- Por Ricardo Rivas
- Corresponsal en la Argentina
- X: @RtrivasRivas
El binomio presidencial que gobernó la Argentina entre 2011 y 2015, que integraron Cristina Fernández y Amado Boudou –presidenta y vice– devino en dos reos condenados por corrupción durante los años que estuvieron las dos posiciones de máximo poder institucional. No es un tema menor.
La historia reciente da cuenta que otro dúo presidencial, el constituido por Alberto Fernández, presidente; y, también por la señora Cristina, que lideraron la Nación entre 2019 y 2023, por estos días, Alberto se encuentra imputado en dos causas judiciales –una de ellas por presuntos actos de corruptos– en tanto que quien fuera su compañera de fórmula, pasado mañana será encarcelada. Casi seguramente –si la justicia accediera a una petición realizada por la exmandataria– su celda se constituirá en el domicilio de su hija Florencia, donde cumplirá con la pena de seis años de prisión que le impusieron 16 jueces y confirmó por unanimidad a Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN), junto con su nieta. Complejo destino personal, por cierto, para quien delante de un tribunal oral no dudó en sostener –a voz en cuello– que “la historia ya me absolvió”.
No mucho tiempo atrás –aunque en el siglo pasado– el expresidente Carlos Saúl Menem (1989-1999), fue condenado por pagar sobresueldos a los más altos funcionarios de su gobierno y por la venta a muy bajo costo (precio vil) del predio de la Sociedad Rural, enclavado en el barrio de Palermo, en la capital argentina. Esas dos condenas que, como la que recayó la semana pasada sobre Cristina Fernández, tenían como “accesoria” la inhabilitación perpetua para el ejercicio de cargos públicos. Sin embargo Menem, hasta que expiró el 14 de febrero de 2021, ejerció el cargo de Senador nacional y, por ser el decano de ese cuerpo colegiado, tuvo la responsabilidad de izar la Bandera en el inicio de cada sesión. Justamente por su condición de legislador nacional, Carlos Saúl pese a que, en 1999, cumplió prisión preventiva en la residencia uno de sus amigos, nunca fue encarcelado.
Para que quede claro. Carlos Saúl Menem y Cristina Elisabet Fernández viuda de Kirchner, en no menos de dos oportunidades –cuando asumieron sus responsabilidades– incumplieron con los sagrados juramentos de “respetar y hacer respetar la Constitución y las leyes”. En ambos casos, el condenado y la condenada, no solo se empecinaron en rechazar las acusaciones y las condenas, sino que denunciaron y –en el caso de Cristina– ser perseguidos políticos. Tragedias institucionales argentinas.
En el inicio de la noche del mares de la semana pasada, la señora Fernández, desde la puerta misma de la sed del Partido Justicialista (PJ) –que ella lidera– habló para la militancia que se acercó para acompañarla en el momento en que se conoció la condena. Las imágenes que de ella generaron los medios nacionales e internacionales que allí se encontraban fueron inclementes solo ella, acompañada de su hijo el diputado nacional Máximo Kirchner y su cuñada, Alicia Kirchner. Solo dos de sus familiares.
En el transcurso de aquel día, treinta y dos senadores nacionales, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof y el ex ministro de Economía, Sergio Massa, la acompañaron. Un puñado de minutos antes de que las miradas digitales de los medios se posaran sobre ella, partieron. Cristina quedó sola. “Increíblemente sola”, como la letra de aquel tangazo, “Martirio”, que escribió Enrique Santos Discépolo en 1940 y cantó para siempre –como ninguna otra– Virginia Luque. “El peronismo te acompaña hasta la puerta del cementerio, pero no entra con vos”, se suele decir una y otra vez entre los viejos peronistas.
Y, justamente, el gran interrogante que circula en la política de este país desde la confirmación de la condena a la señora Cristina es... ¿Qué pasará ahora con el peronismo? Se ensayan todo tipo de respuestas. El exembajador Juan Pablo Lohlé –que representó a la Argentina ante la Organización de Estados Americanos (OEA), ante el Reino de España y ante el gobierno del Brasil, durante las presidencias de Menem, Néstor Kirchner (2003-2007) y la señora Fernández– ejemplificó: “es como subirse a un taxi y, cuando el chófer pregunta hacia dónde ir, el pasajero responde: ‘no sé’”.
Consultado por el periodista Chiche Gelblung, acerca de la supervivencia del peronismo, Lohlé fue más allá. “Como estaba (hasta el momento de la condena a Cristina) no existe más. Hay que preguntarse si sobrevivirá con otros partidos integrados. Si así fuera, no estaríamos frente a un partido político que, además, no sería un estabilizador de la democracia. Hoy, por el contrario, el peronismo es un desestabilizador de la democracia”. Desde ese marco de análisis, Lohlé añadió: “Habrá que ver –añadió– si llegan líderes nuevos que tengan una visión distinta y que puedan reestructurar el peronismo con una visión democrática y plural”.
Consultado luego por La Nación, Lohlé sostuvo que “el mundo de Perón (Juan Domingo, fundador del partido) ya no existe. ¡Es otro mundo! El de las redes, el de los teléfonos inteligentes, el de la IA (inteligencia artificial). Hoy, los jóvenes no conocen de aquello. No saben de qué se trata y, no hay que olvidar que ese segmento social es casi el 40 % del padrón electoral. Por estas razones es que entiendo que, como está hoy, el peronismo está fuera del tiempo y de las formas”. Para pensar.