• Por Ricardo Rivas
  • Corresponsal en Argentina
  • X: @RtrivasRivas

“Y, sí... en el 2027, voy a ser reelecto”, sostuvo el presidente Javier Milei en el transcurso de una conversación coloquial con el señor Alejandro Fantino, que se transmitió en tiempo real por el canal Neura que transmite en streaming. Era el jueves 31 de julio. A su lado, el ministro de Economía Luis Caputo ríe. El señor Milei, también.

Desde este lunes hasta la medianoche del próximo domingo 26 de octubre faltan 83 días. Si el cálculo se extiende hasta el 31 de octubre de 2027, serán 818 los amaneceres que habrán de suceder hasta aquella fecha probable en que se podrían realizar las próximas elecciones presidenciales en este país. Pese a que este último lapso de tiempo podría parecer muy largo, el presidente Javier Milei confía en que su programa de gobierno será exitoso y que, en consecuencia, la sociedad volverá a confiar en él.

La inflación, el valor del dólar y la inseguridad –tres de las máximas preocupaciones argentinas– desde muchos meses parecen estar bajo control. La información oficial que produce el gubernamental Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) lo confirma con datos regularmente. El clima social aparece como distendido. La calle está tranquila. No se registran cortes de rutas ni piquetes. Las organizaciones de trabajadores dirimen los desacuerdos con las políticas gubernamentales en los tribunales. Potentes tanques de ideas destacan que los principales indicadores económicos tienden a la estabilización. ¿Son suficientes para justificar el optimismo de Javier Milei?

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“La estabilización –una lección que aprendimos todos los que nos dedicamos a la economía– es muy popular. Eso está en la cabeza de Milei desde el principio (...) era una manera de decir: ‘voy a estabilizar, voy a salir de la inflación’, sabiendo que eso después paga, (que) redunda en votos. Y es un diagnóstico correcto”, sostiene Lucas Llach, doctor en Historia por la Universidad de Harvard, licenciado en Economía por la Universidad Torcuato Di Tella, académico, exvicepresidente del Banco Central (BCRA) y del Banco Nación, ante la periodista Luciana Vázquez.

“¿Por qué redunda en votos? –se pregunta y pregunta Llach– porque tiene efectos concretos (en) el bienestar de las personas (…) en la gente que está más abajo en la escala social, en la gente más humilde (porque) la inflación es un impuesto muy duro y muy doloroso (que) implica que cada mes perdés plata, tu sueldo y el dinero que tenés en el bolsillo pierde poder adquisitivo”, describe Llach.

Con ese criterio de análisis el académico comprende la razón por la que el presidente “Milei dice: ‘yo voy a ir derecho por ese camino’, el de ir reduciendo el gasto público en el PBI (producto bruto interno). Lo mantengo en términos reales ajustado por inflación, pero como la economía crece, se va reduciendo. Y dedico el crecimiento económico y de los recursos a bajas impositivas, ¿por qué? Porque la Argentina es un país de impuestos altos. Y, es más, es un país de impuestos más altos todavía en los sectores exportables”.

En ese contexto, Llach asegura que “esa posición (del señor Milei) le gusta porque la única manera de salir (de la situación en que se encuentra el país) es con crecimiento (y) sin crecimiento de las exportaciones” aquello “no” sucederá. Desde esa perspectiva también acompaña los vetos con los que el presidente argentino, este lunes, rechazó las leyes con las que el Parlamento aumenta 7,2 % los haberes jubilatorios y los fondos destinados a la protección de personas con discapacidades que impactan negativamente en las cuentas fiscales porque “son 2 puntos del PIB”.

Con una mirada antagónica Martín Rapallini, presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), puntualiza que las políticas gubernamentales para abrir las importaciones para controlar la evolución de los precios de algunos productos “son un problema para la industria nacional (porque) la carga impositiva de la Argentina (en la cadena de valor) es del 52 por ciento, mientras en países vecinos es de solo el 30 por ciento”. Rapallini reporta que –como resultado directo de la aplicación de esas normas– “la industria pierde entre 1.000 y 1.500 empleos por mes en los últimos tiempos”.

El optimismo presidencial no parece ser una exclusividad sensorial del mandatario argentino. En las filas del oficialista partido La Libertad Avanza (LLA) que fundara el jefe de Estado en 2021 junto con su hermana Karina, secretaria general de la Presidencia, se extiende la sensación de un triunfo electoral próximo en los comicios de medio tiempo que eventualmente les permitiría triplicar la actual representación en el Senado con seis escaños hasta tener 18 bancas y, en Diputados, contar con hasta unos 85 legisladores propios. “Si bien esos números no nos permitirán tener quorum propio en el Congreso, para abordar las reformas que la Argentina necesita, las negociaciones con posibles aliados serían menos engorrosas”, aseguran dos fuentes oficialistas a La Nación con el compromiso de preservar sus identidades. Aunque admiten que “hasta el 11 de diciembre próximo todo seguirá igual”.

 Entre las oposiciones la situación –por el contrario– está lejos del optimismo oficialista. Fragmentaciones y retóricas aliancistas de todo tipo y color se conocen con cada amanecer. El jueves próximo –cuando legalmente concluyan los plazos para aliarse o no– todas las especulaciones concluirán. Las campañas estarán lanzadas.

En el peronismo –principal enclave opositor– pese a las coincidentes expresiones de paz entre todas sus tribus que se escuchan a diario, algunas tensiones se multiplican. En ese contexto, se ubican las que aparecen como inconductas del dirigente Juan Grabois, fundador y líder de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP), y del Frente Patria Grande, a la vez que integrante del dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano del Vaticano, alineado con la expresidenta y exvicepresidenta Cristina Fernández, quien está fuertemente enfrentado con el exministro de Economía Sergio Massa, líder del Frente Renovador.

La fuerza dialéctica que Grabois aplica contra Massa parece poner cotidianamente en crisis aquella vieja estrofa de la Marcha Peronista que asegura que “todos unidos triunfaremos”. Sin embargo, Grabois precisa que sus broncas con Massa poco o nada tienen que ver con cuestiones ideológicas, sino con las acciones negativas que el líder del Frente Renovador desarrolló contra el papa Francisco, fallecido el pasado 21 de abril en Roma.

Tal vez por esas particularidades que se dan tanto en el peronismo como entre quienes actúan en la más que centenaria Unión Cívica Radical (UCR) es que, con tan aguda como precisa mirada el periodista –también sociólogo y antropólogo Pablo Semán– precisó días atrás que Javier Milei no tendría “contra quien perder” la disputa comicial legislativa en desarrollo.

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