- Por Víctor Pavón
Se ha desatado una discusión con referencia a los precios de los productos importados luego de que la cotización del dólar se viniera a la baja con relación al guaraní. Se afirma que de no darse esa rebaja en los precios, la rentabilidad económica estaría muy por arriba beneficiando en demasía al comerciante en desmedro del consumidor.
Todas estas situaciones pueden decirse. Pero ello no significa que deban automáticamente bajar de precio los productos comprados del exterior debido a la reciente rebaja del dólar. Primero, es posible que los productos estén stockeados desde hace tiempo, comprados a un tipo de cambio diferente. Segundo, también es posible que la demanda de esos productos aumenten, motivo por el cual el precio tenderá a mantenerse o a subir. De hecho, en el negocio retail de supermercados la demanda de bienes por parte del público consumidor ha venido incrementándose, lo que explicaría que los precios no bajen como se espera.
Tercero, los precios no tienen su causa en los costos ni en los gastos de mano de obra. Los precios son el resultado de las valoraciones subjetivas de compradores y vendedores como de modo magistral explica la teoría del valor subjetivo, desarrollada por los escolásticos tomistas de la Escuela de Salamanca en el siglo XVI y luego con más profundidad por los pensadores de la Escuela Austríaca de Economía cuyas irrefutables enseñanzas llegan a nuestros días.
El aumento de la demanda de un bien puede hacer subir el precio. Y si baja el precio de un producto, aumenta la demanda del mismo. Y así, se podrían citar numerosos escenarios.
La economía libre expresada en la cooperación de miles de sujetos actuantes en la sociedad no se moviliza al unísono, no hay orden superior; los precios de mercado son los precios justos porque son voluntarios y las partes salen ganando.
Los negocios aun cuando ofrezcan el mismo producto son diferentes entre sí: en mano de obra, transporte, distancia, tecnología, territorio, innovaciones, leyes a cumplir, préstamos a contraer y a pagar, competencia, etcétera. Se pueden agregar un sinfín de situaciones que solo el mercado es capaz de coordinar y si lo hace el Estado interviniendo terminará provocando más daños que beneficios. Entonces: ¿Qué hacer para bajar los precios de los productos? Aumentar el crecimiento de la economía, acumular capitales mediante el ahorro, garantizar la propiedad, reducir los impuestos, acabar con la delincuencia, desburocratizar, terminar con la deuda estatal, contar con una justicia imparcial, fomentar el capital humano, cero de déficit fiscal e inflación, elevar la producción y la productividad, acabar de una vez por todas con la cultura del trámite y la coima. En suma, que el Estado deje de molestar a la gente. No hay otro modo.
(*) Presidente del Centro de Estudios Sociales (CES). Miembro del Foro de Madrid. Miembro del Consejo Internacional de la Fundación Faro. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la libertad y la República”.