DESDE MI MUNDO

  • Por Carlos Mariano Nin
  • Columnista
  • marianonin@gmail.com

No fue solo un vuelo. Fue una recompensa. Una línea dibujada en el aire que dice: “Estamos acá y también sabemos volar alto”.

Hace poco, en la Base Aérea de Natal (Brasil), la teniente 1.ª Cynthia Carolina Orué Santacruz culminaba con éxito el curso de Especialización Operacional en Aviación de Caza.

Así se convirtió en la primera mujer militar paraguaya en pilotar el Embraer A 29 Super Tucano, el turbohélice de combate que es orgullo de la Fuerza Aérea Paraguaya.

Con valor y disciplina férrea, Cynthia completó un exigente programa de 10 meses, dominando maniobras de precisión, tácticas de combate y operaciones avanzadas hasta alcanzar el ansiado momento de tomar los controles de una máquina de guerra, pesada de historia y símbolos.

Pero no fue solo un hito técnico: fue político, social y emocional.

Su vuelo fue un mensaje.

En sus alas descansan años de preparación, resistencia a prejuicios y la herencia de las mujeres que abrieron caminos en espacios dominados por hombres.

Porque volar un Tucano no significa únicamente maniobrar la palanca o alinear el horizonte. Significa atravesar estructuras que limitan. Significa elevar un mensaje claro: el mérito no tiene género.

Su presencia en la cabina no fue un accidente ni una excepción: fue consecuencia de su talento, de su perseverancia y de su decisión de no aceptar límites.

Y al mando de ese avión, Cynthia no se limitó a surcar las nubes. Abrió una grieta luminosa en el cielo paraguayo, una promesa de cambio para quienes vendrán después.

Hoy, cada niña que mira al cielo desde el patio de una escuela puede saber que ese zumbido en lo alto no es solo el paso de un avión. Puede ser una señal. Puede ser la prueba de que las alas, cuando son propias, no piden permiso.

Porque en un sistema que todavía arrastra sombras del pasado, donde la disciplina muchas veces se confunde con jerarquía excluyente, una mujer al mando de un Super Tucano no es solo una noticia.

Es una grieta. Y por esa grieta, un aire fresco comienza a entrar.

Pero esa es otra historia.

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