DESDE MI MUNDO

  • Por Carlos Mariano Nin
  • Columnista
  • marianonin@gmail.com

Murió una niña. Tenía 13 años y dio a luz hace unos días en Santa Rosa del Aguaray. Su cuerpo, frágil como su historia, no soportó el peso de una maternidad impuesta. Y no, no fue una muerte por causas naturales: fue el desenlace de una cadena de violencia, omisiones y silencios.

El caso estremece, pero no sorprende.

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En Paraguay, cada año, más de 600 niñas entre 10 y 14 años se convierten en madres.

No por elección.

No por amor.

No por proyecto de vida.

La mayoría de esos embarazos son producto del abuso sexual. Solo en 2023 se registraron 709 partos en ese grupo etario, según el Ministerio de Salud y la Dirección de Estadísticas.

Detrás de cada cifra, hay una historia como esta: niñas que no llegan a la adolescencia y ya cargan con partos, cicatrices y traumas que no se curan con antibióticos.

El embarazo infantil es una forma de violencia extrema, lo dicen todos los organismos internacionales. Lo que no se dice, o se dice poco, es que muchas de esas niñas mueren. Y lo hacen en silencio.

Según el Observatorio Nacional de Salud Sexual y Reproductiva, al menos 18 niñas madres menores de 15 años fallecieron en los últimos tres años en Paraguay durante o después del parto.

Murieron porque su cuerpo no estaba preparado. Porque nadie las escuchó. Porque la justicia llegó tarde… o no llegó.

Nos indignamos por un caso que vemos por TV, por un caso resonante. Pero volvemos a callar cuando el caso se enfría. Y mientras tanto, la rueda gira. El abuso sigue. El Estado no mira. La escuela no detecta. La comunidad no denuncia. Y el hospital, cuando llega, ya es demasiado tarde.

Esta niña murió, pero su historia no puede quedar sepultada bajo una estadística más. Porque cada número que se repite con impunidad es una sentencia para la próxima.

Y porque, si naturalizamos que una criatura de 13 años muera dando a luz, entonces ya no es solo un problema del sistema: es una tragedia moral que nos involucra a todos.

Hoy el país está de luto, aunque no haya banderas a media asta. Porque cuando una niña madre muere, fracasa toda la sociedad. Y mientras no haya justicia, contención y políticas públicas reales, seguiremos contando víctimas en lugar de protegerlas.

Pero claro, esa es… otra historia.

Etiquetas: #embarazos

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