EL PODER DE LA CONCIENCIA
- Por Alex Noguera
- Periodista
- alex.noguera@nacionmedia.com
Pese a sus casi 70 años, don Matías se mantiene activo y todos los días sale para controlar cómo va su negocio en el centro. Desde que tuvo un incidente automovilístico decidió no volver a manejar, pero sí se traslada, y con gran frecuencia, mediante las plataformas de movilidad.
Fue como ver la luz, ya que “los taxis le cobraban el doble”, sin embargo, el entusiasmo inicial fue decayendo gradualmente. La razón principal fue que le gustaba platicar con los choferes, todos siempre más jóvenes que él, por supuesto, y así estar enterado de las modas del momento. La primera pregunta para romper el hielo era ¿desde qué hora estás trabajando? Cualquiera de las respuestas a esa cuestión hacía que comenzara el intercambio de pareceres sobre diferentes temas.
Pero luego de un tiempo, las charlas ya no fueron enriquecedoras para don Matías. Las respuestas lo hacían sentir viejo. Por ejemplo, cuando aquella vez que hablaban de gustos musicales y el boltero dijo que nunca había escuchado hablar del grupo Mocedades. En principio, Matías creyó que era una broma, pero no. Ese ser sentado en el asiento de adelante que tendría unos 30 años y estaba al volante no sabía de canciones tan universales como “Eres tú”, “Desde que tú te has ido” o “Quien te cantara”.
En varias oportunidades consultó sobre otros grandes referentes musicales y se dio cuenta de que la mayoría de las veces los conductores ni siquiera sabían quiénes eran gigantes como Julio Iglesias, José Luis Perales o incluso Roberto Carlos. El arte de antes, con frases cultivadas habían sido reemplazadas por mamarrachos que poco tenían de arte y menos de melodías, con letras que reyaban la grosería e intérpretes que pronunciaban mal las palabras y cuya cadencia musical tal vez sería apreciada por un coro de monos estridentes. Bueno, es lo que pensaba don Matías.
Desilusionado sobre la tendencia rítmica actual, se introdujo en otros géneros del arte y quiso hablar sobre autores de novelas. Don Matías se asustó. Los choferes no solo no reconocían grandes nombres de la literatura, sino que admitían que nunca habían leído un libro. ¿Y revistas? A veces un Condorito, pero nada más.
Mencionar sobre el genio de Robin Wood o alguno de sus personajes era como entrar en el Triángulo de Las Bermudas, es decir, no había nada, todo había desaparecido. Alguno de los choferes tartamudeó ¿Robin Hood, me suena, de qué banda musical era? Tristemente, el guionista caazapeño había sido confundido con el héroe de los bosques de Sherwood, pero versión cantante. La desilusión de Matías se convirtió en profunda preocupación. ¿Qué estaba pasando? Tras meses y meses de investigación, llegaba a la conclusión de que él estaba viejo o vivía fuera del mundo actual. ¿O los jóvenes eran el problema y su ignorancia alcanzaba grado generacional? No, no podía ser tan grave. Lo más lógico era pensar que él era el loco desfasado.
Cuando la respuesta comenzaba a ser dolorosamente aceptada, hace unos días leyó un artículo que exponía que el periodista Jorge Coronel había planteado una pregunta en TikTok: “¿Las nuevas generaciones aún conocen a los famosos paraguayos?”.
Pese al burdo sistema utilizado para obtener una respuesta, el resultado le aceleró el corazón a causa de la felicidad. Él no estaba viejo, los jóvenes ya no leían, no veían televisión y solo vivían pendientes de las redes sociales, de las que poco podían aprender.
Comprender la gravedad de la realidad hizo que se preguntara hacia dónde iba el mundo. ¿Qué podrían enseñarles a sus hijos estos jóvenes? ¿Cómo habían caído tan estrepitosamente y tan profundamente en tan poco tiempo?
Si ni siquiera reconocían a los grandes intérpretes o autores literarios del mundo, la posibilidad de que se percataran de la trascendencia de autores nacionales sería una utopía. Un poema del villarriqueño Manuel Ortiz Guerrero o las épicas canciones de un Emiliano R. Fernández tenían más posibilidades de dormir el sueño eterno que ser interpretados por algún paraguayo del futuro.
Don Matías ahora lo tiene claro, no es que él esté viejo, el problema es mucho mayor y avanza silencioso ahogando con ignorancia a esta generación. Y lo peor es que nadie hace algo para impedir la catástrofe que representa.