• Emilio Agüero Esgaib
  • Pastor

Así como cuando en el cuerpo no funciona bien su sistema inmunológico está expuesto a cientos de enfermedades así también cuando una persona, y la sociedad le está fallando su sistema inmunológico en general está expuesta a cientos de enfermedades y a la vez a la misma muerte.

Perder la capacidad de discernimiento sería igual a tener un fallo en su sistema inmunológico.

Cuando perdemos la capacidad de discernir la verdad del error y no reconocer el engaño a causa del relativismo nos desviaríamos sutilmente hacia un territorio donde ya no hay verdad, o por lo menos ya no importa cuál es la verdad. No podemos perder el discernimiento ni la capacidad de distinguir la verdad del error por sutil que esta sea.

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Ese peligro que puede matar a una sociedad hay que combatirla, como diría el apóstol Pablo: “Destruyendo todo obstáculo de arrogancia que impide que la gente conozca a Dios.

Capturamos los pensamientos rebeldes y enseñamos a las personas a obedecer a Cristo” 2 Co 10:5 NTV. Hoy en día más que nunca muchos creyentes están cautivos en ideas ideológicas o filosofías humanas que contradicen las verdades bíblicas.

¿Cómo podemos fortalecer nuestro sistema inmunológico personal, familiar y social como cristianos? Pablo dice “no seamos más niños sacudidos por cualquier viento de doctrina” Ef. 4:14. Un niño pequeño es totalmente vulnerable, si encuentra en el piso una galletita o una pastilla o alfiler lo meterá en la boca sin siquiera plantearse nada o si conlleva peligro hacerlo.

El conocimiento sano y los criterios bíblicos sanos nos dan la capacidad de entender peligro ya que tenemos la capacidad de distinguir la mentira del error.

Las peores mentiras son las sutiles, las que están disfrazadas de verdad, razonamiento o “popularidad” (lo que la mayoría cree), pero son como caballos de Troya que una vez dentro diseminan todo lo que tenían contaminándolo todo.

Aunque es verdad que tenemos capacidades de distinguir la verdad del error de manera intuitiva a través de nuestra conciencia dada por Dios, es verdad también que como seres pecadores y no podemos distinguir de manera natural la voluntad de Dios, o sea, lo que Él aprueba y lo que no aprueba, esto solo lo logramos renovando nuestra mente a través de la Palabra de Dios.

El Salmo 119 es el capítulo más largo de la Biblia y es justamente la que enaltece la Palabra de Dios y arranca diciendo “Felices son los íntegros, los que siguen las enseñanzas del Señor. Felices son los que obedecen sus leyes y lo buscan de todo corazón. No negocian con el mal y andan solo en los caminos del Señor.

Nos has ordenando que cumplamos cuidadosamente tus mandamientos. ¡Oh, cuanto deseo que mis acciones sean un vivo reflejo de tus decretos! Entonces no tendré vergüenza cuando compare mi vida con tus mandatos.

A medida que aprendo tus justas ordenanzas, te daré las gracias viviendo como debo hacerlo. Obedeceré tus decretos ¡por favor, no te des por vencido conmigo” (1-8)

En pocas palabras, la manera de fortalecer el sistema inmunológico espiritual y moral de una persona y de la iglesia en general es conociendo la Palabra de Dios. Esta nos dará el criterio necesario para entender qué le agrada a Dios y qué no, nos da los principios y valores de cómo vivir y de qué hacer para agradar a Dios.

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