- Por Sofía Amarilla
- licenciada en Comunicación
Me puse la remera de Carrerí y ya me sentí parte, aunque todavía ni conocía a casi nadie. Era mi primera carrera con ellos. No había entrenado, no tenía idea de cómo me iba a ir, pero igual fui. Porque tenía tantas ganas.
Desde que perdí la vista en el 2011, siempre me gustó el deporte. Correr era uno de esos sueños que parecía difícil de cumplir. En Paraguay, para una persona con discapacidad, casi no hay espacios para hacer deporte de verdad. Mucho menos con apoyo, con accesibilidad, con seguridad.
Una amiga me habló de Carrerí, un grupo que estaba organizando una carrera inclusiva en Asunción. Yo soy de Encarnación, a 360 km. Viajé seis horas en colectivo, sin haber entrenado ni una vez, pero con toda la emoción. Corrí 5 km. Así nomás. Y me encantó. Volví a casa cansada, pero con una alegría que no me entraba en el pecho.
En la segunda carrera ya fue distinto: pude ir unos días antes, entrenar, conocer mejor a mi guía, preparar el cuerpo y el corazón. Y fue todavía más lindo. Sentí que había encontrado mi lugar.
Además de correr, yo uso mi cuenta de TikTok para hablar sobre cómo es mi vida como persona con discapacidad. Me gusta contar, mostrar, visibilizar. Porque no somos solo discapacidad. Somos personas. Personas que sienten, que sueñan, que también quieren disfrutar.
Y eso encontré en Carrerí: un espacio donde no tengo que explicar nada. Donde se entrena, se corre, se ríe. Y sobre todo, se incluye de verdad.