• Federación Juntos por la Inclusión

Cada paso en Carrería mos­tró que la inclusión no es un discurso, sino una experien­cia compartida. En ese reco­rrido compartido, algo se movió más allá de los cuer­pos: se rompieron estereoti­pos, se construyó confianza y se ensanchó el círculo social de muchas personas que suelen quedar al mar­gen. Personas con discapa­cidad corrieron con guías, pero también con amigos, familiares y desconocidos que, a fuerza de compartir un espacio, se convirtieron en aliados.

El entusiasmo, las emocio­nes y la sensación de logro compartido nos confirman que el potencial de creci­miento es enorme. Por­que cuando la inclusión se entrena, se contagia. Y cuando una carrera deja de ser competencia para convertirse en compañía, lo que se celebra no es solo la llegada a la meta, sino todo el camino recorrido, juntos.

Más que una actividad física, Carrerí fue un labo­ratorio de convivencia. Sí, hubo aprendizajes. Pero eso también es parte de crecer: escucharnos, equivocarnos, ajustarnos.

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Carrerí no terminó en la meta ese domingo 8 de junio. Sigue en cada entre­namiento, en cada nueva carrera que se suma al sello, en cada vínculo que se formó, en cada corazón que late más fuerte porque, ahora sí, se siente parte. Porque cuando corremos juntos, no solo recorremos una distancia: decimos, sin palabras, que no estamos solos.

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