DESDE MI MUNDO
- Por Carlos Mariano Nin
- marianonin@gmail.com
En Paraguay, el 62 % de los trabajadores vive en la informalidad. Y como reflejo casi exacto, el 62 % del crédito también es informal. No lo digo yo, lo dijo Enrique López, experto en empleo.
No se trata solo de datos: es un espejo roto que devuelve una imagen distorsionada de nuestro país, donde trabajar no garantiza acceso a crédito justo, ni siquiera a cierta dignidad financiera.
Porque si no tenés un recibo, es como si no existieses. Y si no existís, el sistema te empuja a las garras de la usura, donde el interés no solo es alto: es impagable. Es una trampa que se cierra semana tras semana.
Juan vende medias en la calle. Su esposa enfermó, entonces el dinero que tenía para comprar mercaderías terminó en el hospital. Sin trabajo fijo ni capital, Juan pidió auxilio a un usurero.
Desde entonces su vida cambió. La mitad de su dinero se va en medicamentos y comida, la otra mitad se la lleva el usurero que lo mantiene atado a una cadena de necesidad interminable.
La historia de Juan se repite por miles.
Pero volvamos a las cifras.
De 600 trabajadores encuestados, 5 de cada 100 dijeron que gastan entre el 70 y el 90 % de su salario en los primeros siete días del mes.
Pero si bajamos la lupa al que gana el salario mínimo o menos, es decir, a los más vulnerables, esa cifra se dispara: 9 de cada 10 se quedan sin aire financiero antes de que se enfríe el almuerzo del domingo.
¿Qué hacemos con esa mayoría silenciosa, laboriosa, que madruga y trabaja desde siempre, pero que no puede mostrar un solo documento que diga “yo existo para el sistema financiero”?
Pero no es la única pregunta.
¿Los dejamos seguir cayendo en las redes del prestamista de la esquina, del interés semanal, del miedo y la desesperación?
Urge pensar en nuevas formas de inclusión financiera real.
Hay que hablar de economía familiar, esa que no llega a los papeles, pero figura en todas las estadísticas.
Hay que articular, legislar y, por sobre todo, mirar a los ojos de ese Paraguay invisible que paga el doble por ser pobre. Recuperarlos de la usura no es solo un acto económico.
Es un acto de justicia.
Pero esa es otra historia.