• Víctor Pavón (*)

Se viene intensificando la narrativa por el cual los frigoríficos en nuestro país abusan de su poder en el mercado. Lo hacen, dicen, pagando poco a los ganaderos por sus animales llevados a faena y vendiendo caro en detrimento de los consumidores. A los frigoríficos no les interesan ni los ganaderos ni los consumidores. Su posición dominante, agregan, los convierte en monopolio.

La realidad, sin embargo, es muy diferente. Antes y como decía el gran Voltaire, aclaremos los términos. Para empezar el oligopolio u oligopsonio significa que pocas empresas concentran beneficios dado que cuentan con privilegios para no tener que competir. Un sector se beneficia empeorando a los demás. En este caso, se benefician los frigoríficos y se perjudican los ganaderos.

Lo mencionado es conocido en la economía como fallo del mercado que deriva en lo que se llama posición dominante cuyas características son fijar precios, controlar la distribución y limitar la competencia. Dicho de otro modo, la empresa en posición dominante en el mercado realiza prácticas restrictivas de la competencia para obtener ventajas.

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Para saber si hay un fallo de mercado o posición dominante tenemos que responder a estas dos sencillas preguntas: ¿Se excluye a otros a competir? ¿Hay libertad de ingreso al mercado?

La economía neoclásica entendió erróneamente que si se deja actuar al mercado libre entonces unos cuantos acapararán ese producto o servicio excluyendo a los demás, por tanto, se hace necesario el intervencionismo estatal. Sin embargo, en una economía libre no existe tal situación dado que no se excluye a nadie que desee proveer un bien o servicio.

La única forma de excluir a otros oferentes impidiéndoles ingresen a un determinado mercado es a través del Estado al que algunos suplican se haga cargo de la solución, cuando que es el problema. Por su naturaleza coercitiva el Estado es el que tiene la potestad de otorgar licencias exclusivas, exigir impuestos y poner barreras que imposibilitan el ingreso de otros competidores al negocio en cuestión, originando finalmente los detestables monopolios.

Esto no sucede en el caso de los frigoríficos en nuestro país. Los mismos están expuestos a la competencia interna como también de los mercados internacionales. Tampoco se restringe la formación e ingreso de nuevas industrias frigoríficas. Una empresa pequeña puede convertirse en una de gran porte y viceversa.

El motivo está en la dinámica empresarial sustentada en la propiedad privada, la única capaz de asignar eficientemente los recursos y si no lo hace se recae en pérdidas y luego a la quiebra.

Los oferentes de los diversos bienes y servicios se hallan expuestos a la competencia sin privilegio alguno, a menos que el propio Estado se inmiscuya otorgando beneficios especiales a unos en detrimento de otros. El fallo del mercado no existe, lo que existe es el fallo del Estado.

(*) Presidente del Centro de Estudios Sociales (CES). Miembro del Foro de Madrid. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”, “Cartas sobre el liberalismo”, “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes”, y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la libertad y la República”.

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