• Por Aníbal Saucedo Rodas.
  • Periodista, docente y político

Siguiendo con la línea de nuestros anteriores artículos que tienen pretensiones de desentrañar la verdadera identidad doctrinaria del Partido Nacional Republicano, diremos que Natalicio González ubica a Blas Garay en el centro de la grande y decisiva transformación ideológica que se opera en el coloradismo y “que hace de este partido el instrumento insustituible del renacimiento paraguayo”. Como ya vimos, el joven precursor del revisionismo histórico en nuestro país se oponía tenazmente a dejar el progreso librado a las fuerzas ciegas del mercado, que lo único que promueve es que los ricos sean cada vez más pocos y más ricos, mientras aumenta la muchedumbre de los pobres, que son cada vez más pobres, un sistema injusto que en su momento había condenado Juan Pablo II con el sólido argumento de que “la economía no puede dictar modelos y ritmos de desarrollo”.

En esta tesitura partidaria, el propio Garay confiesa su inclinación al socialismo, en julio de 1899, criticando agriamente a los políticos y a los partidos de ese tiempo –incluyendo al colorado–, aunque sin abjurar del Partido Nacional Republicano al que se había afiliado –tal como afirmara en el primer editorial del diario La Prensa que él había fundado y dirigía– “porque sus hombres y sus obras nos merecen más confianza”.

Aunque Garay no aclara a qué socialismo se refería, su tendencia es escudriñada por dos de sus más notables exegetas, en sendos escritos: “Contemporaneidad ideológica del doctor Blas Garay”, del doctor Roque Vallejos, y “Blas Garay y las Ciencia Histórica”, de Francisco Pérez-Maricevich. “A todas luces no era el socialismo científico –afirma Vallejos–, cuyo más tremendo alegato proporcionó en su contra el apostrofante ‘El comunismo en las misiones’”.

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Que Garay es una figura emblemática de la juventud colorada nadie puede poner en tela de juicio. Ya en la Convención del 25 de noviembre de 1918, Juan León Mallorquín lo califica como el representante de la orientación rectilínea ascendente, altiva y noble del Partido Colorado.

Recogiendo el legado intelectual de Garay, en l902, Fulgencio R. Moreno asevera que “el error de los que todavía propalan la acción negativa del Estado tiene su origen en el falso concepto que de este (del Estado) tienen y en las preocupaciones ya envejecidas de la escuela clásica”. Dos años después, en 1904, el Partido Colorado conoce una larga y hostil llanura. Sus periódicos son sistemáticamente censurados y clausurados y sus dirigentes más notables perseguidos y encarcelados. Sin embargo, la adversidad no menguó el espíritu revolucionario de sus líderes, quienes, con una convicción cada vez mayor, siguieron defendiendo sus ideas y creencias.

Víctor Morínigo, compañero intelectual de Natalicio, ataca al corazón mismo de la ideología liberal sosteniendo cuanto sigue: “Argumentando que el Estado no puede poner obstáculos a la libre concurrencia y a la demanda, los ideólogos y estadistas del liberalismo permiten el despojo y paulatina pauperización del más neto exponente social paraguayo y el fundamento más firme de la nacionalidad: el campesino agricultor”.

Para Natalicio, el Estado servidor del hombre libre, conforme con la propia declaración de principios del partido, tiene la facultad de intervenir en la vida social y económica de la Nación para evitar el abuso del interés privado y promover el bienestar general. Define al Estado como “la objetivación más trascendente y elevada de la solidaridad social” y, por ende, la “solidaridad social es la única técnica eficiente que conduce a la liberación”.

Vemos, entonces, que la solidaridad es un factor clave para la redención social y para garantizar la libertad del hombre y la mujer. El Estado, por tanto, debe constituirse en el árbitro que posibilite que los que más tienen contribuyan a que los que nada o muy poco poseen puedan gozar de una vida digna. El neoliberalismo propugna el darwinismo social y político, donde el más fuerte sobrevive destruyendo al más débil. El producto de la marginación social es un individuo no apto para integrarse a la sociedad. Para el Partido Colorado es una víctima de las estructuras injustas que el Estado tiene la obligación de revertir. Pero, infelizmente, la práctica clientelar y prebendaria que vació ideológica y doctrinariamente al Partido Colorado, que se inició entre 1959 y 1960, continúa vigente en un gran sector de la dirigencia divorciada de la historia y de las demandas del presente, avasallando con el mismo ímpetu neoliberal la dignidad de las personas a través del premio a la clientela y el castigo a los adversarios. Ese margen de confusión permite que hoy convivan dentro de la Asociación Nacional Republicana rabiosos derechistas, neoliberales privatistas, ubicuos centristas, socialdemócratas y románticos socialistas.

Advirtiendo este peligro, meses después del golpe de Estado del 3 de febrero de 1989, el doctor Osvaldo Chaves instaba a “recuperar la veta social del Partido Colorado”, el histórico partido de los obreros, campesinos y marginados de la sociedad. Continuaremos. Buen provecho.

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