• Por el Dr. Juan Carlos Zárate Lázaro
  • MBA

Las compras innecesarias que realizamos, sin tener una prioridad explicita, dado que nos dejamos llevar por nuestros estados emocionales del momento ,generalmente las lamentamos a posteriori; son las que denominamos “compras compulsivas”.

Desde el punto de vista médico los neurólogos y psicólogos clínicos señalan que una de las causas primarias de la compulsión en los gastos tiene su origen en trastornos de ansiedad que cada vez más gente padece en este mundo que transita a la velocidad de un vehículo de fórmula 1, y que si no “le ponemos freno de mano”, podría afectar a nuestra salud económica-financiera.

En nuestro día a día se nos presentan diversos escenarios que a veces tornan irresistible recurrir a este tipo de compras, aprovechando el cobro de nuestro salario, el aguinaldo de fin de año o la ampliación de nuestro límite de crédito en nuestras tarjetas.

Las tarjetas de crédito suelen ser útiles para aquellas personas que tienen un buen control de sus finanzas y las usan para aprovechar promociones de pagos en cuotas sin interés. Pero los compradores compulsivos deberían dejarlas “descansando” en algún cajón de la casa, no llevándolas encima, con lo cual estaríamos evitando las tentaciones.

Estos tipos de “estímulos” hacen que caigamos “en la trampa” de las compras meramente emocionales, que cuando las concretamos nos parecerían en apariencia de que se tratan de bienes muy necesarios y hasta irresistibles, haciendo a posteriori que nuestro presupuesto personal y/o familiar se vean afectados y que quiérase o no, en algún momento, tienen una incidencia directa sobre nuestra “salud financiera”, a no ser que tengamos un poder de compra que nos permita una regularidad en nuestra capacidad de repago.

Las personas que muestran aversión a las compras compulsivas requieren de algún tipo de soporte que pueda tener un efecto psicológico positivo, haciéndoles entender que es importante que muestren una mayor racionalidad en sus decisiones de compras, sopesando si realmente es o no necesario y cómo podría influir a futuro en su flujo de fondos personales/familiares.

Nicolás Litvinof, autor del libro: “Cita con tu independencia económica”, lo describe de buena forma señalando “que la relajación y la meditación pueden ser útiles para el combate de la ansiedad, ya que activan sustancias como las endorfinas, que ayudan a tranquilizar el cerebro y permiten pensar con más facilidad a la hora de comprar”.

En lo que atañe al ahorro, también podemos visualizar que los efectos de los estados ansiosos en los individuos afectan negativamente, dentro de un mercado en el que el consumismo es cada vez más dinámico y atrapador, donde las constantes promociones y publicidades de las empresas dedicadas a diversos segmentos de negocios hacen que muchas veces logran vencer al control de nuestra inteligencia emocional.

Ahorrar se refiere a la posposición de la materialización del deseo presente, que nos conduce a disfrutar a futuro con mayor plenitud. Las personas que son ansiosas muchas veces no lo pueden controlar, convirtiéndose en una de sus principales áreas críticas de riesgo, siendo por ende un poco complicado encontrar el punto de inflexión necesario entre su “yo presente” y su “yo futuro”, pues dicho estado emocional tiene como uno de sus signos característicos la impaciencia, tornando más difícil tomar la decisión de ahorrar racionalmente, para lograr un mayor nivel de equilibrio en sus vidas a posteriori.

Una de las recetas que podría dar resultados es buscar vencer ese estado emocional “que nos tiene prisionero” psicológicamente, y que pueda ayudarnos a diagramar un plan de ahorros consistente y sustentable en el tiempo.

Si lo aplicamos con sentido de compromiso y responsabilidad, los resultados a futuro podrían ser positivos para nuestras finanzas personales, pues nos permitirían poder tener cada mes un cierto margen destinado al ahorro, que en situaciones coyunturales desfavorables podrán sernos de utilidad, dado que los imponderables siempre están presentes y es mejor ser lo suficientemente precavido, antes que estar gastando más allá de lo que nuestra capacidad de repago nos permite.

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