DESDE MI MUNDO

  • Por Carlos Mariano Nin
  • Columnista
  • marianonin@gmail.com

Es curioso cómo funcionamos. En medio del silencio, cuando la tristeza nos muerde o cuando la alegría nos desborda, muchos sentimos la necesidad de escribir. De decir algo. De soltar una frase, una foto, una emoción. Y casi siempre lo hacemos en las redes.

Pero ¿por qué? Si sabemos que a muchos no les importa, que algunos lo van a leer sin ganas, que otros lo guardarán para usarlo en nuestra contra. Si intuimos que hay indiferencia, burla o juicio detrás de la pantalla… ¿por qué igual escribimos?

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Tal vez lo hacemos porque escribir, incluso en medio de ese océano digital lleno de ruido, nos salva. Porque, aunque el mundo esté lleno de filtros, egos inflados y reacciones vacías, cada vez que posteamos algo verdadero, estamos haciendo un acto de humanidad.

Sé que escribir cuando duele no cambia la herida, pero alivia. Compartir la alegría no garantiza que nos entiendan, pero amplifica el momento.

Y sí, claro que muchos no van a comprender. Pero también hay otros, quizás pocos, quizás lejanos, que van a leer y decir: yo también me sentí así.

Expresar lo que sentimos nos humaniza. Nos arriesga, sí. Pero también nos acerca. Y en estos tiempos de pantallas frías y conversaciones fugaces, eso es más necesario que nunca.

En un mundo que se desliza peligrosamente hacia la soledad, escribir es una forma de tender puentes. Es una manera de decir aquí estoy, incluso aunque nadie responda. Porque a veces no se trata de quién lee, sino de que yo necesitaba decirlo.

Y quizás ahí esté la clave: más que buscar aprobación, estamos buscando conexión. Un eco. Una señal de que no estamos tan solos en medio del bullicio frenético del día a día.

Escribir en redes, con todo lo que eso implica, puede ser una pequeña forma de terapia. Un ejercicio de honestidad en tiempos de máscaras. Un acto de coraje en un espacio cada vez más cruel. Y a veces, aunque sea por un instante, nos hace sentir acompañados. Humanos.

Y con eso, a veces, alcanza; pero esa, es otra historia.

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