• Por Aníbal Saucedo Rodas
  • Periodista, docente y político

En los últimos días se ha generado un polémico debate sobre la orientación ideológica del Partido Nacional Republicano, a raíz de un encuentro con partidos de la derecha y extrema derecha que tuvo lugar en Asunción, y del cual participaron algunos referentes del coloradismo. Es, por tanto, pertinente continuar con el tema que habíamos empezado semanas atrás.

El carácter revolucionario de la Asociación Nacional Republicana se define en el momento mismo de su fundación en 1887. No aceptaba el sometimiento a las potencias extranjeras ni a los que pretendían regir su destino histórico como brazos largos de la dominación social y económica de los nacientes imperios. Defiende como innegociables la soberanía del Paraguay y el derecho inalienable de sus habitantes de trazar su presente y decidir su futuro.

Esta posición es ratificada en la Convención partidaria de febrero de 1947, cuando se repudia “todo totalitarismo o imperialismo económico o político como instrumento de dominación internacional” y, en contrapartida, sí proclama la solidaridad internacional como vehículo para la cooperación pacífica y la seguridad colectiva.

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“El Partido Colorado es un partido revolucionario –sostiene el doctor Luis María Argaña–, pero con características propias, que se enraíza en lo más íntimo de lo nuestro, de lo paraguayo (…) es revolucionario sin destruir el pasado, sino componiéndolo, y es revolucionario sin seguir líneas doctrinarias de importación, porque el Paraguay jamás ha importado líderes. Los ha producido”.

En su visión anticipadora de la realidad, la Asociación Nacional Republicana se preparó para enfrentarse al neoliberalismo y a una globalización que tiene como finalidad y metodología –como ya explicamos anteriormente– convertir a los ciudadanos en consumidores compulsivos y aislar a los jóvenes para alienar y uniformar sus pensamientos.

Un hombre que piensa y ejercita su ciudadanía es demasiado peligroso para el propósito expoliador del gran capital –inhumano y sin rostro– que explota a nuestros obreros, saquea nuestras riquezas y transfiere a los centros financieros del primer mundo el producto de sus millonarias ganancias. Contra esa ideología que intenta anular nuestra identidad, transformar nuestras formas de vida y alterar nuestros procesos culturales, fue estructurándose la orientación política y social del Partido Colorado.

La doctrina de un partido debe ser una doctrina viva y práctica. Sus declaraciones teóricas precisan materializarse en la realidad. Y la realidad exige alimentarse de ideas y pensamientos para asegurar su vigencia ideológica y programática como toda asociación política. En esa simbiosis, los partidos encuentran la razón de ser de su permanencia en el tiempo y el presupuesto para la credibilidad y la confianza de la ciudadanía. Un partido que olvida su propio credo, más fácil y rápidamente olvidará sus promesas y compromisos electorales.

Utilizaré aquí la metodología aplicada por la Iglesia católica para probar la perenne validezde su doctrina social, es decir, la continuidad y la renovación.Lo sustantivo no se doblega a la dictadura de los pensamientos de moda, aunque sí recoge algunas particularidades generadas a partir de los cambios que el mundo experimenta.

Transcribiré, para una mejor interpretación, el fundamento de esta doble connotación: “En primer lugar, es constanteporque se mantiene idéntica en su inspiración de fondo, en sus principios de reflexión y en sus directrices de acción y, sobre todo, en su unión vital con el Evangelio del Señor; y en segundo lugar, es siempre nueva, dado que está sometida a las necesarias y oportunas adaptaciones sugeridas por la variación de las condiciones históricas, así como por el constante flujo de los acontecimientos en que se mueve la vida de los hombres y de las sociedades” (Carta Encíclica Sollicitudo Rei Sociales, de Juan Pablo II). En concreto, apunta a preservar la dignidad del hombre y a denunciar la acumulación de las riquezas en manos de unos pocos, provocando enormes fronteras asimétricas entre las naciones y entre los habitantes de un mismo país.

Desde esta perspectiva, la doctrina social de lo continuo y constantede la Asociación Nacional Republicana (“El Estado servidor del hombre libre”) no fue construida al azar o por casualidad por el gran ideólogo colorado J. Natalicio González. Otros hombres y mujeres, intelectualmente lúcidos y moralmente intachables, fueron colocando, a lo largo del tiempo, el cimiento y la estructura que permitieron a Natalicio concluir magistralmente el edificio doctrinario del Partido Colorado.

El más grande de los intelectuales colorados, Blas Garay, en 1898, aporta con su pluma vigorosa una parte fundamental de la vértebra doctrinaria de la ANR. En una frase breve pero contundente, Garay delinea el perfil ideológico del Partido Colorado oponiéndose rotundamente al liberalismo económico y a su concepción del Estado. Decía, entonces, este joven y talentoso republicano: “Somos partidarios de la intervención del Estado. La requerimos, si no como absolutamente necesaria, como sumamente conveniente. El Estado debe hacer algo, pensamos nosotros, en contraposición de los que creen que lo mejor que hay que hacer es no hacer nada”. Continuaremos. Buen provecho.

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