• Por Mônica de Carvalho
  • FDC, Brasil

Se trata de una cues­tión sobre qué viene primero: ¿el desarro­llo económico o un entorno político e institucional ade­cuado? Se discute qué deter­mina a qué, qué condición per­mite que uno u otro exista y persista; y es muy difícil llegar a una conclusión satisfactoria.

Si tengo una empresa en fun­cionamiento, necesito que sea reconocida, que los impues­tos que pago tengan un des­tino correcto (pues la estruc­tura a su alrededor debe proporcionar el camino), que el registro legal sirva para que quien desee hacer negocios con ella sepa que está prote­gido por normas y directrices consistentes. Por otro lado, si deseo establecer un nuevo negocio, necesito que existan leyes y reglas que garanticen que mis inversiones (o las de quienes invierten conmigo) estén protegidas por leyes y regulaciones estables y bien pensadas, que quienes las hayan establecido no estén sujetos a cambios de humor ni de dirección según sople el viento. ¿Cierto? Sí, tan cierto como que dos más dos son cuatro… o cinco, depen­diendo de mis coordenadas en el planeta.

En el artículo “Law and finance at the origin” (Mal­mendier, U., Journal of Eco­nomic Literature, Vol. 47, N.o 4, diciembre de 2009), la investigadora de la Uni­versidad de California-Ber­keley analiza la influencia del entorno político sobre la permanencia de las institu­ciones y el desarrollo econó­mico. ¿Qué prevalece? Según el artículo, una mirada a la antigua Roma puede ense­ñarnos algo. Se hizo un análisis de un tipo de estructura legal existente en Roma, la “Societas publicanorum”, como embrión de las socie­dades anónimas de nuestra actualidad.

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Todo indica que su estableci­miento y permanencia solo fueron posibles dentro del con­texto de una Roma robusta, pero donde no siempre la letra de la ley y los códigos de con­ducta eran aceptados y ejer­cidos en el entorno adecuado, donde el mármol fuera real­mente mármol (¿?): pero el pueblo no lo sabía. Sabía, sin embargo, que la ley estaba allí para servirle, y que Roma era políticamente fuerte.

Malmendier destaca que el desarrollo institucional exige un Estado fuerte para ejecu­tar tareas complejas, pero flexible para subcontratar, permitiendo que la iniciativa privada florezca. La adapta­bilidad legal y la innovación, incluso sin reformas forma­les, son, por otro lado, fundamentales. Sin embargo, el papel determinante de la política es vital: la estabilidad de las instituciones financie­ras y económicas depende del respaldo de las élites políti­cas. Sin ese apoyo, los avances significativos pueden rever­tirse, demostrando que el desarrollo institucional se moldea más por la práctica del derecho y el alineamiento de intereses políticos que por leyes formales. El artículo, contrario a lo que se podría esperar, muestra que este tipo de sociedad floreció en la antigua Roma en un entorno legalmente subdesarrollado pero políticamente sólido (la República Romana); y que desapareció cuando el dere­cho romano alcanzó su auge de sofisticación legal, pero el entorno político (el Imperio Romano) colapsó.

De acuerdo con el artículo, todo indica que el desarrollo jurídico pareció tener poca importancia, ya que la ley, tal como se practicaba, era flexi­ble y adaptada a las necesida­des económicas. Por último, la evidencia histórica sugiere también que los sistemas jurí­dicos son menos restrictivos para el crecimiento econó­mico de lo que se pensaba, y que no eran un obstáculo para el desarrollo económico: no, al menos, “en el origen”.

Las lecciones de la antigua Roma nos hacen reflexionar sobre la calidad de nuestras instituciones y, principal­mente, de las leyes y reglas que las sustentan: si en la antigua Roma el colapso de las estructuras políticas que sos­tenían el entramado jurídico hizo que la “Societas publi­canorum” descendiera por el río, ¿cómo garantizar que nuestras leyes y regulaciones sean el pilar de un desarrollo económico sostenible? Según indica el artículo, es necesa­rio que los sistemas políticos actúen como soporte para que la ley se ejerza conforme a su necesidad y aplicabilidad práctica. Muchas lecciones por aprender de la historia.

Texto producido por Mônica R. de Carvalho, PhD.

La autora es profesora aso­ciada (core faculty) de la Fun­dação Dom Cabral, donde actúa en las áreas de Finanzas y Gobernanza Corporativa. Mônica es economista y doc­tora en Estudios Globales por la Sophia University (Japón).

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