EL PODER DE LA CONCIENCIA
- Por Alex Noguera
- Periodista
- alex.noguera@nacionmedia.com
Cuando el 20 de enero de este año Donald Trump asumía el segundo mandato en EE. UU., lo hacía con la convicción de que sería capaz de acabar con el conflicto ruso ucraniano “en una semana”. Pero ya pasaron siete meses.
Ahora Trump impuso un plazo de 50 días para que Rusia finalice las hostilidades, de lo contrario amenazó con aplicarle aranceles de 100 % al comercio de la Federación. Putin sonríe con esa broma. Durante años, la patria de los zares ha sido inmune a todas las sanciones aplicadas. Hasta tuvo el atrevimiento de desafiar el equilibrio mundial al reafirmar y fortalecer el grupo de los BRICS, las mayores economías emergentes del planeta, integradas por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.
Lo que no le causó ninguna gracia al líder ruso fue el anuncio de Alemania y del Reino Unido que hace dos días prometieron entregar sistemas de largo alcance a Ucrania, como los misiles Taurus.
No fue Putin esta vez, sino la portavoz del Ministerio de Exteriores de Rusia, María Zajárova, quien advirtió que en caso de una mayor escalada del conflicto responderían “con decisión y de forma recíproca”. Luego de recordar la postura del Kremlin en cuanto a que Occidente diera luz verde a Kiev para utilizar misiles de largo alcance, dijo que el régimen ucraniano no es capaz de usar este tipo de armas sin la ayuda de sus “patrocinadores occidentales”.
Si Ucrania llegase a utilizar esta tecnología, la respuesta será abrir fuego contra las instalaciones militares, ya sean de Reino Unido o alemanas.
No muy lejos de allí, en la misma zona del planeta, Irán amenaza a Israel y a Estados Unidos con un formidable arsenal de armas, que incluye drones de ataque y misiles hipersónicos, que hace poco dieron muestra de ser capaces de vulnerar la famosa Cúpula de Hierro.
A toda esta moda de agresión militarista se suma China, la cual cada día refuerza más su intención de anexionar Taiwán. Como parte del plan, esta semana nuevamente envió un número récord de naves alrededor de la isla a modo de presión.
Muchos ciudadanos europeos, disgustados con sus líderes por su insistencia en su enfoque armamentista, miran hacia otros sitios del mundo donde puedan vivir con mayor seguridad y trabajar en paz. Uno de los mejores lugares en este sentido es América Latina, donde no existen armas nucleares. Pero esta situación no es fruto de una casualidad, sino de una valiente decisión que fue tomada en 1967 con la firma del Tratado de Tlatelolco.
Fueron parte del acuerdo unos 33 países –incluido Paraguay– que se comprometieron a “utilizar exclusivamente con fines pacíficos el material y las instalaciones nucleares sometidos a su jurisdicción”. Con orgullo, nacía así la primera zona desnuclearizada del planeta.
En ese momento la conciencia llegó a tal grado que este convenio llevó a que países de Latinoamérica y del Caribe se obligaran a sí mismos a no ser parte –ni de forma indirecta– en procedimientos relacionados con la industria bélica nuclear.
Así, mientras que en ciertas zonas los gobiernos amenazan con hacer desaparecer países enteros y los ciudadanos solo piensan en cómo huir, en otras regiones los líderes se enfocan en el desarrollo y bienestar de su nación.
El periodismo a veces nos acerca a situaciones o a frases que permanecen a través del tiempo y que dejan una reflexión como regalo. Una de ellas se dio hace décadas, en una entrevista a un diplomático de un país en constante conflicto con sus vecinos. Con palabras firmes dijo:
“No saben la suerte que tienen. De lo único que ustedes deben preocuparse es que por la noche los perros no rompan la bolsa de basura que dejaron afuera. Nosotros no sabemos en qué momento nos va a caer una bomba y dejamos de existir”.
Tal vez los perros no sean nuestro mayor problema, como el precio de la costilla para el obligatorio asado o que la selección clasifique para el Mundial. Es verdad, todos tenemos nuestras propias preocupaciones, desde el dinero que nunca alcanza hasta conseguir un transporte decente. Pero vivimos con mucha más seguridad que en países desarrollados. Y hasta somos envidia de sus ciudadanos.