- Por Ariel Ruiz Díaz
Cada 30 de junio, Paraguay conmemora el Día Nacional de la Accesibilidad, establecido por la Ley n.º 6938. Como persona ciega, celebro esta fecha, pero más que un día simbólico, debería ser un firme recordatorio de las tareas aún inconclusas.
La accesibilidad va más allá de rampas o ascensores. Es la posibilidad de vivir en igualdad de condiciones: circular sin barreras, informarnos sin obstáculos, y acceder a la educación, salud y trabajo como cualquier otro ciudadano.
Lo que a menudo no se comprende es que la accesibilidad no beneficia solo a las personas con discapacidad, sino a toda la sociedad: adultos mayores, madres con cochecitos, personas con lesiones temporales. Construye una sociedad más humana, amable y justa para todos.
La ley establece que cada 30 de junio los órganos del Estado deben rendir cuentas sobre los avances en accesibilidad. Sin embargo, ¿cuántos de esos informes se presentan? ¿Cuántas acciones concretas se sostienen en el tiempo? La accesibilidad no puede seguir siendo solo una promesa en papel.
El cambio es posible, pero requiere voluntad política, inversión pública y, sobre todo, empatía. De todos depende que el Día Nacional de la Accesibilidad no sea una conmemoración vacía, sino el punto de partida para una transformación profunda. Porque no se trata solo de derechos para algunos, sino de dignidad para todos.