprendimos de los valores y las tradiciones para la conviven­cia pacífica y el progreso, como la creencia en Dios, la defensa de la vida, la libertad y la pro­piedad.

F. Hayek (Nobel de Economía y filósofo de la libertad) dice que el cientificismo parte del error de creer que los fenóme­nos sociales pueden ser estu­diados con los mismos crite­rios de los fenómenos físicos. El cientificismo desconsidera el valor de las tradiciones que forjan conductas e institucio­nes que pueden ser formales e informales. No en vano los romanos con acierto recono­cieron a lo “consuetudo” como fuente del derecho.

Las tradiciones y costumbres son el fruto del hábito de hacer y pensar que con el tiempo adquieren fuerza similar a la ley, elaborados entre miles y millones de personas donde se coopera sin la intención de diseñar la sociedad desde un planificador, el Estado. No es de extrañarnos que a los cul­tores del laicismo y del cien­tificismo les simpatice el comunismo de antaño como el “progresismo” y el globa­lismo de hoy.

Por bendición, todavía el camino tiene retorno y está en el espíritu y la letra de la Declaración de Independen­cia de los EE. UU.: “Sostene­mos como evidentes estas ver­dades: que los hombres son creados iguales; que son dota­dos por su Creador de dere­chos inalienables; la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”.

Sea este escrito mi homenaje para Charlie Kirk, un patriota de la libertad bajo Dios.

(*) Presidente del Cen­tro de Estudios Sociales (CES). Miembro del Foro de Madrid. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”, “Cartas sobre el liberalismo”, “La acredita­ción universitaria en Para­guay, sus defectos y vir­tudes”, y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la libertad y la República”.

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