- Por Marcelo Pedroza
- Psicólogo y Magíster en Educación
- mpedroza20@hotmail.com
Es el comienzo, es el instante en donde todos los instantes confluyen. Se reúnen en el presente. Un corazón y un presente, todos los corazones y todos los presentes. Si el amanecer existe, es porque la eternidad existe. Si uno amanece, la vida amanece. El universo te agradece tu luz. La humanidad brilla, y lo hace al verte. Es tu comienzo, el comienzo de cada ser que siente tu presencia.
Es el sí de Whitman, ese que vivió en su canto, es el tiempo de Agustín, en su búsqueda inicial, es la música de Bono, es la palabra de Siddhartha, es cada día de ese recorrido emblemático descripto por Hesse. Es el que es, el que ilumina a todos, allí está, estuvo y estará; vaya astro genial, su energía no tiene precio, se adquiere con atención.
Si esos pájaros carpinteros pudieran expresar en palabras la aparición de su impactante nacer, quizá el canto no sea canto y se transforme en un llamado a admirar ahora mismo su estampa en lo celestial.
Gigante para los voladores, esos que allá van, que han tomado aire para desplegar sus alas, esas que llevan a sentir que en el trayecto está la alegría, la ferviente pureza del afecto, el que se vive mientras se transita hacia el corazón de la eternidad. El ser y su tiempo, el ser y su pureza, el ser y su trascendencia. El vuelo del ser, la alegría de admirar.
Esos lindos pichones deslumbran, “…me gusta ver entre los árboles el juego de luces y de sombras cuando la brisa agita las ramas”, escribió Walt Whitman. Allí se posan para deleitarse del aroma del presente. Se pierden entre hojas, aparecen, cantan y elevan la mirada, sí…, se conectan con la luz de las luces, mientras contemplan lo que también contempló Marco Aurelio, formándose un acercamiento entre especies, es la vida y su diversidad de orquestas.
El bosquejo diseñado en ese circuito sin techo se constituye en una maqueta imaginaria, son artistas de los sueños que producen, inspiran cualquier esfuerzo, crean la puesta concreta que homenajea la existencia.
¡La belleza existe!
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Historias de fantasmas que no existen, nunca existirán, pero que siempre están
- Ricardo Rivas
- Periodista
- X: @RtrivasRivas
¿Existe lo inexistente? Definitivamente, creo que sí. De lo contrario, ¿cómo sería posible creer en lo que no existe? ¿Pero, aun así, cómo responder para evitar burlas y acusaciones?.
El 22 de noviembre de 1718, murió Edward Teach, un pirata que aterrorizó los mares. En especial, a bordo del Queen Anne’s Revenge (la Venganza de la Reina Ana), que comandaba implacable asoló, en particular, el océano Atlántico y el mar Caribe.
Espantó a los unos y a los otros sin que hasta el momento preciso de compartir esta historia sepa a ciencia cierta, entre aquellos unos y otros, quiénes eran aquellos a quienes podríamos categorizar como buenos o malos, ya que con demasiada frecuencia dejaban de ser lo uno o lo otro a la hora piratear.
Pasa que –allá por el 1700, en el siglo XVIII– andanzas como las de Edward Teach y sus comandados –crueles, sangrientas, impiadosas– también podían ser un trabajo legal y legítimo si aquellos tipos, sus protagonistas y perpetradores eran corsarios.
Practicar el corso –para que quede claro y según la Real Academia Española de la Lengua (RAE)– se llamaba así a la “campaña que hacían por el mar los buques mercantes con patente de su gobierno para perseguir a los piratas o a las embarcaciones enemigas (aunque) respetando las leyes de la guerra”.
¿Cuál era el beneficio de los corsarios y sus tripulaciones? La parte del botín de guerra que acordaban con los gobiernos que les otorgaban la “patente de corso”. Nada inusual. Aunque parezca increíble, todavía hoy el Parlamento argentino, de acuerdo con el artículo 75 de la Constitución Nacional, inciso 22, tiene la facultad de conceder patentes de corso.
Pero, más allá de este dato puntual sobre el que legisla la Argentina, el caso es que Teach, según cuentan la historia, la literatura y el cine, siempre fue pirata y nunca estuvo del lado de la ley hasta que fue abatido el 22 de noviembre de 1718 cuando aquella amenaza marítima a la que también se conoció como Barbanegra comenzó a ser leyenda.
Hay quienes contaron a través de los tiempos y hasta nuestros días que, a su barba, renegrida y enrulada, a la hora de combatir y previo a los abordajes, le agregaba mechas de cañón a las que él mismo encendía para aterrorizar a sus atacados.
Cubierto con un tricornio emplumado, mientras profería alaridos con los que amenazaba a las tripulaciones enemigas, armado de pistolones que portaba en su cintura y dos espadas, arremetía impiadoso. Hasta hoy, los noctámbulos que habitan la zona de Teach’s Hole, en la isla de Ocracoke, en Carolina del Norte, aseguran que con alguna frecuencia se cruzan con el fantasma de Barbanegra. Las autoridades con las que consulté sobre ese espíritu deambulante negaron su presencia rotundamente.
LA DEL PIRATA SIN CABEZA
Costa Rica también tiene lo suyo. En mayo de 2013 – finalizada una conferencia global de un organismo multilateral– me embarqué para navegar por el océano Pacífico. La isla Tortuga – en la provincia de Puntarenas– era mi destino. Hacer snorkel hasta desembarcar en ella, un deseo cumplido esperado por mucho tiempo.
Pero el regreso no fue sencillo. Se ponía el sol. La noche avanzaba. Solicité al capitán desembarcar en Tivives, un puerto de pescadores encantador. Setenta y seis kilómetros separan aquel territorio insular del villorrio pesquero. Imposible.
Con la costa bien a la vista y sendos vasos de ron ámbar con hielo el capitán Nabil – afrodescendiente hijo, nieto y bisnieto de esclavos etíopes– contó con su voz temblorosa que “esta noche el fantasma del pirata sin cabeza estará alerta en la playa para impedir que nadie se acerque al árbol de guanacaste donde escondió su tesoro”.
¿Está seguro, capitán? “Sí. Duddee (abuela en lengua etíope) Ayana me contó llorando que así murió ayaat (abuelo) Rufaro, por acercarse a la playa y al árbol del tesoro”.
Acepté. Un día más tarde, por tierra, conocí Tivives. Por esa misma playa, caminé sobre una arena muy fina desde el mismo momento en que el sol superó la línea del horizonte. Respetuosamente aseguro que no me crucé con ningún fantasma.
¿Pero… qué atractivo encierra esa palabra, esa idea, que se repite en la historia de la humanidad? También algunos de sus sinónimos. Espectro, aparición, espíritu, visión, aparecido, ánima.
¿Existe lo inexistente? Definitivamente, creo que sí. De lo contrario, ¿cómo sería posible creer en lo que no existe? ¿Pero, aun así, cómo responder para evitar burlas y acusaciones? En la Cierta Historia Incierta anterior aludí al “barco fantasma”. No fueron pocos los mensajes que Whatsapp me trajo por ese tema.
Algunos contenidos fueron muy duros, por cierto. Mal que le pese a quien le pese, tengo claro que hasta aquello que no existe consigue ser por la comunicación. Me animo a afirmar que hay fantasmas en todas partes, y en todo tiempo y lugar. De alguna forma creo que lo verifiqué.
De hecho, durante las dos décadas de oficio de periodista que practiqué con valiosos y muy queridos colegas orientales cotidianamente escuché y supe de historias de fantasmas.
La diversidad –siempre– enriquece. Así conocí que, en algunas regiones del Oriente lejano, espíritus y fantasmas son transversales a sus culturas y prácticas milenarias que se sostienen en el tiempo.
ACECHANZAS
En China, “zhong kui” (钟馗), según me explicaron, es un fantasma al que “las familias quieren muchísimo, lo esperan, lo invitan para que las acompañe porque las protege contra toda acechanza. Pero –durante una extensa sobremesa con billar, karaoke y Moitú, en Ciudad de México, allá por 2005– conocí de la existencia de los “jiangshi” (”姜氏), a los que podríamos llamar vampiros muy parecidos al conde Drácula que imaginó Bram Stoker.
Pese a ello, esta creencia se verifica desde varios milenios y, culturalmente, se circula a más de 7.000 kilómetros hacia el este de Transilvania (donde residía Vlad Tepes Dracul) y Beijing, capital de la República Popular China (otrora el Imperio de centro); y, si se quiere, a poco más de 8.140 kilómetros de Londres, donde vivió y creó Stoker.
Llamativo, por cierto. También supe, por un hombre de negocios japonés que, en el Imperio del sol naciente, la creencia en los fantasmas se conoce desde tiempos muy lejanos y que a través de la interpretación arqueológica las primeras evidencias sobre el tema emergen de los ainus, integrantes de un pueblo originario la isla Hokkaidō, en la zona septentrional del Japón, aunque también habitaron en la islas Kuriles y existen evidencias de la presencia de esa civilización en la isla de Sajalín, en Rusia.
Notable. Y, justamente por ello, hay quienes sostienen que “los ainus no son una etnia japonesa” porque aquella sociedad –desde entonces y hasta nuestros días– tienen y mantienen cultura, lengua y tradiciones propias.
Pero más allá de ello, “oni” y “yurei”, según aquel japonés multimillonario con el que compartí algunos días en el transcurso de un seminario académico en Manhattan, NYC, “son los fantasmas de muchas personas que no murieron bien y, por eso, quieren vengarse y vuelven para mezclarse entre los vivos”.
Se suele decir en Nueva York que “hay ocho millones de historias” en esa ciudad. La de los fantasmas japoneses es una más. Curioso, sin dudas.
En la tradición judeocristiana apariciones y presencias tampoco escasean. Si bien como conceptos espectro o fantasma no son parte del educare (guiar, criar, orientar) o el educere (hacer que salga lo que somos), sí se los asocia con ángeles y/o demonios. Y, aun así, suele – culturalmente– ser una cuestión de abierta interpretación personal y, por tanto, hay quienes rechazan y quienes aceptan a las y los fantasmas. Algunos rabinos amigos coinciden en explicarme –por separado– que en esa fe no hay un acuerdo interpretativo sobre si los fantasmas existen o no.
ESPECTROS
La palabra fantasma proviene del griego “phantasma”, que se vincula con un espectro, una aparición o una presencia. Desde el rigor académico o dogmático –fantasmas, sí; fantasmas, no– no es un debate porque el rigor científico pesa y es valioso que así sea. A pesar de todo, no es tan así en el debate cotidiano que, en este tema, pareciera no tener fin.
Con queridos amigos y amigas judíos los temas del más allá, por llamarlos de alguna manera, no suelen ser parte de las conversaciones o –para no consignar irresponsablemente lo que podría ser una generalización sin fundamento– no recuerdo haber participado de este tipo de debates nunca.
Aunque reconozco haber escuchado y leído sobre algunas criaturas mitológicas muy poco conocidas y escasamente populares como los shedim, a los que popularmente hay quienes los llaman demonios. Su existencia en este mundo no es clara. Pero no me referiré a ellos, existan o no.
Siento que lo mío –sin ignorar ni desconocer lo malo o, más aún, la maldad o el mal mismo– es acercarme para aprender y profundizar en lo bueno, en la bondad o... en el bien mismo. ¡Joder que se hace difícil! ¿Dónde estará el bien? Por ello decido no referirme a Lilith –que muchas y muchos creyentes en la fe judía afirman que nació antes de Eva y que, junto con Adán, engendró a todos los demonios existentes–.
Me niego. Más allá de lo dicho respecto de mis preferencias por el bien, rechazo pensar y, mucho menos, divulgar que una mujer (real o fantástica) sea significada como la portadora misma del mal o que induzca al mal o que –por mujer– sea algo así como el mismísimo mal.
EL GOLEM
Admito que –si de fantasmas judíos se trata– prefiero y me atrae profundamente al que se conoce como el Golem de Praga. Mucho ha hecho para que así sea el querido maestro don Jorge Luis Borges (1899- 1986) y un entrañable amigo rabino que por mi insistencia aceptó explicarme que “es un shedim benigno, por llamarlo de algún modo, que al parecer era de barro y es mencionado en el Sefer Yetzirá (uno de los textos sagrados de la Cábala)”.
En el transcurso de aquella tertulia apasionante, por cierto, mi buen amigo contó que el famoso rabí Yehuda ben Betzalel Loeb –al que muchos mencionan como el Maharal de Praga y vivió entre el 1525 y el 1609– aseguraba que el Golem por “sobre todo protegía a los judíos de ataques antisemitas y otros peligros propios de aquellos años” y los de hoy. En 2017, recuerdo haber leído esa misma explicación en la internet, consignada en un texto escrito por Aranza Gleason.
Los fantasmas parecen estar en todas partes. Aunque, tal vez, es más correcto y preciso decir y sostener que –como idea– se expande y consolida… hasta el punto de haber trocado en oficio, empleo u ocupación. No sé muy bien cómo llamarlo.
THE GHOSTWRITER
Conozco en la Argentina de dos renombrados dirigentes políticos que contrataron al que quizás sea uno de los mejores periodistas especializados en temas policiales para que escriba un libro sobre la relación entre el tráfico de drogas y el poder, que sin cohibirse presentaron como propio en el transcurso de una jornada académica de especialización que ofrecieron en la sede de una organización gremial empresaria vinculada con el sector medios de comunicación.
Entre los participantes que fuimos a escucharlos estaba –sentado a mi lado– el verdadero escritor… el escritor fantasma… the ghostwriter quien, cuando la actividad concluyó, recibió el diploma que acredita su participación de manos de ese dúo de notables farsantes que firmaron como propio un texto que nunca escribieron. Fantasmas.
Más acá en el tiempo –aunque no tanto– alguna mañana tan neblinosa como otoñal, mientras caminaba descalzo por una extendida playa de arena gruesa mojada por las oscuras aguas del Atlántico Sur, impregnadas de loes patagónico, fue sorprendente encontrar a la querida escritora Margarita Celta – realmente una best-seller de alcance mundial– muy abrigada sentada sobre una simple silla de madera plegable curtida y desgastada a la vez por la bruma marina mientras leía atentamente un libro.
De a ratos, escribía notas, a la antigua, sobre un cuaderno. Bien a la antigua. Me detuve mirándola fijamente en silencio. Con alegría y sorpresa se puso de pie. Colocó la vieja silla plegada sobre su espalda como si fuera una mochila y nos largamos a caminar.
Con preocupación me contó que –por una emergencia económica– aceptó escribir para una muy prestigiosa casa editorial de alcance global tres libros de autoayuda. No me sorprendió por cuanto, alguna vez, fue galardonada con el premio más relevante que se entrega en Latinoamérica a las y los periodistas que se especializan en salud.
PEROS
Pero siempre suele haber un pero. Ningún plan es perfecto a la hora de mentir. Por una cuestión de exclusividad laboral que tiene desde un par de décadas con el diario para el que labora en Inglaterra, aceptó hacer la trilogía propuesta, pero con un seudónimo.
Desde ese momento y para ese fin –parafraseando aquel tangazo que en 1919 compuso Celedonio Flores y como ningún otro cantó Edmundo Rivero– mi querida amiga escritora, desde ese momento, antes era Margarita, ahora es Karl Arroyo Caserío. ¿Ghostwriter?, pregunté sorprendido. Durante un buen rato reímos con ganas.
“Pero tengo un problema, amigo querido. Como los dos libros que ya salieron y se agotaron son un éxito editorial y de ventas, el diario vasco Klariona quiere hacer una entrevista conmigo”. Volvimos a reír. Nadie debe saber que Margarita Celta –best-seller– es Karl Arroyo Caserío. Con más carcajadas nos despedimos.
Supe con el tiempo que la entrevista se hizo. Por mail y con fotos que entregó la editorial que justificó ese formato para el contacto con la prensa en “la enorme desconfianza que Karl tiene de los medios”. Inexplicablemente, el medio aceptó. Los fantasmas, claramente, están en todas partes.
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El fin del universo llegará antes de lo previsto, según científicos
- La Haya, Países Bajos. AFP.
El fin del universo llegará antes de lo previsto, según un nuevo estudio de científicos neerlandeses. Pero, ¡que no cunda el pánico! Aún quedan 10 elevado a 78 años para que esto ocurra, es decir, una cifra con 78 ceros. Se trata de una importante revisión de la estimación anterior de 10 elevado a 1.100 años, afirma el estudio de la Universidad de Radboud, publicado en la revista Journal of Cosmology and Astroparticle Physics.
“El fin del Universo ocurrirá mucho antes de lo previsto, pero afortunadamente aún falta mucho tiempo”, dijo Heino Falcke, autor principal del estudio. Un trío de científicos de Radboud se propuso calcular el momento en que los cuerpos celestes más “duraderos” -las enanas blancas- acabarán extinguiéndose.
Los investigadores basaron sus cálculos en el fenómeno de la evaporación de los agujeros negros, o radiación de Hawking, que debe su nombre al famoso físico británico Stephen Hawking. A mediados de los años 70, Hawking planteó la hipótesis de que los agujeros negros liberaban una radiación que provocaba su lenta disolución, como una aspirina efervescente en un vaso de agua.
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Los científicos de Radboud aplicaron este principio a otros objetos del universo, y calcularon que el “tiempo de evaporación” dependía de su densidad. Así, pudieron calcular la disolución teórica del cuerpo más longevo, la enana blanca. Pero, no hay que preocuparse demasiado por esto ya que, a menos que hayamos encontrado una forma de salir de este planeta, la Tierra habrá desaparecido mucho antes de que el universo se acabe.
En efecto, los científicos creen que, dentro de unos mil millones de años, el Sol aumentará su brillo, lo que hará que las condiciones ya no sean favorables a la vida y los océanos se evaporen. Y dentro de unos 8.000 millones de años, la expansión del Sol engullirá la Tierra, que para ese entonces será estéril y sin vida.
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Evolución de la energía oscura reformula la visión del Universo
- París, Francia. AFP.
La energía oscura, motor teórico de la expansión del Universo y que se creía vinculada a una constante cosmológica, parece de hecho evolucionar con el tiempo, un comportamiento que podría llevar a replantear la comprensión del cosmos. “Lo que vemos es profundamente intrigante” y “podríamos estar en el amanecer de un gran descubrimiento” sobre la naturaleza fundamental del Universo, declaró el miércoles en un comunicado Alexie Leauthaud-Harnett, uno de los portavoces del proyecto internacional DESI, que reúne a 70 instituciones en torno a un telescopio bajo la responsabilidad del Laboratorio Berkeley, en Estados Unidos.
Instalado en un telescopio situado en la cima del observatorio estadounidense Kitt Peak (Arizona), el Instrumento Espectroscópico para la Energía Oscura (DESI) tiene como misión ayudar a comprender esta fuerza, una de las grandes incógnitas de la física. Las finas fibras ópticas robotizadas del DESI observan simultáneamente durante veinte minutos 5.000 galaxias o cuásares (un objeto muy brillante con un agujero negro en su centro).
Esto sirve para calcular su edad y su distancia y luego para cartografiar el Universo en 3D y detectar patrones que permiten retrazar su historia. Se sabe desde hace un siglo que el Universo se expande desde sus orígenes: los cúmulos de galaxias invariablemente se alejan unos de otros.
Y se descubrió en la década de 1990 que esta expansión se aceleró notablemente unos 6.000 millones de años después del Big Bang (hace 13.800 millones de años). Para explicar este fenómeno, cuyo descubrimiento fue premiado con un Nobel, los físicos postularon la existencia de una energía repulsiva, la energía oscura, cuyos efectos están parcialmente compensados por la materia ordinaria y una hipotética materia oscura. La teoría dominante que describe la estructura y evolución del cosmos predice que el Universo observable está constituido por un 70 % de energía oscura, un 25 % de materia oscura y apenas un 5 % de materia ordinaria.
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“Momento crucial”
Este “modelo cosmológico estándar” es conocido como Lambda-CDM. Lambda designa la constante relacionada con la energía oscura, una idea inicialmente introducida por Einstein en su teoría de la relatividad general. Si bien este modelo estándar es “satisfactorio” en líneas generales, “comienzan a aparecer tensiones” con las observaciones, explica a AFP Arnaud de Mattia, físico del CEA que participó en el análisis de los datos de DESI.
Junto con otras mediciones, como las observadas en torno a la luz primigenia del Universo, las supernovas o la manera en que la gravedad deforma la trayectoria de la luz, los datos sugieren de forma creciente que la energía oscura no es constante.
Su impacto “podría debilitarse con el tiempo”, subraya el comunicado del equipo DESI que acompaña una presentación en la Conferencia de la Sociedad Americana de Física de Anaheim (California). Esos estudios se derivan de tres años de observaciones que abarcan 15 millones de galaxias y cuásares.
“Cuando combinamos todos los datos cosmológicos, estos apuntan a una aceleración de la expansión del Universo ligeramente más importante hace aproximadamente 7.000 millones de años”, detalla De Mattia. Y esta aceleración “tiende a disminuir” desde hace 2.500 millones de años.
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Pero por el momento no hay “certeza absoluta”, precisa el investigador. Para alcanzarla, serán necesarios nuevos datos del DESI y los aportados por otros instrumentos, como los telescopios espaciales Euclid (europeo) y el estadounidense Nancy Grace Roman (cuyo lanzamiento está previsto para 2027) y la inminente entrada en servicio del observatorio Vera Rubin en el norte de Chile.
“Deberíamos tener más claridad en cinco años”, espera Etienne Burtin, también físico del CEA. “Esta nueva generación de estudios resolverá la cuestión. Transformará estas pistas en un descubrimiento. O bien nos mostrará que estábamos en el rumbo equivocado y que la energía oscura sí es constante”, añade Joshua Frieman, cofundador del programa Dark Energy Survey (DES) y antiguo colaborador del DESI, quien habla de un “momento crucial”.
La confirmación de una energía oscura “dinámica” sería una “revolución al nivel de lo que ocurrió con el descubrimiento de la aceleración de la expansión”, destaca Burtin. Y en ese caso, “el modelo cosmológico estándar deberá ser diferente”, agrega. Habrá que ver si las teorías alternativas existentes pueden reproducir mejor las observaciones, o elaborar nuevas, para dar un paso más en la comprensión del Universo.
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Extraordinarios universos
- por Marcelo Pedroza
- mpedroza20@hotmail.com
Socializamos, crecemos, construimos, hacemos y honramos la vida. Es silencioso el camino de las realizaciones, surge desde el sonido indescriptible que traen las noches, como también nace en los recorridos de los amaneceres, que avizoran la puesta de los sueños. En esas corrientes, que develan la proximidad entre uno y el universo, se constituyen los descubrimientos que impulsan a ahondar por los senderos de lo cotidiano.
Santiago Montserrat-Esteve (1910-1994), psiquiatra catalán, a la hora de abordar la estructuración de la personalidad sana, expuso, en 1969, que la egostasis o equilibrio del yo personal está en función de la interacción dinámica equilibrada de la sensorio o perceptastasis (función reguladora del equilibrio entre yo y el mundo exterior) y la homeostasis (función reguladora del equilibrio del medio interno), configurando las dos el yo psicológico y el yo corporal, respectivamente.
En la sociabilidad fluyen los vínculos, se destacan los dones personales, se multiplican las acciones que tienen como destino el crecimiento del otro. Es en esa tarea en donde el concepto del equilibrio se aproxima a su punto ideal, ese que solo puede percibirlo, sentirlo y vivirlo el que lo experimenta a través de sus propias conductas, en ellas la otredad, es la máxima expresión, aunque paradójicamente sea la fuente sustancial de la autorrealización.
Es contundente la manifestación recíproca entre la estima personal y la valoración del prójimo. Aquello identificado como el medio interno y el mundo externo. Hay silencios que unen esos extraordinarios universos. Incluso puede haber temporales que profundizan las convicciones personales, que develan las auténticas misiones y al paso de las tormentas, enseñan a disfrutar de las lloviznas de la vida.
Ambos caminos, tanto íntimo como público, desde los pensamientos hasta lo conductual, están impregnados por los aprendizajes transitados, por las lecciones recibidas, por las pérdidas vividas, por los sucesos acontecidos, además de las cimas alcanzadas y los anhelos logrados; es alucinante entender la vida como una maravilla natural, por lo tanto, su cuidado integral es trascendental.
En lo sensorial fluye la capacidad de representar lo que se vive, sonidos especiales, imágenes singulares, sensaciones inspiradoras, un abanico de vitales recursos se encuentran en el conjunto de la humanidad. De lo innato y lo aprendido se retroalimenta el pasaje terrenal.
Es admirable la manifestación de lo auténtico, la naturaleza es por excelencia una fuente ejemplar. En ella puede inspirarse la vida, y al contemplarla, iniciar el acceso hacia la enorme composición de las particularidades que nutren la existencia de cada ser.