- Por el Dr. Juan Carlos Zárate Lázaro
- MBA
Se debe dar el lugar que se lo merece a la meritocracia por constituirse en uno de los principales valores agregados que nos permitirían como país poder seguir diagramando planes estratégicos dentro de nuestras empresas, para que dentro de la estructura organizacional podamos llegar a los objetivos y metas que nos propongamos, dentro de un mercado estrecho aún como el nuestro, pero cada vez más dinámico y competitivo en todos los órdenes.
La Ley del Servicio Civil, ya promulgada ha sido una decisión inteligente y necesaria, que ojalá pueda dar los resultados que se esperan dentro del contexto de nuestra administración pública.
Esperemos también que dentro de ambas cámaras del Parlamento impere el sentido común, dejando de lado las apetencias personales y políticas, poniendo al país en primer lugar, pues de muy poco valdrán los esfuerzos que se vienen haciendo en el exterior buscando la radicación de nuevos capitales que puedan potenciar nuestro desarrollo económico y coadyuvar a la generación de más fuentes de trabajo, con su consecuente efecto positivo sobre nuestra microeconomía.
Los paradigmas en lo que a capital humano concierne han cambiado, pues hoy día las empresas especializadas en selección de personal dan preeminencia a la aptitud y actitud que muestren los potenciales candidatos y ya no tanto a las calificaciones que pudimos haber obtenido dentro del ciclo medio y superior.
A nivel país contamos con muchos jóvenes inteligentes y talentosos que, sin embargo, son dejados de lado o bien están ocupando posiciones secundarias dentro de las organizaciones por razones más bien de carácter subjetivo, donde lo político no está ausente.
La conjunción de la meritocracia, capacidad, idoneidad y formación profesional, son aspectos que hacen a la cualificación de los funcionarios y que se los debe tener en cuenta y fomentarlos dándole el justo lugar que les corresponde.
Dentro del sector público estas virtudes siguen siendo pasadas por alto, salvo excepciones. No es el prebendarismo ni el clientelismo político, aceptando la incorporación de jóvenes con limitadísima formación académica-profesional, lo que hará que nuestro país pueda aspirar a un crecimiento y desarrollo económico y social sustentable y sostenible, sino un capital humano que pueda desenvolverse con eficiencia y eficacia.
La conjunción que se pueda dar entre el sector privado y público para encarar diversos proyectos en favor de nuestro país podrán dar los resultados esperados con personas que sean idóneas y capaces, por lo que lo que el Poder Ejecutivo pretende con la Ley del Servicio Civil es lo que precisamos desde hace tiempo, pero que no sea solo en papeles, sino que se cumpla a cabalidad, pues de lo contrario terminaríamos en lo de siempre y ese no es el objetivo.
Nuestros parlamentarios deben entender pues el sentido común, así lo exige que dicha ley debe abarcar a los tres Poderes del Estado para que nuestros potenciales inversionistas extranjeros puedan ver que la debilidad estructural, que seguimos adoleciendo, se busca corregir a nivel global.
El presidente de la República podría tener buena intención y buenas ideas para sacar adelante a nuestro país, pero es sabido que “una sola golondrina no hace primavera”, por lo que el trabajo en equipo es lo que cada vez más gana en preponderancia en todos los ámbitos.
En países de primer mundo es la meritocracia y capacidad de las personas lo más importante, y una de las razones por las cuales muchos países siguen creciendo y desarrollándose dentro del ámbito económico y social.
Copiar lo bueno no está prohibido, pues será para bien de nuestro país, dado que no será solo la clase política la que permitirá que podamos crecer cualitativa y cuantitativamente sino nuestra gente, a quienes se apoya y se los da el lugar que se merecen por meritocracia, capacidad e idoneidad, y no por el “color del pañuelo” y el mero servilismo.
Al Paraguay los vamos a sacar adelante entre todos y no solamente un grupito de personas. Es ese anacrónico pensamiento el que deberá ser superado, pues vivimos en un mundo globalizado y cada vez más exigente.