• Livia Mandelli
  • Professora da FDC, Brasil

La neurociencia ha revelado hallazgos relevantes sobre cómo las emociones afectan el rendimiento humano, el liderazgo y la toma de decisiones. Para los ejecutivos que ocupan posiciones jerárquicas más elevadas en las organizaciones, comprender el comportamiento humano ya no es solamente un diferencial – se ha convertido en una necesidad en escenarios empresariales cada vez más volátiles y emocionalmente desafiantes.

La inteligencia emocional y el equilibrio emocional se configuran como competencias esenciales; sin embargo, el contexto futuro exigirá aún más de los líderes. Comprender la interacción entre los sistemas cognitivo, emocional y social del cerebro será fundamental para ejercer un liderazgo estratégico y, principalmente, humanizado. La regulación emocional en el cerebro está vinculada a la actuación sinérgica entre la amígdala, responsable del procesamiento de las emociones, y la corteza prefrontal, que desempeña el papel de moderadora de las reacciones, permitiendo decisiones más reflexivas y menos impulsivas.

Esta competencia es esencial para controlar impulsos que podrían perjudicar decisiones de gran relevancia y, sobre todo, afectar la disposición de las personas a ser lideradas por uno.

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No obstante, ocupar posiciones de liderazgo en niveles organizacionales elevados requiere trascender el dominio de las emociones. Es imprescindible establecer límites saludables, cultivar la empatía con discernimiento, crear redes de apoyo eficientes e integrar prácticas de autocuidado y fortalecimiento emocional como elementos fundamentales de un liderazgo sostenible.

Los espacios colaborativos que enfatizan el apoyo mutuo actúan como amortiguadores naturales frente al estrés. En estos entornos, los líderes no solo mantienen su equilibrio emocional, sino que también promueven una cultura organizacional saludable y productiva.

Es fundamental destacar que, en ambientes de liderazgo, la empatía –una habilidad vinculada a la inteligencia emocional– a menudo es subestimada. No obstante, la empatía se destacará como uno de los diferenciadores más significativos en las organizaciones en los próximos años. Las investigaciones en el campo de la neurociencia indican que esta capacidad está sustentada en circuitos neuronales específicos e influye directamente en la forma en que un líder es percibido por quienes lo rodean. Cuanto más refinada sea su empatía, mayor será su reputación como líder.

Los líderes empáticos tienden a establecer vínculos más sólidos con sus equipos, promoviendo un aumento del compromiso, la confianza y el desempeño colectivo. Sin embargo, la empatía no debe confundirse con la permisividad: se refiere a la comprensión profunda de las motivaciones y necesidades de los demás, con el fin de tomar decisiones más coherentes y duraderas.

Liderar con eficacia exige sensibilidad para percibir el clima emocional del equipo y ajustar las estrategias de manera dinámica. Esta habilidad está indisolublemente ligada a un elevado nivel de inteligencia social, que integra el razonamiento lógico con una aguda percepción interpersonal, conocida como destreza social.

Aunque la lectura pueda no dar la impresión de que sea posible mejorar los niveles de inteligencia emocional, es importante recordar que uno de los fundamentos más revolucionarios de la neurociencia contemporánea es la neuroplasticidad.

Este concepto se refiere a la capacidad del cerebro para modificarse y progresar a lo largo de la vida. Para los profesionales con amplia experiencia, esto significa que el liderazgo no es una competencia inmutable, sino más bien un proceso continuo de adquisición de conocimientos y perfeccionamiento.

Adoptar una mentalidad orientada al crecimiento, basada en el aprendizaje continuo y en la flexibilidad cognitiva, será imprescindible para enfrentar con agilidad los desafíos de un contexto volátil. Los programas de capacitación profesional fundamentados en principios de la neurociencia representarán herramientas eficaces para perfeccionar competencias emocionales, incrementar la capacidad de liderazgo y establecer la flexibilidad como una característica distintiva de la alta dirección.

Finalmente, es imprescindible reflexionar sobre la resiliencia, ya que, más que una simple evidencia de fortaleza interior, este concepto se configura como un proceso íntimamente relacionado con el funcionamiento del sistema nervioso. Los líderes resilientes demuestran una mejor capacidad para ajustar sus reacciones frente al estrés y logran recuperarse emocionalmente de manera más eficaz, constituyendo así una competencia esencial para funciones de gran responsabilidad.

Además de garantizar su propia estabilidad, estos líderes promueven la creación de entornos organizacionales que favorecen el bienestar colectivo. Al fomentar la inteligencia emocional, estimular el apoyo mutuo y legitimar la atención a la salud mental, tales prácticas se vuelven fundamentales para una cultura organizacional orientada hacia la sostenibilidad y el rendimiento a largo plazo.

El futuro del liderazgo no estará determinado por quienes mejor controlen sus emociones, sino por aquellos que sean capaces de comprenderlas e integrarlas como instrumentos de influencia y transformación. Para garantizar su relevancia futura, los ejecutivos deberán expandir su conocimiento sobre el funcionamiento cerebral y adoptar un enfoque integrado que valore por igual las habilidades emocionales, sociales y cognitivas.

Esta representa la nueva frontera del liderazgo: una actitud ejecutiva más empática, más consciente y, sobre todo, más relevante para la construcción de una sociedad cada vez más justa, equitativa y saludable. Quienes adopten este modelo estarán preparados para liderar sus organizaciones con claridad, innovación y resiliencia en un mundo en constante transformación.

REFERENCIAS

Goleman, D. (2011). Inteligencia emocional: La teoría revolucionaria que redefine qué es ser inteligente. Editorial Objetiva.

Siegel, D.J. (2012). Mente y cerebro: La neurociencia de las relaciones interpersonales. Editorial Cultrix.

Stein, S.& Book, H. (2020). La ventaja del cociente emocional. Ed. Vozes.

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